Francisco de Andrés

El despiste de la izquierda norteamericana

Los demócratas saben qué les disgusta de la política migratoria de Trump pero no tienen soluciones

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Cuando Donald Trump acusa a la oposición demócrata de estar detrás de la Caravana centroamericana, está perpetrando una más de sus maldades para hacer más impopular ante su público la marcha de emigrantes que se aproxima desde México . Pero al mismo tiempo hurga en una herida bien conocida en EE.UU.: la falta de pegada de la izquierda demócrata en torno al problema de la inmigración ilegal, reflejo de su falta de visión.

En un extenso artículo en «The New York Times», nada sospechoso de afinidad con el «trumpismo», Robert Draper opina que los demócratas saben perfectamente qué les repugna de la política y retórica de la actual Administración respecto a los inmigrantes ilegales. Rechazan el sentimiento de xenofobia y racismo que despiertan las expulsiones en caliente y las redadas en los lugares de trabajo; la separación forzosa de padres e hijos; el disparatado presupuesto de miles de millones de dólares del muro que Trump quiere construir en la frontera sur.

Pero no saben qué hacer con el flujo progresivo de inmigrantes. Y tampoco están dispuestos a morir en el intento. Con pocas salvedades, los candidatos demócratas, especialmente en el sur, esconden o suavizan sus críticas respecto a la política migratoria de mano dura . Por razones de oportunismo. Hay 22 millones de ilegales en EE.UU. que no tienen derecho a votar. Y, tradicionalmente, los 27,3 millones de hispanos que ya son residentes legales y tradicionalmente votan demócrata –por la inercia, que les representa como el partido de las minorías– lo hacen en escaso número respecto al resto de los electores.

Paradójicamente, el partido que ha hecho más por los inmigrantes en las últimas décadas ha sido el republicano. Draper recuerda en su artículo que en 2001 el presidente George W. Bush logró que tres millones de «sin papeles» fueran legalizados . Pensó incluso en conceder una amplia amnistía, pero los atentados del 11-S cambiaron la agenda del país. Ni Clinton antes ni después Obama demostraron esa compasión y esa generosidad hacia los inmigrantes.

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