Refugiados sirios en la provincia de Sanliurfa
Refugiados sirios en la provincia de Sanliurfa - afp

Los yihadistas de Estado Islámico agitan el sureste de Turquía

Al menos cuatro muertos en enfrentamientos entre nacionalistas e islamistas kurdos, mientras Obama pide a las autoridades turcas mayor efectividad contra el flujo de militantes

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«Todavía vemos miles de combatientes extranjeros cruzando a Siria, y después, a menudo, finalmente a Irak. Y no se puede impedir todo ello, pero una gran parte es evitable si logramos una mejor cooperación, una mejor coordinación, una mejor inteligencia, y si supervisamos lo que sucede en la frontera turco-siria de una forma más efectiva». Las palabras del presidente estadounidense Barack Obama, pronunciadas este martes en el marco de la cumbre del G-7 en Alemania, reflejan la impaciencia de este país ante lo que, en la práctica, supone uno de los mayores problemas en la lucha contra el Estado Islámico: el flujo constante de yihadistas a través de Turquía.

«Esta es un área en la que hemos estado buscando una mayor cooperación con las autoridades turcas que reconocen el problema, pero no han desplegado plenamente la capacidad necesaria.

Y esto es algo en lo que creo que tenemos que invertir mucho tiempo. Si podemos detener parte de este flujo de combatientes extranjeros, entonces podremos aislar y expulsar a las fuezas del Estado Islámico que ya están allí», afirmó Obama. Unas palabras que pueden interpretarse como un tirón de orejas a Turquía por no hacer bien sus deberes.

Hace tres semanas, el Comité de Monitorización de la ONU encargado de supervisar la actividad del Estado Islámico emitió un informe en el que estima que hay entre 20.000 y 22.000 combatientes extranjeros en Irak y Siria procedentes de unos cien países diferentes, algunos tan novedosos como Finlandia, las Maldivas y Trinidad y Tobago. Según el documento, hay seis países que, por sí solos, han proporcionado más de mil combatientes cada uno, y otros 42 de los que han partido más de un centenar.

ABC ha constatado la frustración de los servicios de inteligencia y las autoridades policiales occidentales por a la pasividad de las fuerzas de seguridad turcas respecto a este trasiego de militantes, a menudo limitándose a tomar nota cuando sus aliados le facilitan información sobre individuos y redes concretas. Eso explica el que los yihadistas hayan podido publicar con toda tranquilidad un manual, titulado «Hégira al Estado Islámico», en el que proporcionan consejos sobre cómo llegar hasta las tierras del Califato, incluyendo el contacto de varios facilitadores, diversas rutas a seguir, y técnicas para evitar la vigilancia.

Pero la presencia de yihadistas –prominente en ciudades como Sanliurfa, donde ya se han producido varios intentos de secuestro de occidentales, así como de comandantes sirios rivales- amenaza ahora con tener consecuencias para la propia Turquía. Selahattin Demirtas, cosecretario general del partido kurdo HDP (que cosechó un arrollador éxito en las elecciones del domingo, igualando los escaños de los ultranacionalistas turcos), ha acusado al Estado Islámico de estar detrás de los atentados contra su partido, incluyendo la bomba en el mitin de la ciudad de Diyarbakir que dejó tres muertos y dos centenares de heridos.

«En los atentados en Adana y Mersin, aparentemente la persona que puso las bombas había estado recientemente en Siria y había pasado tiempo con el Estado Islámico. Y la otra persona implicada en la tercera bomba [en Diyarbakir] también parece ser que tenía conexiones con el EI», aseguró Demirtas este lunes en una entrevista con la cadena estadounidense CNN. «Creemos que para cometer estos atentados, fue posible porque el trabajo de inteligencia del gobierno fue pobre o porque se sintieron lo suficientemente valientes para poder hacerlo. En cualquier caso, es responsabilidad del gobierno prevenir estos atentados», declaró.

Tenga razón o no, lo cierto es que la cuestión del Estado Islámico provoca violentas reacciones en Turquía. El pasado otoño, el asedio de la ciudad kurda de Kobani, en Siria, generó una oleada de disturbios y enfrentamientos entre los simpatizantes de la guerrilla kurda del PKK y los islamistas kurdos del Partido de la Causa Libre (Hüda-Par), a quienes los otros acusan de apoyar a los yihadistas, que se saldaron con más de medio centenar de muertos. El Hüda-Par es la refundación legal del llamado «Hizbullah kurdo», una sangrienta organización terrorista operativa en los años 80 y 90 que asesinó a cientos de nacionalistas kurdos.

Ahora, estos incidentes amenazan con repetirse: el martes por la noche, hombres armados asesinaron a tiros a Aytaç Baran, líder de una organización caritativa islamista relacionada con el Hüda-Par. Como represalia, esa misma nocha otros militantes, presuntamente miembros de este partido, dispararon en Diyarbakir contra un local de los nacionalistas kurdos, matando a dos de ellos e hiriendo a otro, y ejecutaron a sangre fría a una tercera persona al día siguiente.

«Yo estaba con Aytaç Baran cuando lanzó su último suspiro», ha explicado su abogado, Abdulgani Orhan. «Le habían preparado una emboscada en una calle junto a su casa. Le dispararon cuatro veces con dos armas. La calle tenía siete entradas pero todas habían sido bloqueadas. Había estado recibiendo amenazas, pero dijo: ‘No me marcharé incluso aunque muera’», ha dicho.

Los yihadistas acusan del asesinato a las YDG-H, las juventudes del PKK, aunque estas han negado toda responsabilidad, calificando el incidente de «provocación». Tanto Demirtas como la otra cosecretaria general del HDP, Figen Yüksekdag, han condenado el atentado. «Algunos círculos se han movilizado para instigar una guerra civil», aseguró ayer el líder kurdo.

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