Mohammed Mohiedine Anis, de 70 años, contempla las ruinas de su casa mientras fuma de su pipa
Mohammed Mohiedine Anis, de 70 años, contempla las ruinas de su casa mientras fuma de su pipa - JOSEPH EID/AFP

La historia detrás del hombre que fuma su pipa entre las ruinas de Alepo

Mohammed Mohiedine Anis, de 70 años, es un coleccionista de coches que, entre sus tesoros, guarda un Cadillac de 1947 utilizado por Nasser el día que se proclamó la República Árabe Unida

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Mohammed Mohiedine Anis mira con conmiseración su Buick Super 1955 mutilado por los feroces combates entre el Ejército sirio y los rebeldes que han arrasado Alepo durante más de cuatro años. Durante un bombardeo aéreo en su barrio de Chaar, los bloques de piedra desprendidos de un inmueble aplastaron el techo y doblaron el capó, dando a la calandra un aspecto gesticulante.

«Mírelo, llora, me pide ayuda», explica este coleccionista de 70 años que se pasea en su taller de reparación, ahora que el sonido de las bombas y los disparos ha cesado, con la toma del Ejército sirio de la ciudad el pasado diciembre.

Solo quedan ruinas de su barrio: edificios destrozados, ventanas rotas. Antiguo estudiante de Medicina en Zaragoza, luego traductor de árabe para Fiat en Turín, en Italia, Mohammad regresó a su ciudad para abrir una fábrica de cosméticos, sobre todo pintalabios, que llamó «Mila Robinson».

Pero los coches de colección eran su verdadera pasión. Heredó ese gusto de su padre, un rico trabajador textil que conducía un Pontiac 1950 que Mohammad guardaba como oro en paño. Poseía 30 de estos automóviles, pero ha perdido diez, destruidos durante la guerra. Trece están aparcados delante de su casa y siete en depósito, confiscados por la policía porque estorbaban en la calle.

En febrero de 2016, un cámara de AFP entrevistó a Mohammad, que utiliza Abu Omar como sobrenombre, y grabó sus coches relucientes y su mansión por entonces intacta. «Me gustan los coches porque son como las mujeres, bellos y fuertes», dijo el coleccionista, casado con dos mujeres, una de Alepo y otra de Hama, del centro de Siria, y padre de ocho niños.

Su elección es bastante ecléctica, con preferencia por los coches americamos de los años 50: Cadillac, Hudson, Buick, Chevrolet, Mercury. Pero también posee un Volkswaggen y una furgoneta 2CV. «Tengo tres Cadillac porque son los coches más lujosos. Todo coleccionista debe tener un Cadillac. Si no lo tiene, es como si su colección no tuviera una cabeza», explicó.

El coche del que está más orgulloso es un Cadillac de 1947 rojo descapotable que ha servido a por lo menos seis presidentes, elegidos democráticamente o mediante un golpe de Estado. El primero que lo usó fue el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y su homólogo sirio Choukri al-Kouatli, que recorrieron Damasco después de la proclamación de la República Árabe Unida, la unión de Egipto y Siria, en 1958. «Lo compré hace doce años en una subasta por 620 libras sirias, pero pagué cien veces la suma en impuestos porque nunca había pagado las obligaciones aduaneras», indica. Para que no se lo robaran, guardó el volante y las sillas en su casa.

Todos sus coches se encuentran en mal estado. «Están todos heridos», lamenta, como si hablara de seres humanos. Ha prometido repararlos en su casa: «También tengo intención de comprar otros».

Su vecino, Nihad Sultan, un cantante de 30 años, afirma que mientras que Mohammas se marchó los dos últimos meses de los combates, los habitantes del barrio convencieron a los rebeldes para que no instalaran una «douchka» (una ametralladora pesada anti-aérea) sobre el Chevrolet 1958.

Mohammad abandonó una bella mansión de los años 30 para rencontrarse con una casa destrozada después de la victoria del Ejército. «Cuando llegué a casa, tuve un shock», recuerda. El edificio es un verdadero caos: ventanas rotas, piedras en las escaleras, habitaciones de la primera planta en ruinas y cubiertas de escombros.

Algunas veces, Mohammad se sienta en su habitación, como antaño. Enciende su pipa y escucha en su gramófono la canción Hekaya (historia, en árabe) del cantante sirio Mohammad Dia al-Din. «Amo la Historia porque vive en mí. Mi pasado fue muy feliz pero las cosas han cambiado. Ahora, es duro. Pero no debemos perder el ánimo», indica. Unos extranjeros le han propuesto comprar sus coches, incluso a pesar de su mal estado. Se ha negado tajante: «Son para mis hijos. Los distruibuiré según la ley religiosa: dos para cada niño y uno para cada niña».

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