Ataque a Siria: un gesto «para salvar la cara a los líderes occidentales que alimentará el terrorismo»

El periodista Tomás Alcoverro, corresponsal en el Líbano desde hace cuatro décadas, analiza la situación en la región y habla de su último libro, «La noria de Beirut»

Imagen por satélite de una de las instalaciones destruidas por los bombardeos en Siria AFP
Susana Gaviña

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El periodista Tomás Alcoverro (Barcelona, 1940) presentó hace justo un año en Madrid su libro «¿Por qué Damasco?» (Ed. Diëresis), en el que relataba cómo había evolucionado el conflicto sirio . Su publicación coincidió entonces con un ataque químico -de gas sarín- en la localidad siria de Khan Sheikhoun, que dejó al menos 80 muertos. En aquella ocasión, el gobierno del recién llegado a la Casa Blanca, Donald Trump, decidió bombardear, con 59 misiles Tomahawk, la base aérea de Al Shayrat.

Portada del ilbro

Un año después, Alcoverro ha vuelto a Madrid para presentar un nuevo libro, «La noria de Beirut» (Ed. Diëresis) , una recopilación de artículos publicados en «La Vanguardia», periódico del que es corresponsal, y que abarca las últimas cuatro décadas -«y algunos escritos expresamente para este libro», matiza el autor-. En ellos traza una radiografía del Líbano y de la región a través de sus numerosos conflictos -guerra civil, entre 1975 y 1990; guerra de Israel con Hizbulá, en 2006...-, pero también a través de pequeñas historias personales, de personajes conocidos y otros anónimos. «Es un libro lírico y humilde», confiesa durante una charla con ABC en la Casa Árabe.

Como es natural, y Alcoverro como periodista lo entiende, la actualidad manda y desvía el tono de las primeras preguntas. Su última publicación ha coincidido de nuevo con otro ataque con armas químicas, presuntamente lanzado por el régimen de Bashar al Assad , sobre la ciudad de Duma. Un ataque que ha dejado entre 40 y 60 muertos y centenares de heridos. La respuesta ha sido un ataque combinado en el que han tomado parte EE.UU.,Francia y Reino Unido , contra objetivos militares, en los que se cree se guardaban armas químicas. La acción, que duró hora y media, no provocó daños personales, pero indudablemente tendrá consecuencias.

-¿Esperaba que se produjera este ataque?

El ataque esperado y terrible, que anunciaba el presidente de EE.UU., no se ha podido producir porque una cosa es hablar y otra actuar. Ha quedado en lo que algunos llaman una advertencia. Todos están de acuerdo en que era algo que había que hacer porque Trump se había comprometido mucho. En cuanto a si esto ha servido para algo..., para nada, excepto para salvar la cara a los líderes occidentales. El bombardeo no ha servido ni para debilitar al régimen de Siria, ni para cambiar los condicionantes de los frentes de batalla. La evidente ganancia en todo esto ha sido para Al Assad, que ha recuperado Guta Oriental. Ya hay gente que dice en los países árabes que puede haber servido para algo malo: darle al terrorismo un mayor aliento. Es un ataque occidental contra un país árabe y lo que va a hacer es alimentar más el terrorismo. Otra cosa que está clara es que el ataque se produce un día antes de que la misión de la ONU entre en el país para investigar si había armas químicas. ¿Por qué se ha adelantado el ataque entonces? Damasco considera que la intención es que no se investigue. Eso me da pie a para pensar que se puede repetir lo que sucedió en Irak, sobre la existencia de armas de destrucción masiva, y que se puede caer en la misma equivocación.

¿Qué otras consecuencias cree que tendrá este ataque?

Ha aplazado el final de la guerra en Siria, ha perturbado las negociaciones de paz por lo que se prolongará el conflicto. Lo bueno es que ha rebajado los aciagos presagios de una confrontación internacional. Aunque, debo de añadir, que todavía no ha llegado el verano, una época en la que siempre repuntan los conflictos. El año pasado, cuando tuvo lugar el otro ataque químico, en Líbano existía cierto miedo a que el aeropuerto de Beirut fuera cerrado; y a que la situación con Hizbulá pudiera calentarse. Ahora, estamos en periodo electoral en Líbano y estoy convencido de que el tema de Siria va a ser esencial en los comicios. Por una parte, porque está el problema de millón doscientos mil refugiados sirios que están en el país, que preocupa mucho; así como la supervivencia del régimen de Al Assad.

¿Cómo ha afectado la avalancha de refugiados sirios en el Líbano, un país que solo tiene seis millones de habitantes?

