Pedro Rodríguez - DE LEJOS

El gato

El régimen de Cuba empieza a descubrir el Dengismo y la poderosa fuerza del interés propio

Pedro Rodríguez

Karl Marx resumía toda su teoría del comunismo en un solo concepto: la abolición de la propiedad privada. El filósofo alemán se refería sobre todo a la abolición de la propiedad burguesa, la de los medios de producción. Aunque como decía un exiliado cubano, con esa mentalidad tan retrograda y poco respetuosa con la libertad, si a un comunista se le pone a administrar un desierto, seguro que termina con un grave déficit de arena.

Los rollos del Marx muerto llevan bastante tiempo desacreditados, empezando por China, pero el régimen de Cuba se acaba justo de caer del guindo sobre la conveniencia de reformar y actualizar su constitución soviética que solamente reconoce propiedad estatal, cooperativista, agrícola, personal o, como mucho, empresas mixtas.

El gran problema de tanto mangoneo es que el socialismo irreal de Cuba ha terminado por resultar económicamente inviable. Y con décadas de retraso están descubriendo el Dengismo (la reforma capitalista formulada por Deng Xiaoping tras la extrema opresión sufrida en China durante la llamada revolución cultural). De acuerdo a su «teoría del gato», es irrelevante el color del felino porque lo verdaderamente importante es su capacidad para cazar ratones. Es decir, que más allá del revolucionario dilema entre planificación y mercado, lo verdaderamente importante es la eficiencia, la productividad y el crecimiento.

Gracias al Dengismo, 1.400 millones de chinos están todavía controlados por un régimen comunista mientras que la Unión Soviética dejó de existir hace más de un cuarto de siglo. Cuba ha perdido demasiado tiempo con su élite corrupta e ignorando la poderosa fuerza del interés propio. Y la excusa del embargo comercial de EE.UU. ya se agota en un mundo irremediablemente globalizado. La mejor prueba es que desde 2010, cientos de miles de cubanos se han convertido en trabajadores autónomos. Si el régimen de La Habana quiere sobrevivir a los hermanos Castro sin democratizarse no tiene otra alternativa que preocuparse menos por su impresentable pureza ideológica y ocuparse más de obtener resultados para no quedarse sin un grano de arena.

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