El barón Wado Empain: su secuestro acabó con una saga industrial

Édouard-Jean Empain nació en Budapest el 7 de octubre de 1937 y falleció en Pontoise el 20 de junio de 2018. Huérfano de padre desde 1946, en 1969, sin diploma universitario, tomó las riendas del conglomerado industrial fundado por su abuelo y en doce años dobló su volumen. Sus dos meses de secuestro en 1978 cambiaron su vida para siempre.

AFP

José María Ballester Esquivias

El 23 de enero de 1978, el barón belga Wado Empain fue secuestrado en las inmediaciones su domicilio parisino de la Avenida Foch. Una simulación de accidente -un ciclomotor tirado en plena calzada- permitió a una primera avanzadilla de gánsteres interceptar su coche, conducido por su chófer. Inmediatamente después, otros irrumpieron desde camionetas y esposaron a Empain, antes de taparle boca y ojos. No era un suceso cualquiera: en ese momento, el barón encabezaba un conglomerado industrial, Empain-Schneider, que daba trabajo a ciento cincuenta mil personas y estaba formado por más de trescientas empresas, algunas de ellas pertenecientes a sectores estratégicos, como Framatome, antecesora directa del gigante nuclear Areva, o Spie-Batignolles, compañía señera -aún lo sigue siendo- del sector de la construcción.

Tamaña posición empresarial impulsó al Gobierno a montar una célula de crisis . La confusión reinó en un primer momento: un grupo de ultraizquierda reivindicó el secuestro. Pronto, sin embargo, se descartó el móvil político. El detonante fue la petición de los secuestradores de un rescate de 80 millones de francos. Asimismo, hicieron llegar a la Policía un frasco de formol que contenía una falange del meñique izquierdo de Empain.

El conocido como «affaire Empain» se convirtió desde entonces en un culebrón en el que los secuestradores controlaron los resortes psicológicos a través de un tira y afloja constante con la cantidad del rescate, y también mediante episodios rocambolescos. El más notable tuvo como escenario la localidad alpina de Megève, tomada discretamente por unidades policiales de élite. En el último instante, los representantes de los secuestradores plantaron al comisario Jean Mazzieri.

La siguiente trampa fue aún más enrevesada: una llamada telefónica citó a Mazzieri en el arcén de una autopista cercana a París. El comisario acudió igual de protegido que en Megève para, en principio, entregar la cantidad del rescate. El consiguiente tiroteo se saldó con l a muerte de un secuestrador y la detención de otro , que acabó llamando a sus cómplices para que liberasen al barón. Éste apareció en chándal en una estación de metro parisina el 26 de marzo de 1978, con diez francos en el bolsillo.

La libertad recobrada no terminó con su suplicio. Al volver a casa, solo su perro se alegró. Sus colaboradores le recibieron con frialdad . Empain descubrió que, en su ausencia, sus herederos habían empezado a mover su testamento y que el organigrama de su grupo había sido reformado. Retomó el control de sus negocios y se divorció. Pero ya nada era lo mismo y en 1981 vendió sus acciones de Empain-Schneider. Así terminó la historia de una saga industrial iniciada a mediados del siglo XIX por su abuelo, el primer barón -título concedido por Leopoldo II-, un emprendedor de mentalidad cosmopolita que apostó con éxito por la energía y los transportes y cuya herencia cultural más relevante fue el elegante barrio cairota de Heliópolis.

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