Un mensaje que dice Fraude Constituyente escrito con billetes, este sábado en Caracas
Un mensaje que dice Fraude Constituyente escrito con billetes, este sábado en Caracas - Efe

Asamblea Constituyente de VenezuelaMaduro asesta su último golpe a la democracia

La oposición tomará las calles en un intento desesperado de frenar la votación de la Constituyente, que liquidaría el Parlamento por sufragio

Enviada especial a Caracas Actualizado: Guardar
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Sombra del pasado democrático y hasta caricatura de los gobiernos de Hugo Chávez, la Venezuela de hoy se dispone a encajar el último golpe del presidente, Nicolás Maduro, y el resto de los jerarcas del régimen militar. Las urnas electrónicas, para elegir a 545 candidatos del Gobierno para formar una Asamblea Constituyente, están blindadas por la Guardia Nacional, las milicias bolivarianas y la aviesa inteligencia informática.

En Venezuela se vota este domingo por la fuerza y con el rastro de sangre de 109 muertos en poco más de tres meses. Se vota porque a los funcionarios que no lleguen a hacerlo les advirtieron de que su futuro es la calle para siempre. Se vota con algo más que una sospecha de que el resultado del escrutinio está escrito con la tinta de la trampa y el fraude.

La excusa del régimen es abrir las urnas, que ya no existen, para arrojar a la basura la Constitución de 1999 de Hugo Chávez, el caudillo bolivariano que resucitaron en campaña para estimular a las masas decepcionadas.

El argumento del Gobierno es que a la Venezuela de hoy, la que ellos presentan como la encarnación de la modernidad, el nacional socialismo del siglo XXI y la victoria de la lucha contra un imperio ficticio que la oprime, necesita, como el pan que no tiene, una Asamblea Constituyente que redacte otra Carta Magna.

Maduro y los suyos, aferrados al poder

La verdad que se oculta tras la cortina rasgada de esa decisión es otra más banal: no perder el poder. La coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y más de siete millones de votos le hicieron ver a Nicolás Maduro, en la consulta popular del pasado 16 de julio, que sus días estaban contados si accedía, como obliga la ley, a convocar elecciones.

No dudan las encuestas. Delphos reconoce a un 78% de la población que reclama un cambio de gobierno por la vía electoral mientras un 5% prefiere, directamente, un golpe de Estado. Aquellos votos del día del Carmen que se emitieron con luz y expresidentes iberoamericanos de taquígrafos (Laura Chinchilla, Vicente Fox, Tuto Quiroga, Andrés Pastrana...), dijeron no a lo que hoy, cuando caiga el sol, será un hecho consumado. Otro más contra los restos de una democracia que dejó de ser.

El pronóstico de ayer para Venezuela era malo y el de mañana promete ser peor. Los venezolanos lo saben, pero todavía no se entregan. Hoy sueñan con hacer posible lo imposible, que no haya Constituyente. La MUD, con la brújula o el GPS de las decisiones desconfigurado, pidió ayer suspender las «trancas» (bloqueos) que la misma Mesa de la Unidad había pedido instalar. Para hoy también volvió a dar marcha atrás y propuso retomar el proyecto de una gran manifestación en Caracas. La cita de la madre de las manifestaciones -salvo que vuelva a recalcular- será en la autopista Francisco Fajardo, punto neurálgico de la capital.

Pero las instrucciones de la MUD no son para la población lo que eran. Decepción, descontento e información dispersa o que no llega, generan un escenario de cierta anarquía en la oposición que impide que la población cierre filas frente a sus anuncios.

Los tumbos de la MUD están directamente relacionados con el decreto firmado por Maduro esta semana que prohíbe, bajo penas de entre cinco y diez años, expresiones o manifestaciones que perturben el proceso electoral. Leído con detenimiento todo el documento, roza -o quizás anticipe- el Estado de sitio.Con todo, el régimen militar no pueda apagar la voz -y el eco- de la protesta. Ni siquiera con las expulsiones en serie de periodistas extranjeros. «En los últimos días hemos deportado cerca de una treintena», reconoce una fuente de Migraciones.

En cualquier caso, es evidente que el Gobierno tiene los votos y las botas. La Guardia Nacional (cuerpo militarizado), los paramilitares de los «colectivos» (se intercambian los uniformes) y su Policía parecen estar dispuestos a llevarse por delante, con tanques y tanquetas si hiciera falta, troncos, bloques de cemento y a los ciudadanos que los atraviesan.

El sector violento de «La resistencia», donde se encuadran los jóvenes antisistema que fabrican cócteles molotov como arepas (panecillos típicos) siente que no tiene nada que perder, desprecia a la MUD y se prepara la batalla final, «porque mañana van a salir a cazarnos», insisten.

Centro de votación atacado

En el municipio de Tovar (al oeste, en el Estado de Mérida) «La resistencia» reventó un centro de votación la víspera, destruyó el material electoral, prendió fuego a las máquinas y desnudó a los policías, que salieron huyendo en cueros a sus casas.

La imagen era impensable hace apenas tres años, cuando Maduro, conocido como «el hijo de Chávez», tomó el puesto del padre todopoderoso. El hambre y la miseria, en el país con mayores reservas de petróleo del mundo, tiene esas cosas. La gente estalla y eso que el miedo persiste aunque no desaparece. «¡La Constituyente sí va! ¡Numeral¡ ¿Pueblo en modo?…Constituyente!», responde el público a Diosdado Cabello.

El hombre fuerte del régimen, aunque hoy sea un simple diputado, arenga a su auditorio que repite la proclama. El verdadero poder y más a partir de mañana será él, aseguran los críticos. Su programa en la televisión lo dice todo, «Con el mazo dando».

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