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Los estímulos económicos del Gobierno Abe no acaban con el estancamiento de Japón

Aunque sigue siendo la tercera potencia del mundo tras EE.UU. y China, su economía lleva dos décadas sin levantar cabeza

Corresponsal en Asia Actualizado: Guardar
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En términos brutos, Japón sigue siendo la tercera potencia mundial tras Estados Unidos y China, pero su economía continúa sin levantar cabeza después de dos décadas ya de estancamiento. En otro de sus continuos altibajos, su Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo durante el último trimestre del año pasado un 1,4% con respecto al mismo periodo de 2014. Dicha caída, algo mayor de lo esperada y la segunda trimestral de 2015, anulaba la subida del 1,3% registrada entre julio y septiembre, que había devuelto la esperanza de que el archipiélago nipón se recuperara gracias a las políticas de estímulo económico impulsadas por el primer ministro Shinzo Abe, popularmente conocidas como «Abenomics».

A pesar de sus multimillonarias inyecciones de dinero público para fomentar el crecimiento y de reducir el mes pasado los tipos de interés a menos de cero para que fluya el crédito, la economía nipona solo subió un 0,4% en 2015.

Algo más que el crecimiento cero del ejercicio anterior, pero muy lejos de la recuperación que prometía Abe con políticas más liberales. En los tres años que lleva ya en el poder, el PIB solo se ha elevado un 0,68%, muy por debajo del 1,8% que subió durante el anterior Gobierno, de signo socialdemócrata.

Para colmo de males, su “artillería monetaria” no ha conseguido incentivar el consumo doméstico, que representa el 60% del PIB japonés pero también cayó un 0,8% durante el último trimestre. En estos tres años, el consumo privado ha disminuido 1,5 billones de yenes (12.000 millones de euros) hasta quedarse en 306,5 billones de yenes (2,4 billones de euros). Para cambiar esta tendencia, que ha hecho que la economía caiga en la deflación (bajada de precios en lugar de subida), el Banco de Japón sorprendió al mundo entero al imponer el mes pasado los tipos de interés negativos. Con dicha medida, que devalúa los depósitos bancarios por no ofrecer ningún interés a los ahorradores, las autoridades niponas pretenden que aumente el dinero en circulación en la calle y se dinamice la economía.

«Se trata de un acto de desesperación nacido de la incapacidad de la relajación monetaria y del objetivo inflacionista para conseguir los resultados deseados», critica en un informe el economista jefe del banco de inversión Nomura, Richard Koo. Mediante sus planes de estímulo, el Ejecutivo nipón se había fijado acabar con la deflación y alcanzar una inflación del 2% en un plazo de dos años, pero ya han pasado más de tres y el objetivo aún está muy lejos de cumplirse.

Además, el Gobierno se enfrenta a un enorme dilema porque su deuda pública ya es más del doble de su PIB y, para aumentar sus ingresos, tiene previsto subir en abril los impuestos al consumo, del 8 al 10%. Pero los malos datos del último trimestre del año pasado pueden volver a retrasar esta medida, que seguramente mermará el ya de por sí alicaído consumo.

Al margen de estos problemas internos, que se llevan arrastrando desde hace ya demasiados años, Japón se enfrenta a un clima de inestabilidad internacional marcado por la volatilidad de los mercados bursátiles, el hundimiento del precio del petróleo y de las materias primas y la ralentización de la economía en China y otros países emergentes. En este sentido, las exportaciones niponas cayeron entre octubre y diciembre un 0,9%, minando así la subida del 2,6% que habían experimentado en el trimestre anterior gracias a la progresiva depreciación del yen. Japón, gran potencia exportadora durante su «boom económico» desde los 60 hasta la crisis asiática de los 90, se enfrenta ahora a una desaceleración de sus principales mercados, con China a la cabeza. Como consecuencia, la producción industrial nipona se redujo un 1,7% durante el pasado mes de diciembre.

Además, la amenaza de una guerra de divisas pende sobre el planeta por las recientes depreciaciones de sus monedas que han llevado a cabo casi todos los países para incentivar sus exportaciones. «Como hemos acordado en las reuniones del G-7 y del G-20, los movimientos repentinos sobre las divisas no son deseables. Quiero que el ministro de Finanzas vigile la situación y responda con las medidas adecuadas cuando sea necesario», advirtió Abe la semana pasada ante el Parlamento nipón.

Para 2020, año en que se celebrarán los Juegos Olímpicos de Tokio, su objetivo es que la economía japonesa alcance los 600 billones de yenes (4,7 billones de euros). Con ese reclamo olímpico, el Gobierno seguirá financiando obras públicas para que la economía salga de su letargo, las empresas contraten a más trabajadores y suban los sueldos y los consumidores tengan más dinero en sus bolsillos para gastar. Pero todos estos planes no son más que mera teoría porque, de momento, las políticas económicas de Abe (sus conocidos «Abenomics») no han conseguido acabar con el estancamiento que sufre Japón.

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