Manifiesto de rebeldía política

El gran reto para el nuevo presidente es acabar con «la mermelada» de la corrupción

enviado especial a Bogotá

Ramón Pérez-Maura

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Colombia demostró ayer una gran rebeldía política. Porque, contra lo que es habitual en nuestros días, las candidaturas de Duque y Petro ofrecían programas indiscutiblemente diferentes. En un tiempo en que tantos políticos dicen que la ideología es un concepto caduco, estas elecciones han demostrado exactamente lo contrario porque ofrecían futuros que al menos, parcialmente, son excluyentes.

Ésta ha sido la primera elección en Colombia en que había una posibilidad real de que ganara la izquierda dura. En 2010 ya hubo un candidato izquierdista, que no tenía su origen en el binomio que durante décadas marcó la política colombiana: Partido Liberal y Partido Conservador. Fue Antanas Mockus, candidato del Partido Verde, que logró el 27,5 por ciento de los votos Frente al 69 por ciento de Juan Manuel Santos, entonces el candidato del uribismo. La situación ahora es muy distinta. A lo largo de la última semana los sondeos de difusión restringida anunciaban una victoria del candidato derechista, Duque, con una tendencia regresiva frente al candidato de la izquierda con una tendencia al alza y un notable 9 por ciento de intención para el voto en blanco, la opción favorecida por los seguidores de Compromiso Ciudadano, el partido de Sergio Fajardo que reivindicó en la primera vuelta ser un candidato de centro aunque sus compañías políticas indiquen lo contrario.

El resultado de ayer permite afirmar que el populismo vuelve a estar a las puertas del poder en Colombia. Ya lo estuvo en las elecciones presidenciales de 1970, en las que el ex dictador Gustavo Rojas Pinilla, fundador de la Alianza Nacional Popular fue derrotado por sólo 63.500 votos por el conservador Misael Pastrana. El general Rojas Pinilla no reconoció el resultado, como tantas veces ocurre con la izquierda. Durante ese mandato 1970-1974, Pastrana tuvo el desafío de frenar el auge de la ANAPO que el general había dejado en manos de su hija. El reto era inmenso, pero en las elecciones de 1974 se impuso el liberal Alfonso López frente al conservador Álvaro Gómez, con la ANAPO relegada a tercer lugar con un 9,5 por ciento de los votos. La formación de los Rojas se acabó uniendo a los reinsertados de la Guerrilla M-19 a la que pertenecía Gustavo Petro.

El gran reto que afronta ahora Iván Duque es cómo frenar la victoria de la izquierda populista dentro de cuatro años. Con un alto respaldo popular y siendo senador por derecho propio, Petro podría presentarse como una alternativa mucho más moderada que lo que la realidad indica. Por eso el reto de Iván Duque es frenar el populismo para 2022 como Misael Pastrana lo frenó en 1974. Y para ello tiene que cumplir una de sus promesas electorales: acabar con «la mermelada». Tradicionalmente se llamaba «mermelada» a los puestos de trabajo que conseguían los congresistas en la Presidencia o en ministerios para su clientela electoral. Pero con los años se ha convertido en algo mucho más perverso. Hoy son contratos de obras de infraestructura por valor de miles de millones de euros que acaban costando mucho menos que la partida de presupuesto asignada. Vía por la que se han enriquecido muchos congresistas que exhiben impúdicamente sus lujosos apartamentos del Norte de Bogotá en las revistas del corazón.

Iván Duque no necesita ninguna mayoría parlamentaria ni reforma legal para acabar con esa vergüenza. Basta con que él y su ministro de Hacienda se comprometan a no negociar jamás ese tipo de partidas con los congresistas. Y si así es, habrán incapacitado la munición política más efectiva del ex guerrillero Gustavo Petro y su gente.

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