La bandera de Israel ondea junto al minarete de una mezquita en el barrio árabe de la ciudad vieja de Jerusalén
La bandera de Israel ondea junto al minarete de una mezquita en el barrio árabe de la ciudad vieja de Jerusalén - AFP

Israel prepara una ley para silenciar los altavoces de las mezquitas

Los diputados árabes de la Lista Conjunta califican el texto de «islamófobo y racista», y denuncian que «no se dice nada de la sirena del Shabat»

Corresponsal en Jerusalén Actualizado: Guardar
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Llamada al rezo en la mezquita de Al Rahman de Beit Zafafa, barrio árabe de Jerusalén Este. El muecín llama a la oración y el adhán (nombre en árabe del canto) se expande gracias a los altavoces del minarete, como lo ha hecho desde que llegó la electricidad y las mezquitas cuentan con equipos de sonido. Cinco veces al día se repite un ritual que para los residentes en el asentamiento vecino de Gilo es «un ruido molesto». Las quejas de los colonos, cuyos asentamientos están levantados de forma ilegal, y de otras localidades de Israel próximas a zonas árabes han llevado a las formaciones ultranacionalistas del Gobierno que lidera el primer ministro, Benjamin Netanyahu, a plantear la «ley del muecín», que discutirá el parlamento esta semana y que pretende obligar a bajar el volumen de los altavoces.

Después de decenas de denuncias a la Policía y de pedir a las autoridades que midieran los decibelios para constatar que supera los límites permitidos por la actual ley de ruido, el representante de los colonos, Ofer Ayoubey, decidió hablar con el mujtar (autoridad local en las zonas árabes) de Beit Zafafa para exponerle el problema. «Captamos el mensaje en el primer instante y nos reunimos de inmediato con los imanes de las cinco mezquitas del barrio. O lo hacíamos por las buenas, o vendría la Policía por la fuerza y esto puede convertirse en una batalla campal diaria. Vivimos bajo ocupación y sabemos de lo que son capaces, así que mejor intentarlo por la buenas», confiesa Mohamed Elayan, el responsable municipal de este barrio árabe donde residen unas 15.000 personas y en el que «se llamaba al rezo mucho antes de que levantaran su colonia en nuestras tierras», recuerda el mujtar.

«Es la primera vez que vivimos una cosa así. Hemos pasado por muchas cosas, pero nunca se habían metido con la llamada al rezo»

Tawfik Elayan lleva más de diez años como muecín y asegura que «es la primera vez que nos enfrentamos a una cosa así. Hemos pasado por muchas cosas, pero nunca se habían metido con la llamada al rezo y es una especie de línea roja. Solo a un gobierno tan racista como el de ahora se le puede ocurrir algo así, la gente no se quedará de brazos cruzados». El mujtar asiente mientras escucha estas palabras y espera que «no se haga una ley para regular el tema y se nos deje arreglar la situación de tú a tú, con los políticos lo más alejados posible».

El representante de los colonos de Gilo tiene la misma opinión. Ayoubey se presenta como militante del Likud, principal fuerza del gobierno, pero asegura que «esta ley es cosa de los partidos más radicales y solo sirve para arrojar gasolina sobre el fuego del conflicto. Si sale adelante beneficiará a los extremistas de ambos a lados, a nadie más». Ayoubey insiste en que la llamada al rezo es una molestia, pero que sus denuncias no buscan interferir en la libertad de culto. «Nos molesta, a nadie le gusta escuchar ese sonido a las cinco de la mañana cada día, pero no queremos esta ley porque puede crear grandes problemas en zonas como la nuestra, donde la convivencia es correcta», afirma el representante de los colonos del asentamiento vecino. Aunque no hay nada por escrito, en Beit Zafafa se han comprometido a bajar el volumen e instalar un nuevo sistema de altavoces que evite que la llamada llegue a Gilo, pero para ello necesitan 200.000 sheckels (unos 49.000 euros al cambio) y se preguntan si las instituciones se harán cargo o no de esta cantidad que acabaría con las molestias de los colonos.

Debate político

El acercamiento entre Gilo y Beit Zafafa o las críticas abiertas a la nueva medida por parte del presidente, Reuven Rivlin, que expresó su «tajante oposición», no han sido suficientes para detener a partidos ultranacionalistas como Israel Beitenu (Israel es nuestra casa), convencidos de la necesidad de esta ley. «Lo que queremos es prohibir los altavoces, no la llamada. La tecnología ofrece formas diversas hoy en día como el WhatsApp u otras redes sociales para convocar diariamente a los fieles sin tener que molestar al resto», piensa Robert Ilatov, uno de los promotores de un texto que «no supone una nueva ley, es solo una ampliación de la actual ley de ruido». Este es el partido del actual ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, residente en el asentamiento de Nokdim, y dirigentes como Ilatov, nacido en Uzbekistán, piensan que «la llamada a la oración molesta hasta a los propios musulmanes porque muchos de ellos no rezan» y advierten de que «una vez que sea aprobada, quien no la respete será castigado».

«No se dice nada de la sirena del Shabat, que a nosotros también nos puede molestar, solo se habla de nuestras mezquitas»

En el despacho vecino de la Knesset se encuentra la oficina de la Lista Conjunta, la coalición de formaciones árabes de Israel que cuenta con trece diputados en la cámara. La visión aquí es radicalmente opuesta y califican el texto de «islamófobo y racista», en palabras del diputado Ahmed Tibi, quien denuncia que «no se dice nada de la sirena del Shabat, que a nosotros también nos puede molestar, solo se habla de nuestras mezquitas». Tibi enmarca este proyecto de ley en « el nuevo ambiente generado tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos que se traduce en que ya no hay miedo a posibles críticas desde Washington. Tenemos el antecedente de la ley para legalizar asentamientos... No se detendrán en el intento de judaización promovido por gente que ni ha nacido aquí. Nosotros somos los nativos, no los que impulsan esta ley».

El texto que se discutirá en la Knesset excluye a la sirena que emplean los judíos para anunciar el inicio y final de su día santo de la semana o a las campanas de las iglesias. Afecta en exclusiva a los altavoces de las mezquitas y a las llamadas a la oración que se realicen entre las 11 de la noche y las 7 de la mañana. Un nuevo frente abierto en el interminable conflicto entre israelíes y palestinos, que amenaza con enturbiar aun más la convivencia.

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