José M. de Areilza

Hacer Europa desde el G-7

Esta debería ser una de esas ocasiones en las que la alta capacidad destructiva de Donald Trump sirve de pegamento para unir a los dos líderes europeos principales

José M. De Areilza

La reunión del G-7 que empieza hoy a la orilla del río San Lorenzo en Quebec se anuncia tormentosa por el rechazo de europeos y canadienses a las medidas proteccionistas e ilegales sobre el aluminio y el acero adoptadas por Donald Trump. Al presidente norteamericano parece que le causa especial placer viajar por el mundo deshaciendo uno a uno los acuerdos firmados por sus predecesores, sean republicanos o demócratas.

Le importa muy poco el deterioro de las relaciones económicas multilaterales o de la garantía de la defensa atlántica, la amenaza del cambio climático o el retroceso en la desnuclearización de Irán. No valora que el sistema multilateral de instituciones y reglas puesto en pie después de la Segunda Guerra Mundial, con todos sus problemas y necesidad de reformas, en el fondo favorece una visión del mundo inspirada en valores occidentales.

Su prioridad es otra. Saltando de charco en charco en la escena internacional, Trump mantiene movilizada a su base electoral, con una sencilla narrativa de luchar contra los enemigos externos. Es una manera cómoda de explicar por qué su parte de su población pierde con la globalización y no hacer nada al respecto. A pesar de que los europeos ocupan cuatro sillas en el G-7, no siempre hablan con una única voz y solo de vez en cuando defienden intereses comunes y proyectan valores.

Esta debería ser una de esas ocasiones en las que la alta capacidad destructiva de Donald Trump sirve de pegamento para unir a los dos líderes europeos principales. Además de exhibir firmeza y tratar de negociar desde la desarrollada capacidad de la UE en temas comerciales, Angela Merkel y Emmanuel Macron tienen la oportunidad de hacer Europa desde el G-7. Es muy posible que en la cumbre de final de junio para reforzar el gobierno del euro no encuentren mucho terreno común y pacten solo pequeños pasos, claramente insuficientes. Pero en la esfera internacional, Estados Unidos ha abandonado el liderazgo por los mercados abiertos y las reglas del juego justas y se abre una oportunidad para que la pareja franco-alemana ocupe este espacio.

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