Paloma de la paz que había sido preparada para la firma de los acuerdos
Paloma de la paz que había sido preparada para la firma de los acuerdos - AFP

Los colombianos cuestionan la forma en que se llegó al pacto con las FARC

El Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos aporta la esperanza de lograr el consenso con los detractores del acuerdo

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Colombia amaneció hoy con el mismo desconcierto con el que se acostó el domingo pasado. Las razones son diferentes pero convergen en el mismo propósito: los acuerdos de paz con las FARC. La concesión del premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos rompió, como con el plebiscito, todos los pronósticos. Su efecto de puertas adentro podrá comprobarse con el transcurrir de los días, pero la alegría y satisfacción que se muestra en el mundo no es un reflejo exacto, de nuevo, de lo que pasa en Colombia.

La candidatura del presidente Santos se daba por descartada el lunes, cuando el plebiscito había echado por tierra su proyecto de paz sellado en La Habana y «refrendado» ante una docena de presidentes junto a organismos internacionales de todo el mundo.

La sorpresa de la concesión del Nobel, comunicado a las 4 de de la madrugada hora colombiana, provocó diferentes reacciones a medida que los colombianos amanecían. En el seno de las FARC, el tuit inicial de «Timochenko», en el que se refería al hecho en tono peyorativo, dio paso horas más tarde a unas felicitaciones a Santos, pero también a los países «garantes de Cuba y Noruega, y acompañantes, Venezuela y Chile, sin los cuales sería imposible la paz». Su compañero de armas, «Iván Márquez», fue más pragmático desde el principio al escribir que «esperamos que el galardón le dé al presidente Santos fuerzas para darle vida al Acuerdo Final y dignidad a todos los colombianos».

El premio Nobel de la Paz viene a compensar el revés en las urnas de Juan Manuel Santos y coloca a los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana en una situación poco confortable, pese a ser imprescindibles para que esta historia tenga un final, si no feliz, al menos pacífico.

Dos mensajes

El mensaje de Oslo se suma a las presiones de la comunidad internacional para que se llegue a un acuerdo con la guerrilla, que ahora parece estar más receptiva y entender mejor el escenario. Pero el mensaje de las urnas el pasado domingo fue otro: el pueblo no aceptaba la manera en que Santos había pactado la paz con las FARC. Dicho de otro modo, «sí» a la paz con la principal guerrilla, pero «no» esa paz.

En este contexto, no parecería osado anticipar que el Nobel podría tener similar recepción que la que tuvo el plebiscito. Joshua Mitrotti, director de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), consideró el premio «más que merecido». «Lo que se hizo en Colombia es muy importante y lo tenemos que cerrar bien. Tenemos que encontrar salidas de consenso con todos los partidos políticos, con los de la oposición particularmente, para conseguir una paz estable y duradera en el largo plazo», agregó Mitrotti.

Yordán Ordóñez, exparamilitar reinsertado en la sociedad, también lo consideró una buena noticia. «Hay que reconocer que el señor presidente ha sido muy persistente», observa. Dicho esto y, tras recordar que él votó «sí» el domingo, añade que «ojalá esto incentive a continuar con el proceso».

Natalia Bedoya, votante del «no», lo mira sin acritud y retuitea el mensaje de Uribe, poniendo por delante un «ojalá demuestre verdadera voluntad de paz cambiando puntos del acuerdo dañinos para la democracia». Santos se ha convertido en el segundo colombiano en recibir un Nobel. El primero fue Gabriel García Márquez, de Literatura. Entonces nadie lo cuestionó, pero no es lo mismo hacer literatura que sentarse a negociar con las FARC.

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