Fotografía de archivo de un hombre que camina con una pierna artificial
Fotografía de archivo de un hombre que camina con una pierna artificial - REUTERS

Los amputados por la guerra en Mosul se agarran a la esperanza de regresar a casa

«Yo puedo ver una guerra cuando veo la pierna destrozada, cuando veo la rabia en el rostro de esa gente; cuando vienen sin brazos, sin piernas o sin la mitad de la cara», cuenta Attilia Serpelloni, coordinadora en un centro médico de Mosul

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Ahmed Subhi, de 15 años, sufrió quemaduras de segundo grado y le amputaron un pie por el impacto de un proyectil de mortero lanzado por los yihadistas en el barrio de Al Rifai, en el oeste de Mosul, donde había ido a buscar comida. Ahora, se recupera en un hospital en Erbil, con la esperanza de volver a andar.

Con los auriculares puestos y mirando vídeos en el móvil, el joven reposa junto a su padre, Hasan, originario de Tel al Rumán (oeste de Mosul). Su historia comienza cuando en enero decidieron ir a los campamentos de desplazados huyendo de los intensos combates librados contra Daesh. A principios de marzo le llegó la noticia de que su distrito había sido liberado por las fuerzas iraquíes.

Su casa había quedado intacta, por lo que decidieron empaquetar de nuevo sus objetos y partir con rumbo a su hogar, aunque la contienda siguiese a pocos kilómetros de allí. Sin electricidad, sin agua ni dinero, así sobrevivían cada día, teniendo que ir al barrio de Al Rifai, en el noroeste de Mosul, para recibir la comida y el agua que las ONG y el Ejército iraquí entregaban.

El pasado 3 de junio, Hasan decidió mandar a su hijo Ahmed y a su hermano a recoger las entregas de alimentos. Sin embargo, un proyectil de mortero impactó en un edificio «que utilizaba el Daesh como almacén de explosivos», según cuenta el progenitor. La explosión alcanzó a los niños y a decenas de personas. A Ahmed le afectó gravemente las piernas y los brazos. Tras el ataque, inmediatamente le llevaron a una clínica de Médicos sin Fronteras (MSF) en Hamam al Alil, a unos 25 kilómetros al sur de Mosul. Solo estuvo allí un día, pues 24 horas después se encontraría en la cama del Hospital de la ONG italiana Emergency, en Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí, donde le fue amputado el pie izquierdo para poder salvar su pierna y que pudiese andar en el futuro.

«No tendríamos que haber vuelto en ese momento a Mosul», se lamenta ahora el padre. En futuro próximo ve dos problemas: no puede volver pronto a casa y ya no podrá ir ni a por agua al supermercado, comenta, pesimista, el padre. Echa mucho de menos su hogar, donde le espera su familia. En el hospital, situado en el centro de Erbil, bromea con las enfermeras y espera que la prótesis llegue pronto para poder volver a caminar.

También es el caso de Bilal Hasm, quien junto a una de las enfermeras italianas de Emergency, cuenta su tragedia con el rostro serio. Pero siempre que puede, marcando una sonrisa cuando habla del futuro. Bilal, de 38 años, era conductor de camiones. En uno de sus días libres, el pasado 8 de abril, acudió al distrito occidental de Al Risala desde el barrio de Al Matahín, de donde procede. En el momento en que iban a recoger a su tío, un proyectil impactó en la carretera, mató a su sobrino y le destrozó la pierna derecha a Bilal. Después, fue trasladado de un hospital a otro hasta que llegó a la clínica de la organización italiana, que lleva 20 años instalada en Irak. «Solo miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy mucho mejor que los demás», relata Bilal desde el área masculina de amputados del hospital, donde abraza a una enfermera para decirle: «Yo sigo todas tus órdenes», entre carcajadas.

Espera acudir a Suleimaniya, ciudad vecina a Erbil, donde la ONG tiene otro centro donde acuden los que dejan el hospital para empezar la rehabilitación con sus prótesis nuevas. La mayoría del personal es oriunda de Italia, aunque también han acudido del resto de el mundo como Sarah Whegner, de California (EEUU), que explica que entre el 90 y 95 % de los pacientes que reciben viene de Mosul, donde continúa la batalla para expulsar definitivamente a los terroristas. También está Caroline Erhbar, de Suiza, que en tres semanas que lleva en la clínica se muestra sorprendida por la energía de los pacientes, la mayoría de ellos impaciente por volver a sus hogares.

«Esto ha pasado hace unos pocos meses. ¿Cómo la gente puede volver a sonreír? La única forma es pensar que trabajarán de nuevo y que volverán a la escuela. Pero no van a olvidar nada de lo que ha ocurrido. Ningún ser humano puede», afirma Attilia Serpelloni, la coordinadora médica del centro. «Nunca explico en el exterior nada de lo que ocurre aquí. En Europa no saben lo que están pasado. Lo ven en la televisión, pero no. Yo puedo ver una guerra cuando veo la pierna destrozada, cuando veo la rabia en el rostro de esa gente. Cuando vienen sin brazos, sin piernas o sin la mitad de la cara», aduce. «No nos daremos cuenta nunca del sufrimiento que han pasado» en Mosul, concluye.

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