«Nos han arruinado la vida con su negligencia»

ABC viaja a la zona del derrumbe del puente, donde por temor a otro desplome los vecinos no pueden entrar en sus casas ni para coger lo imprescindible

Los Ranieri ABC

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«Fíjese cómo está el puente, se ve la corrosión; ya sabíamos que esto cualquier día se caía. ¿Usted cree que el estado en que está ese puente es digno de un país como Italia y para esta ciudad?». María Di Frusco nos habla con rabia sin poder aguantarse las lágrimas cuando un bombero le ha dicho que no podría entrar en su casa. Tuvo que escapar con su familia y durmió en el Centro Cívico -a un par de kilómetros de su casa- junto a otras 50 personas. Ayer volvió a su casa con la esperanza de poder llevarse las cosas más necesarias. Pero ahora no se lo permiten, porque hay riesgo de nuevos desplomes.

Durante toda la mañana continuaron los trabajos de rescate entre escombros y bloques de cementos. Pero poco antes de la una de la tarde del martes, las operaciones de búsqueda se tuvieron que interrumpir por el peligro de que se hundiera un pilar del viaducto. Han tenido que ser evacuadas más personas de las casas situadas bajo el puente. En total 632 personas son las que han tenido que abandonar sus casas, que serán demolidas, como también será destruido lo que queda del puente.

Estas familias -la mayoría vive en la calle Enrico Porro- se consuelan porque al menos pudieron salvarse al no caer el puente sobre sus casas. Desde primera hora de la mañana, algunos vecinos pudieron entrar en sus domicilios, siempre acompañados por los bomberos, que informaron a los que hacían cola ante uno de sus vehículos para identificarse que ya no podrían entrar en sus casas, porque «la situación del puente es inestable y ha riesgo de desplomes».

Desesperación

«Nos han arruinado la vida con su negligencia, no nos dejan ni entrar en casa a coger lo imprescindible», reconocen con rabia vecinos como Maria Di Franco. Más calma aparentan Pasquale Ranieri, de 86 años, y su mujer, Grazia, de 83, que se tienen que marchar después de esperar en vano toda la mañana para ver si un bombero los acompaña a su casa. «Al menos no estamos muertos», dice Pasquale, quien no tiene dudas de que el desplome se iba a producir tarde o temprano: «Todos lo sabíamos. No se sabía el mantenimiento que requería el puente. Así que no me ha extrañado lo que ha pasado». Produce cierta ternura el matrimonio, sin duda la pareja de más edad entre los vecinos evacuados. «Fue como una bomba. Parecía un terremoto. Bailábamos en la casa», dice con ironía.

Buena parte del vecindario tenía claro que el puente se iba a caer en cualquier momento. La situación que han vivido la califican de «infierno», pues llevan casi tres años sin poder dormir por las noches, a consecuencia de las obras que se hacían para la consolidación del puente. «Nos prometieron, y así estaba escrito en los carteles de la obra, que serían ocho meses, pero ya llevamos casi tres años de obras. Esto es un sinvivir», comenta a ABC Vincenzo Capello.

La mayoría de los evacuados es gente modesta, trabajadores, casi todos genoveses. Hay algunos hispanos, como Gabriel, dominicano trabajando en el sector turístico: «Yo vivo justo debajo del puente, porque vivo en el último piso. Mi hija de cinco años se me abrazó aterrorizada sin entender por qué el puente se derrumbaba».

A primera hora de la tarde, los bomberos piden que todo el mundo se aleje de la zona por riesgo de desplome. Algunos vecinos se retiran con resignación, sin ocultar su rabia. El matrimonio Ranieri vuelve despacio hacia el Centro Civico. Van con una pequeña bolsa que se trajeron con ánimo de llenarla con las cosas más imprescindibles. Se la llevan vacía.

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