Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Sri Lanka, terror suicida

La ofensiva de Pascua intenta exacerbar todavía más las divisiones sectarias y étnicas del país

Pedro Rodríguez

Entre 1983 y 2009, la paradisíaca isla de Sri Lanka vivió el infierno de una guerra civil. Un sangriento conflicto instigado por los Tigres Tamiles para conseguir la independencia del norte y este del fracturado país en pleno golfo de Bengala. Entre insurgentes, militares y policías, sin olvidar a miles de civiles inocentes, el conflicto terminó cobrándose más de 130.000 víctimas mortales hasta llegar a su final hace una década con la derrota de los rebeldes.

La gran «aportación» de los Tigres Tamiles para intentar imponerse en aquel pulso asimétrico fue utilizar terroristas suicidas con explosivos como arma de guerra. A través de una facción especializada conocida como los Tigres Negros, llegaron a perpetrar más ataques suicidas que ninguna otra organización terrorista diezmando a la clase política e intelectual de Sri Lanka. A ellos se les atribuye haber inventado y perfeccionado el cinturón de explosivos utilizado por integristas islámicos suicidas por todo el mundo.

La ofensiva de ocho atentados perpetrados en el domingo de Pascua, camino de superar las 300 víctimas mortales, ha sido perpetrada con esa misma táctica de terror suicida contra civiles. La diferencia es que el ataque ha sido atribuido a un grupo yihadista local, identificado como NTJ (Organización Nacional de Monoteísmo), que según las autoridades de Sri Lanza habría actuado con el respaldo de una red terrorista internacional.

El objetivo no sería otro que exacerbar todavía más las profundas divisiones sectarias y étnicas de Sri Lanka. Alrededor del 70 % de sus 21 millones de habitantes son budistas, pero hay importantes minorías hindúes, musulmanas y cristianas. La nación insular viene sufriendo un aumento de tensiones religiosas, incluidos violentos disturbios, desde el final de la guerra civil librada en gran medida por motivos étnicos entre budistas cingaleses e hindúes tamiles.

Además de todas estas grietas y tensiones, la inclinación política de Sri Lanka a perderse en amargas luchas partidistas habría contribuido -pese a los numerosos indicios existentes- a un espectacular fallo de seguridad que ha terminado en uno de los ataques terroristas más mortíferos desde el 11-S.

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