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Boris Johnson - AFP

Boris Johnson presenta a May sus líneas rojas del Brexit

Le envió una carta que se ha filtrado exigiendo salir del mercado único y no aportar fondos a la Unión Europea

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Pasados más de dos meses desde el referéndum sobre la UE, el Gobierno británico sigue sin tener un guión de cómo articular el mandato de las urnas, más allá del latiguillo voluntarista del «Brexit significa Brexit», que Theresa May repite cada semana.

En el seno del Gabinete se libra una liza en la sombra entre los moderados, como el nuevo responsable de la economía, Philip Hammond, que considera crucial permanecer en el mercado único europeo -sobre todo para la City- y los ministros más bréxiters. En este contexto se ha producido la primera filtración desde que May llegó al poder, una carta de Boris Johnson revelada por «The Times», al parecer enviada a la primera ministra a finales de julio.

El ministro de Exteriores le fija de un modo muy directo sus líneas rojas para la negociación con Europa.

Johnson fue rescatado por May para la alta política, después de que la sonada traición de Michael Gove, su aliado en la campaña del «Leave», lo arrojase a la cuneta en la pugna por el liderazgo tory. El exalcalde de Londres fija cuatro exigencias de cara a la negociación de salida. Lo más notable es que demanda a su jefa que el Reino Unido abandone el mercado único europeo y deje de aportar fondos al presupuesto comunitario, al que ahora hace una contribución neta anual de 10.130 millones de euros. También establece como líneas rojas que el país se desvincule de la legislación comunitaria y el fin del sometimiento al Tribunal Europeo de Justicia.

Johnson fue el mascarón de proa de la campaña del «Leave» y sedujo a muchos británicos con su carisma peculiar, casi más de estrella del rock que de político. Sus allegados aseguran que él no ha filtrado la carta, que habría sido escrita tras su visita en París a su homólogo francés, el pasado 28 de julio.

Los politólogos británicos creen que los planteamientos de Johnson están ganando fuerza en el ánimo de la primera ministra, una política hípercontroladora, que seguramente acabará llevando la negociación de su mano. Pero otros observadores valiosos de la política inglesa no descartan que al final el Brexit acabe resultando una historia lampedusiana: todo tiene que cambiar para que nada cambie. El ex primer ministro laborista Tony Blair, que hizo campaña por la permanencia, cree que el Reino Unido podría «cambiar de idea» y finalmente continuar en la UE. En una entrevista con una radio francesa explicó que esa hipótesis no es probable ahora mismo, pero puede cobrar fuerza a medida que avancen las negociaciones de salida, que durarán dos años.

No es inevitable

Blair considera que los británicos «no saben todavía lo que significa el Brexit, pese a haber votado por él», y puso un ejemplo: «Hemos hecho algo bastante extraño, que es cambiar de casa sin haber visto antes cómo es aquella a la que nos vamos a mudar. No conocemos todavía los costes y consecuencias del Brexit». A su juicio, la salida no es inevitable, a pesar de que el «Out» se impuso el pasado 23 de junio por 51,9% contra 48,1%.

Sus palabras, calificadas de «despreciables» por parlamentarios tories eurófobos, chocan con las de la nueva primera ministra, Theresa May, agarrada a una frase: «Brexit significa Brexit y vamos a convertirlo en un éxito».

May, que a pesar de ser euroescéptica hizo una tibia campaña a favor de la permanencia, se encuentra entre dos fuegos: el ala más eurófoba de su partido le exige invocar ya el artículo 50 que inicia la salida, mientras que los tories más europeístas la acusan de no tener una estrategia clara para salir del enredo que ha supuesto para el país el voto pro Brexit. Por ahora ha dejado claro que en lo que resta de año no aplicará el artículo 50 ni iniciará las negociaciones formales con Europa.

El Brexit ha acrecentado también las tensiones territoriales, tal y como habían vaticinado en la campaña los ex mandatarios Major y Blair. El pasado viernes, la primera ministra escocesa, Sturgeon, lanzó una vidriosa campaña de presión a los escoceses unionistas, de cara a demandar un segundo referéndum de independencia.

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