Vista general del canal de Suez
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El canal de Suez, la joya de los «faraones» egipcios contemporáneos

El virrey Mohamed Said Pacha motivó la creación del primer pasaje que unió el mar Mediterráneo y el mar Rojo

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El presidente egipcio Abdel Fatah Al Sisi ha querido dejar su impronta en el país del Nilo y ha celebrado su primer año de mandato con la apertura de un nuevo tramo del canal de Suez. Lo cierto es que la vocación de los dirigentes de ese territorio por las grandes obras no se circunscribe a las pirámides de Gizah, de la IV dinastía (entre el 2.600 y el 2.500 a.C.), sino que encuentra notables ejemplos en los siglos contemporáneos. En el XIX, el virrey Mohamed Said Pacha motivó la construcción del primer pasaje que unió el mar Mediterráneo y el mar Rojo. En el XX, Gamal Abdel Nasser emprendió otro gran proyecto, el de la presa de Asuán, para mejorar la economía de la nación.

El recuerdo de ambos mandatarios se encuentra estrechamente ligado a esas iniciativas.

El nuevo tramo del canal de Suez ha costado para las arcas egipcias 7.900 millones de euros y ha ampliado su recorrido en 72 kilómetros. El original abarcó una distancia de unos 160 kilómetros y supuso una inversión de alrededor de 200 millones de francos franceses de la época, según cálculos del gobierno egipcio. Además, el canal posee una importancia estratégica clave. Como señala la OTAN en su página oficial, dos terceras partes del petróleo que entra a Europa llega por esa vía y permite recortar 7.242 kilómetros de viaje, dado que evita que las embarcaciones bordeen África por el cabo de Buena Esperanza. Pero la seguridad del lugar no está garantizada. El auge de la violencia terrorista practicada por grupos como Estado Islámico ya deslució la inauguración planeada por Al Sisi, con el despliegue de unos 220.000 policías y soldados.

La construcción del canal

Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III y por tanto emperatriz de Francia, llegó a Puerto Said, en Egipto, el 17 de noviembre de 1869, para asistir a una misa que bendijese la inauguración del canal de Suez. Mohamed Said, el dirigente del país del Nilo, esperaba su llegada, al igual que Francisco José I, emperador de Austria. El monarca tomó a la dama del brazo y le condujo hacia un cortejo junto al rey de Prusia, Guillermo I. Un diario galo de entonces, «Le Temps», se hizo eco de aquella cita.

El canal de Suez fue el proyecto más ambicioso al que se enfrentó Egipto durante el siglo XIX. El contexto para la obra fue favorable, dado que los dirigentes de la época apostaron por cualquier iniciativa de modernización. Todo comenzó con la revuelta de Mehmet Alí, un albanés que aprovechó la inestabilidad creada por las campañas napoleónicas y decidió alzarse en armas contra las autoridades turcas, alcanzando el poder en 1805. Por aquel entonces, el país del Nilo era una provincia del Imperio Otomano. La paz llegó con el Tratado de Londres de 1841. A través de su firma, el líder rebelde logró importantes concesiones de Constantinopla: obtener para sí mismo el título de virrey, hereditario, y que el territorio recibiese el estatus de provincia autónoma.

Mohamed Said Pacha, cuarto hijo de Mehmet Alí, fue proclamado virrey de Egipto en 1854. El 30 de noviembre de ese mismo año firmó el primer acta de concesión para construir el canal de Suez. Precisamente fue uno de sus instructores, el cónsul francés Ferdinand de Lesseps, quien recibió «el poder exclusivo de formar y dirigir una Compañía para la perforación del istmo de Suez y la explotación de un canal entre los dos mares, con la potestad de poner en marcha o hacer poner en marcha todos los trabajos de construcción». En el preámbulo, el documento también apelaba a las «ventajas» que supondría para el país «la unión del mar Mediterráneo y del mar Rojo mediante una vía navegable por grandes embarcaciones».

La construcción del canal de Suez salió cara, y no solo en sentido literal. Como señala Bárbara Azaola, especialista en el país, «los costes del canal obligaron al Gobierno egipcio a endeudarse por encima de sus posiblidades». La consecuencia fue «la intromisión europea» en la economía del país, sobre todo durante el mandato del sucesor de Mohamed Said Pacha, Ismail Pacha, que dirigió la nación entre 1863 y 1879.

Crisis en la Guerra Fría

El 26 de julio de 1956, el líder nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser anunció, durante un discurso pronunciado en Alejandría, su deseo de nacionalizar el canal de Suez. El dirigente perseguía varios objetivos con la iniciativa, pero el más importante era obtener financiación para construir la presa de Asuán, que permitiría controlar el caudal de El Nilo y mejorar la economía del país. El proyecto desató una de las crisis más graves de la Guerra Fría.

Las negociaciones para construir la presa de Asuán no fueron sencillas. Francia y Gran Bretaña se negaron a financiar las obras, y cuando el líder nacionalista llamó a la puerta de Estados Unidos, la superpotencia puso condiciones: si Egipto quería el dinero, debía negociar antes con Israel y enterrar sus diferencias, causadas por la cuestión palestina. Nasser no solo hizo caso omiso, sino que fue más allá. El líder egipcio decidió comprar armas a Checoslovaquia, entonces una de las «democracias populares» en la órbita de la Unión Soviética. Con ese gesto, rompió la lógica de la Guerra Fría, consistente en aliarse con uno de los bloques, occidental o comunista, enfrentados.

Ante el gesto del líder egipcio, Estados Unidos suspendió cualquier proyecto de financiación para construir la presa de Asuán. Nasser decidió entonces nacionalizar el canal de Suez. Con los ingresos, pensó, podría costear la obra. Sin embargo, Francia y Reino Unido rechazaron la decisión y planearon, junto a Israel, una intervención militar que comenzó en octubre de 1956 y terminó en un estrepitoso fracaso.

El entonces presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eissenhower, reaccionó con ira: «¿Cómo podemos apoyar a Reino Unido y Francia si al hacerlo perdemos todo el mundo árabe?», afirmó entonces, según recoge el historiador John Gaddis Lewis en su obra «La Guerra Fría». La situación se complicó. El líder de la Unión Soviética, Nikita Kruschov, amenazaba con utilizar armamento nuclear si los europeos no se rendían. Finalmente lo hicieron, junto a los israelíes. «El verdadero ganador», explica Gaddis, «fue Nasser, quien conservó el canal, humilló a los colonialistas y equilibró las superpotencias de la Guerra Fría unas con otras, mientras afianzaba su posición como líder indiscutido del nacionalismo árabe».

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