El acuerdo sobre el Brexit, solo pendiente de los unionistas norirlandeses

Los negociadores han estirado todos los puntos hasta casi tocarse, pero al final obligan a los presidentes a definir la situación en la cumbre de hoy

Juncker confirma el acuerdo para el Brexit con Johnson

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Las noticias sobre la inminencia de un acuerdo de última hora para la salida del Reino Unido de la Unión Europea circularon todo el día en Bruselas, en muchos casos con indisimulado alivio por parte de muchos diplomáticos y funcionarios, que durante estos tres años largos han estado contemplado el Brexit con tristeza primero y con hastío después de tanto mareo político en Londres. Finalmente, a última hora de la tarde los negociadores decidieron tirar la toalla, aunque sin aspavientos de ruptura, porque aunque el calendario es cada vez más ajustado quedan esperanzas de un desbloqueo. Los jefes de Estado y de Gobierno llegan hoy a media tarde a la capital comunitaria para participar en este Consejo Europeo crucial con intención de dejar claro dónde están las cosas y que se puede esperar en las semanas y meses que vienen.

La « salvaguarda irlandesa » sigue siendo el centro de la discusión y a falta de ciertos aspectos meramente técnicos, el acuerdo estaba ayer prácticamente concluido hasta que poco antes de las 9 una fuente del Gobierno británico informó a la BBC que los negociadores habían llegado a un límite sin alcanzar el acuerdo. En Bruselas, fuentes diplomáticas señalaron desde el primer momento que, a pesar de las apariencias, «el problema no está entre Londres y Bruselas, ni entre Londres y Dublín, sino más bien entre Londres y Belfast», en referencia a la posición del Partido Unionista del Ulster ( DUP ) que representa a los nacionalistas –británicos– de la provincia y que condiciona la endeble estabilidad parlamentaria del primer ministro, Boris Johnson .

Ese pequeño partido ha sido durante estos tres años la piedra en el zapato de Theresa May primero y ahora de Johnson, que no logra convencerles de que la solución que se ha encontrado para evitar una frontera en la isla de Irlanda es que acepten un control aduanero en el mar que les separa de Gran Bretaña. La idea de esa separación fiscal, que a juicio de May era inaceptable «para cualquier primer ministro británico», había sido asumida con matices por Johnson como mal menor, a sabiendas de que le resultará difícil que sea aceptada por los más extremistas de entre sus filas. Johnson pretende compensarlo con una rebaja en las ambiciones compartidas para las relaciones futuras, que aparecen en un documento anejo al tratado pero que forman parte también del paquete.

Irlanda , la República de Irlanda, también ha sido estos tres años algo parecido para las posiciones europeas, porque hizo una línea roja infranqueable con la cuestión de la duración del mecanismo de salvaguarda. Dublin insistió siempre en que esa salvaguarda tenía que tener una duración indefinida hasta que el Reino Unido y la UE llegasen a un acuerdo sobre sus nuevas relaciones económicas y que este incluyera los mecanismos necesarios para hacer innecesaria cualquier frontera física en la isla.

A un milímetro

A ese carácter de «indefinido» se le añadía el hecho de que la anterior primera ministra, Theresa May, hubiera preferido poner esas nuevas relaciones a partir de la base de una unión aduanera con la UE, lo que formaba una combinación (unión aduanera indefinida) inaceptable para los partidarios del Brexit más radical y que lo que quieren es precisamente intentar cuanto antes negociar acuerdos comerciales independientes con el resto del mundo.

El caso es que, a pesar de todos esos «aromas de acuerdo» que se anunciaron a lo largo de la jornada, ese acuerdo no pudo llegar y los expertos se quedaron a un milímetro.

Hasta el presidente francés, Emmanuel Macron , había dado a entender que el asunto estaba prácticamente hecho. Según los usos de las instituciones europeas, para que un tema se discuta en el Consejo Europeo tiene que haber sido «digerido» primero por varios filtros (embajadores, ministros, expertos) antes de que la carpeta llegue a la mesa de los presidentes para que estos tomen la decisión. Ese plazo había terminado el martes a medianoche en primera instancia, pero dado que se entreveía la posibilidad del acuerdo siguió abierto hasta ayer. Los funcionarios europeos suelen creer que siempre hay una opción de último minuto, los diplomáticos eran mucho más pesimistas sobre la posibilidad de que los miembros del Consejo acepten tomar una decisión como esta sin haber podido medir antes al milímetro todas las consecuencias.

Así las cosas, lo más probable es que cuando los jefes de Estado o de Gobierno lleguen hoy a Bruselas lo primero que querrán saber es dónde están las negociaciones y si vale la pena que ellos se metan directamente en el jardín de la «salvaguarda irlandesa», cosa poco probable. Según fuentes diplomáticas, lo que sí pueden hacer es «reconocer que existen puntos de entendimiento» para trasladar la sensación de que no hay una ruptura traumática lanzando el mensaje de que el acuerdo sigue siendo posible. Ello deja entonces abierta la posibilidad de que el primer ministro británico tenga que hacer otra cosa que dijo que no haría jamás: pedir una nueva prórroga que ha de ser concedida por unanimidad. «En caso de que se pida, veo más posibilidades de que se conceda que de que se niegue», comentó una fuente que conoce bien los mecanismos del Consejo.

Afavor de que finalmente se opte por la prórroga juega el hecho de que la formación de la Comisión Europea ha encontrado por otro lado tropiezos inesperados con la recusación de tres candidatos a comisario, lo que retrasará al menos un mes más su constitución. Eso significa que no será necesario buscar encajes institucionales para mantener temporalmente al Reino Unido dentro de la UE, ya que la Comisión actual seguirá en funciones y no hará falta que los británicos designen a otro comisario, lo que en estas circunstancias parecería cuanto menos algo exótico. Este traspiés para la alemana Ursula Von der Leyen ha resultado ser muy oportuno, aunque sería necesario que los presidentes celebrasen una cumbre extraordinaria antes de fin de mes si la cuestión de la prórroga no se plantea mañana.

De todos modos, también está previsto que la próxima presidenta participe ya en esta reunión del Consejo Europeo como invitada, porque una vez que se vaya Boris Johnson está previsto que los líderes europeos discutan sobre el presupuesto comunitario de los próximos siete años que se ha de aprobar antes de diciembre. La propuesta que ha presentado la presidencia finlandesa ha sido mal recibida por todo el mundo, empezando por la propia Comisión, que ha dicho que es claramente insuficiente.

Pero unos y otros se excusan diciendo que mientras no se haya pasado el escollo del Brexit nadie está seguro de qué hay que prever, si Londres pagará sus compromisos, si la UE deberá resignarse a asumir esa deuda o si finalmente, por un ya muy improbnable milagro, la retirada británica se anulase.

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