José M. de Areilza

Macron: sorprender y transformar

La presidencia de Macron evoluciona para dejar de ser jupiterina y distante a favor de

un liderazgo más terrenal y empático

José M. de Areilza

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Emmanuel Macron ha hecho lo más urgente para afrontar la crisis de los chalecos amarillos. Desde el otoño pasado, ha reconocido a la amalgama de descontentos, indignados y coléricos y se ha reunido en sesiones maratonianas con miles de ciudadanos que querían transmitirle su malestar. También se ha ocupado de proteger el orden público ante la deriva salvaje las manifestaciones en las grandes ciudades. Tras el ejercicio paciente de escucha, la presidencia de Macron evoluciona para dejar de ser jupiterina y distante a favor de un liderazgo más terrenal y empático.

Ayer convocó una gran rueda de prensa y propuso adoptar un conjunto muy amplio de reformas que mermen la ola populista. Es cierto que la puesta en escena fue en el espléndido salón principal del Elíseo, emulando al general De Gaulle. Pero su intención era restar apoyos a los movimientos anti–sistema, tomar la iniciativa política e incluso buscar el efecto sorpresa.

La idea fuerza fue devolver la esperanza a cada ciudadano pidiendo a cambio que aporte a Francia lo mejor de sí mismo. Anunció la bajada de impuestos a los que tienen menos ingresos y una reforma sustantiva del acceso a la función pública, en busca de la diversidad y la verdadera meritocracia. También prometió una descentralización administrativa, unida al refuerzo del poder de los alcaldes. Se opuso a debilitar la democracia representativa y no aceptó recuperar el impuesto sobre las grandes fortunas, una decisión que ahuyentaría a los inversores. Reivindicó fronteras seguras y un patriotismo inclusivo que consiga la integración social de los inmigrantes. Fue menos claro al explicar cómo va a abordar la dura tarea de forjar estos consensos con el fin de cambiar un país difícilmente reformable.

La aspiración de fondo del presidente sigue siendo modernizar el Estado y reducir el grado de intervención en la economía. Sabe que distintos grupos sociales opondrán toda la resistencia imaginable a perder sus privilegios. Pero ayer era el momento de apelar a la unidad y a la renovación «del arte de ser francés», cuando aún tiene tiempo para influir en el veredicto popular sobre su presidencia.

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