El ministro británico para el Brexit, David Davis, escucha al negociador europeo Michel Barnier
El ministro británico para el Brexit, David Davis, escucha al negociador europeo Michel Barnier - AFP

Bruselas insta al Reino Unido a poner sus cartas sobre la mesa

La segunda ronda de negociación acaba sin acuerdo sobre lo que debe pagar Londres

CORRESPONSAL EN BRUSELAS Actualizado: Guardar
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Las negociaciones sobre el Brexit empiezan mal. Los 98 funcionarios del equipo negociador británico no han sido suficientes para aclarar cuáles son las posiciones del Reino Unido, lo que está exasperando a los europeos que insisten en que no pueden avanzar sin saber qué quiere la otra parte. Hasta tres veces lo dijo ayer el negociador europeo, Michel Barnier, en la conferencia de prensa conjunta con su homólogo británico David Davis, al término de la segunda ronda de contactos. Y en el único capítulo en el que Gran Bretaña ha explicado cuál es su oferta, en el de los derechos de los europeos que se queden en su territorio, los desacuerdos en los elementos esenciales siguen bloqueando cualquier avance.

Para Barnier, la cuestión del acuerdo financiero, es decir, los números de la cuenta del divorcio, es un asunto «esencial e inseparable» de cualquier otro.

A su juicio, es positivo que el Gobierno británico hubiera dicho la semana pasada que tiene a gala «honrar sus compromisos internacionales» lo que se interpreta como un reconocimiento de principio de que aceptan hacerse cargo de su parte en todas las facturas pendientes de las decisiones que aprobaron como miembros de la UE. Davis, que estaba a su lado, no hizo ninguna alusión a esa declaración y ni ratificó esa interpretación. Es más, según su versión, las conversaciones sobre este capítulo fueron «rudas pero constructivas». Lo cierto es que hay una parte del gabinete británico que no es partidario de pagar ninguna cuenta porque interpretan que la voluntad de salir de la UE incluye el cerrar en seco el flujo de dinero hacia Europa; y hay otra que aceptaría un pacto, pero prefiere que la opinión pública pueda interpretarlo como el coste de la nueva relación, más que como la última factura de la separación.

La UE no quiere hablar de cifras, porque es evidente que ahora se interpretaría como una provocación, pero ha hecho ya un análisis legal de lo que entiende que debe incluirse en el arreglo financiero. Este detalle interesa en realidad a todos los países, porque lo que dejen de pagar los británicos deberán suplirlo los demás países que permanecen en la UE, pero por ahora los británicos no han entrado en ningún detalle. Y eso es malo, porque significa que después de dos rondas de negociaciones, están en los prolegómenos y será difícil que se cumplan los plazos marcados para este proceso.

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