El general sonriente

Ratko Mladic mató sin mala conciencia siempre. Acusado de crímenes de guerra en 1996, no fue detenido hasta 2011. Iba armado, pero no ofreció resistencia

El general serbobosnio Ratko Mladic alza el dedo en el Tribunal Penal Internacional EFE
Hermann Tertsch

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«Menos mal, pensé que tenía que fusilarte por rechazar mi rakija domachna (orujo casero)», le dijo a un periodista que había dudado un instante en beberse el aguardiente que le ofrecía.

Así era Ratko Mladic en el cénit de su poder, cuando en el corazón de la Krajina en Knin en 1991 se preparaba para expulsar a los croatas de la Herzegovina en la primera gran operación de limpieza étnica de la guerra yugoslava. Acababa de ser ascendido a general por el único que mandaba, el presidente Slobodan Milosevic, el que iba a ser el líder de la Gran Serbia.

Era Mladic bromista y campechano, emocional e implacable, simpático y brutal . Inmensamente popular en la tropa, un ídolo de sus oficiales y una leyenda para sus soldados. Se divertía con las aventuras de matar «árabes», como llamaba a sus compatriotas musulmanes.

Nació en Bozanovizi, en el monte Jahorina, a unos 25 kilómetros de Sarajevo, en un ambiente de brutalidad y odio, en plena ocupación de aquella parte de Bosnia, anexionada por la Croacia hitleriana de Ante Pavelic.

A su padre lo asesinaron antes de terminar la guerra . Él solía decir que decenas de familiares suyos habían sido masacrados por musulmanes pronazis. Primero de su promoción, muy fuerte físicamente, brillante y con gran memoria, siempre tuvo una personalidad expansiva. Como muchos militares, ferviente titoísta, al romperse Yugoslavia enfocó toda su rabia al fervor nacionalista y odio a Occidente, a los «árabes» y a los croatas como eslavos germanizados.

Mató sin mala conciencia siempre. Acusado de crímenes de guerra en 1996, no fue detenido hasta 2011. Iba armado, pero no ofreció resistencia.

Su peor castigo fue el suicidio de su hija Ana, que se pegó un tiro en 1994 con la pistola favorita del padre tras haber leído verdades sobre él. Dicen que aquello lo quebró. Ahora le queda poco, salvo el recuerdo a esta triste figura que fue el demonio que aterrorizó los Balcanes.

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