Helmut Kohl, en una imagen de archivo
Helmut Kohl, en una imagen de archivo - AFP

Las diez citas de Helmut Kohl sobre «Europa»

Su testamento político puede resumirse en frases que fue sembrando a lo largo de su carrera y que siguen inspirando hoy en día nuestro camino común

CORRESPONSAL EN BERLÍN Actualizado: Guardar
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De vez en cuando, en ocasiones en las que Europa amenaza con desmoronarse, resuenan en toda su vigencia los pensamientos de Helmut Kohl sobre la Unión Europea y vuelven a servir de argumento para dar un paso más en un proceso de construcción que ocupa ya a varias generaciones de europeos. Su visión de un continente en el que los países no viviesen aislados entre sí, sino formando una comunidad de naciones que comparten valores básicos, se adelantó a la era de la globalización y dotó a los ciudadanos de una avanzadilla de herramientas políticas e instituciones comunes que quizá no hayan resultado perfectas, pero sí indispensables para apuntalar aquello en lo que creemos cuando todo alrededor parece ponerlo en cuestión.

Su testamento político puede resumirse en citas que fue sembrando a lo largo de su carrera y que siguen inspirando hoy en día nuestro camino común.

«Esta Europa no puede ser una fortaleza que nos blinde de los demás, debe ser una Europa abierta», dijo Kohl en el discurso pronunciado ante el congreso de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), en 1991, poniendo la base de la apertura a los inmigrantes y a los refugiados que representa un enfoque sobre el crecimiento económico y sobre la postura europea ante los conflictos en otros puntos del planeta en las antípodas de lo que en estos momentos defiende desde EE.UU. Donald Trump. Cunado Kohl pronunció esas palabras ya bullían movimientos nacionalistas de mentalidad incluso más provinciana que la que siempre tuvo el excanciller alemán, pero Kohl supo inyectar en los conservadores alemanes y en los genes europeos la apertura al mundo y la acogida como principios fundacionales.

«Sólo si Europa habla con una sola voz y pone en común sus fuerzas podrá hacerse valer como actor internacional», dijo en una conferencia pronunciada en Oxford en 1992. Tras el Brexit son muchos los políticos europeos que han puesto en duda la viabilidad del proyecto, pero para muchos otros el Brexit ha sido una poderosa llamada de atención y un impulso para involucrarse más en la construcción europea, porque nos ha puesto ante el espejo de lo que serían nuestros Estados nacionales en solitario, sin el soporte de la UE. La invocación de ese espectro ha hecho posible en Francia una victoria otrora impensable de Macron, que incansablemente repitió esa misma idea durante su campaña electoral.

«Queremos una Europa en paz, una Europa lo suficientemente fuerte como para asegurar la paz en nuestro continente y para ser un atractivo reclamo de paz para el resto del mundo», dijo en 1979, en una entrevista concedida a Monatsblatt. Helmut Kohl tenía 15 años cuando terminó la II Guerra Mundial y perteneció a la generación de alemanes a la que la práctica, más que la teoría, demostró que Europa era una cuestión de guerra o paz en nuestros territorios, y en cuyo concepto de paz se incluían los pilares básicos de la libertad y la democracia. El mercado común no era sino la excusa para lograr la complicidad de los grandes poderes económicos en un proyecto pensado para que los ciudadanos no volviesen a vivir jamás los horrores de la guerra. Ahora, cuando la península de Crimea despierta viejos fantasmas, la diplomacia europea vuelve a girarse sobre este principio fundamental.

«Europa es nuestro futuro, Europa es nuestro destino», dijo Kohl en 2014, en una de las entrevistas que concedió, publicada por el periódico alemán Bild Zeitung. Certificó así que la historia de Alemania ha quedado ya inevitablemente ligada al proyecto europeo y que no hay forma de entender la Alemania actual, posiblemente ninguno de los países europeos, sin su pertenencia a una familia que nos posiciona en el escenario global y nos protege de los peligros que hace ya décadas sobrepasan impunemente las fronteras nacionales.

«Menos es más», alcanzó a pronunciar en 2016, con su capacidad para el habla ya muy afectada y en unas breves declaraciones en las que animaba a los líderes europeos a «respetar y dar tiempo» a los británicos, embalados ya en tobogán del Brexit. A pesar de la brevedad de la cita, Kohl se hizo entender, sugería que en la familia europea hay que dejar espacio para respirar políticamente a los miembros sin por ello cesar en el impulso de avanzar en la construcción del proyecto. Su «menos es más» inspira la Europa de las dos velocidades que está gestándose en estos momentos.

«Una Europa a la carta, en la que cada socio elige solamente aquello que especialmente le conviene no puede ser tanto nuestra meta como una Europa que se mantenga en alineación con el barco más lento del convoy», dijo Kohl en los actos de celebración del Día de la Unidad Alemania, 3 de octubre de 2015, trazando así el bosquejo del nivel de unidad política y económica que debe mantener Europa para sostenerse como un proyecto con futuro. Decía esas palabras en momentos de dura crisis del euro y dio la pauta para mantener a Grecia en el conjunto sin reducir los estándares necesarios para el bloque.

«Con Europa pasa como con una dama. Cuanto más elegante y caprichosa, más difícil es entablar relación con ella, pero también más divertido e interesante», contó que había dicho Kohl Hans-Dietrich Genscher, el que fuera su ministro de Exteriores y ayudó a negociar con el resto de socios europeos la reunificación de las dos Alemanias. Juntos sedujeron a líderes tan reacios al proyecto como Margaret Thatcher y juntos entendieron que el proyecto europeo, como una relación duradera, hay que mimarlo y alimentarlo constantemente, para que no decaiga.

«Mi experiencia de once años en la Unión Europea me ha enseñado que cuando alguien allí necesita dinero, todas las miradas se vuelven hacia los alemanes», dijo Kohl el 22 de junio de 1993, momentos antes de comenzar la cumbre europea de Copenague y sentando las bases de una especie de resignación alemana a ser el mayor contribuyente neto de un proyecto por el que, a pesar de no sentirse cómoda en ese papel, merece la pena seguir luchando.

«Llega el euro y será una moneda estable», sentenció en un discurso ante empresarios en Petersberg, en las afueras de Bonn, el 25 de marzo de 1998 y cuando Alemania estaba a punto de entregar su tan adorado marco alemán junto a las competencias que el sacrosanto Bundesbank cedía al Banco Central europeo. La incertidumbre no era poca, pero Kohl se sirvió de su voluntarismo y de la fuerza de su visión para convencer a la economía alemana de embarcarse en la idea europea con confianza.

«Queremos preservar la cultura de Europa, que gana desde su diversidad y desde su riqueza espiritual, que se sostiene desde los ideales comunes que inflaman la esperanza de las personas», dijo en una entrevista en 1979, poniendo de relieve que Europa tiene en su acervo cultural y espiritual todo lo que necesita para surcar los siglos venideros, siempre que sea capaz de preservar esa herencia.

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