El entierro del dictador que polariza Filipinas

Víctimas de la tiranía de Ferdinand Marcos denuncian a ABC el plan para sepultar al exmandatario en el cementerio de los héroes. Un proceso, paralizado por el Tribunal Supremo la semana pasada, pero que expira a mediados de septiembre

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De palabras calmadas, al filipino Bonifacio Ilagan un revisionismo histórico concreto le agrieta la garganta estos días. Durante más de dos décadas, este activista sufrió las penurias de la dictadura de Ferdinand Marcos, quien gobernara con mano de hierro Filipinas entre 1965 y 1986. Sin embargo, ahora, regresados de entre los muertos, los crímenes de la tiranía amenazan con ser honrados.

«A finales de los 60 era un líder estudiantil en la Universidad de Filipinas», asegura a ABC Ilagan. «Cuando la situación política se puso complicada decidimos, con otros estudiantes, pasar a la clandestinidad porque muchos de nuestros colegas estaban siendo arrestados», añade. El 21 de septiembre de 1972, el Gobierno Marcos daría un golpe definitivo en la mesa al declarar la ley marcial en el país, bajo el pretexto de la creciente insurgencia comunista. Dos años después, Ilagan sería detenido.

«Fui torturado, deshumanizado, incluso asaltado sexualmente», recuerda. Su espalda moral no se quebró. «Siempre intenté mantenerme firme en mis principios, porque pensaba que estábamos en el lugar correcto de la historia», destaca. Tras más de dos años de infamias, Ilagan sería finalmente liberado. Aunque esta vez tocaba el turno a su hermana, Rizalina. «Desapareció en 1977 y hasta ahora no la hemos encontrado. Sabemos que fue violada y ejecutada», sentencia.

El testimonio de Ilagan no es único en Filipinas. En febrero de 2013, el entonces presidente Benigno Aquino III firmó una ley para la reparación de las víctimas durante la administración Marcos.En mayo de 2015, un total de 75.730 personas habían presentado sus reivindicaciones como afectados directos o como familiares de los desaparecidos y muertos durante esos años oscuros.

Sin embargo, tres décadas después de su salida del poder, la historia busca rehabilitar la figura del exdictador Ferdinand Marcos. Ahora, un polémico plan pretende el traslado de su cuerpo al llamado cementerio de los héroes (Libingan ng mga Bayani, en tagalo), un camposanto donde descansan los más renombrados mártires de la historia de Filipinas. «Sepultar a Marcos en el cementerio de los héroes es contradictorio al hecho de que era un dictador», reconoce a este diario Dionito Cabillas, miembro de la organización SELDA, en defensa de los prisioneros políticos de Filipinas.

El pasado 23 de agosto, no obstante, el Tribunal Supremo ordenaba al Gobierno paralizar el proceso durante 20 días. A pesar de ello, esto no impide que continúe la fecha prevista del entierro el próximo 18 de septiembre. Este miércoles está previsto que la Corte escuche nuevas argumentaciones.

«El entierro del dictador en ese cementerio oficializará la rehabilitación de los Marcos y dejará a un lado (…) todo aquello que la historia ha mostrado: que el dictador fue un saqueador, un violador de los derechos humanos y un déspota», asevera el activista Ilagan, quien recuerda el expolio realizado por el ex mandatario. Y no eran unas pocas monedas. De acuerdo con una estimación posterior por parte del Tribunal Supremo, en sus años en el poder la familia Marcos había acumulado hasta 10.000 millones de dólares. De toda esta expropiación, en tres décadas tan solo se ha recuperado una ínfima parte.

A la espera de su hijo

El interés actual en rehabilitar la figura de Marcos puede presentarse un tanto anacrónico. Aunque para Ilagan el objetivo es claro: «El entierro del dictador facilitará el intento de su hijo (Ferdinand «Bongbong» Marcos) en regresar al poder».

Candidato a la vicepresidencia en los comicios del pasado 9 de mayo, Ferdinand «Bongbong» Marcos era derrotado a última hora a pesar de liderar las encuestas.

A finales de febrero de 1986, el vástago presidencial, entonces un joven veinteañero, se había visto obligado a huir con su parentela de Filipinas a Hawaii, tras las sonoras protestas contra el régimen del cabeza de familia.

Tras su regreso al país en 1991 (Ferdinand Marcos padre fallecería en el exilio), «Bongbong» iniciaría una meteórica carrera política como gobernador, diputado y senador.

La polarización política entre los defensores de la vieja guardia y aquellos que exigían justicia explica el retorno victorioso.

En pleno caos revolucionario, la primera orden ejecutiva emitida por la entonces presidenta, Cory Aquino, fue la creación de la Comisión Presidencial de Buen Gobierno (PCGG), para recuperar «toda la riqueza mal acumulada por el expresidente Ferdinand Marcos, su familia inmediata, parientes, subordinados y asociados cercanos».

La mayor paradoja es que, con la vicepresidencia, «Bongbong» hubiera dispuesto de plena potestad para clausurar el PCGG.

«Estamos al 100 por ciento seguros que en las próximas elecciones “Bongbong” no se postulará como vicepresidente, sino como presidente», profetiza Ilagan.

Mientras, a la espera de saber si el cuerpo de Ferdinand Marcos descansará o no con honores, sus víctimas se aferran al recuerdo de las penurias sufridas entre 1965 y 1986.

«Él no fue un héroe, fue un tirano», aclara Ilagan.

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