Líbano no podía cerrar las fronteras porque centenares de miles de libaneses, en la última guerra en 2006, se refugiaron en Siria. Y en la gran guerra, del 75 al 90, Siria abrió de par en par las puertas. La diferencia está en que no puedes comparar al refugiado libanés que se iba a un hotel en Siria, y que tenía cierto nivel económico; a la pobre gente de Siria, que vive en malas condiciones. El gobierno de Hariri, que hace una política contra el régimen de Al Assad, calculó mal, como han hecho muchos. Partieron de la base de que el régimen de Al Assad caería en poco tiempo, por lo que los refugiados regresarían pronto a sus casas. Algo que no ha ocurrido. Esto supone un enorme problema, porque tiene que asumir a muchísima gente, que no es la que va a Europa, si no que es mucho más pobre, analfabeta y peligrosa. Además, el mayor temor es que como la mayoría son suníes podrían romper el equilibro entre suníes y chíes que existe en el Líbano.

Su libro «La noria de Beirut», que publica ahora, es una recopilación de artículos en los que retrata la historia más reciente del Líbano, país que visitó por primera vez en 1970 y en cuya capital se intaló a vivir en 1979. Durante cuatro décadas ha escrito sobre sus conflictos, su gente, sus costumbres y su cultura...

El libro anterior, «¿Por qué Damasco?» funcionó muy bien, y ahora que estoy jubilado, desde hace unos meses, tenía tiempo para escribir otro libro...

¿Un periodista como usted, al que llaman el «Decano», realmente se puede jubilar?

He estado durante cincuenta años muy ligado por mis horarios y la información del día a día me limitaba mucho. Ahora puedo ir de aquí para allá. En este libro, que además de artículos ya publicados se incluye varios nuevos, he intentado hacer algo muy personal, y algo lírico. Es un libro modesto que me gusta porque está escrito de una manera muy normal.

El periodista Tomás Alcoverro, corresponsal en Beirut JOSÉ RAMÓN LADRA

Es un libro tan personal que incluye incluso su paso por el hospital...

Fue idea del editor. Yo no me atrevía. En ese momento yo me sentí muy arropado por gente que había conocido fuera de mi país y de mi ciudad, y me sentía muy acompañado...

¿En ese momento se sentía menos extranjero entre extranjeros?

(Se ríe) Creo que me sigo sintiendo extranjero entre extranjeros. Es algo que para mi condición me va muy bien. Hay un tema que interesa mucho en este Oriente Próximo que desaparece, que es el tema del levantino, un tipo de gente que ya prácticamente no existe: alguien que sería cristiano, francófono y que habría vivido la época del cosmopolitismo de Alejandría, y de las minorías cristianas en Estambul y en Esmirna, en Salónica... Gente que ha dado un tipo de artista como Dalida, Georges Moustaki [a los que menciona en el libro], que es una mezcla de griego-alejandrino que canta en francés y que representa ese cosmopilismo de Alejandría, provocado en los años 60 por el comercio del algodón...

En el libro hace referencia a lugares emblemáticos de Beirut, como el bar del hotel Saint Georges, donde se reunían espías y periodistas; el hotel Commodore o el Café de los espejos. ¿Ha cambiado mucho la ciudad en los últimos 40 años?

Ha cambiado para peor. La ciudad ha crecido mucho y la que yo conocí era bastante fácil de describir: en el oeste estaban los musulmanes y greco-ortodoxos; y en el otro lado, sobre todo cristianos. El fenómeno sociológico, que yo he vivido, es que en 40 años ha crecido otro Beirut, uno chíi, que está pegado al aeropuerto, donde manda Hizbulá. Una zona en la se han congregado los chiíes que iban del sur del país, que huían de los ataques de Israel a esa zona en la que estaban los palestinos. El resultado fue un éxodo muy importante. Ese nuevo gueto ha cambiado la historia de la ciudad. Cuando llegué, en 1970, no había prácticamente chiíes. Ahora se ha convertido en una fuerza política y social. En mi opinión esto es producto de la revolución iraní de Jomeini, sin ella no hubiera ocurrido esto en el Líbano. Irán tiene a Beirut como balcón del Mediterráneo.

A lo largo de estas cuatro décadas ha vivido momentos complicados. Además de las guerras, a su alrededor se producían atentados y secuestros entre occidentales... ¿Alguna vez se planteó dejar la ciudad?

No. Estoy muy bien. Ahora tal vez no paso tanto tiempo pues viajo más a España por el libro y por conferencias. Tengo la suerte de tener casa en Barcelona y en Beirut. Lo que pretendo, en los años que quedan, es no cambiar de estilo de vida, el que he tenido como corresponsal.

Ahora que viaja con más frecuencia a Barcelona, ¿cómo ve las cosas en su otra casa?

Me recuerda bastante lo de allí. Cataluña es un país pequeño y el Líbano también. Y los países pequeños son muy peligrosos porque tienden a pensar que son el centro del mundo. El país pequeño tiene el enorme peligro de no darse cuenta de qué tiene alrededor y de que son pequeños. En ambos casos están divididos y muy fragmentados porque tienen sociedades muy complicadas,

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