Siete bares de Cádiz que desafían al tiempo

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Su decoración no ha cambiado desde el día de su apertura y puede que sus parroquianos tampoco. No tienen community manager, ni los encontrarán en Facebook. En sus cocinas tampoco se llevan a cabo experimentos para el paladar con técnicas modernas o ingredientes impronunciables. Son los bares de toda la vida, barra y mesas, ya está, o baches, donde copa, plato y charla sobre política o fútbol está garantizada. Estos son algunos, sólo algunos, de los locales necesariamente atemporales e inalterables de Cádiz.

1. La Parra de El Veedor (calle Veedor, esquina calle Plata)

Entrar en este bar de la calle Veedor es como viajar en el tiempo, a un día cualquiera de unos 30 ó 40 años atrás (poco para los más de dos siglos que ha cumplido). Tiene una clientela fija que va a desayunar y a comer algunos de los platos caseros que con tanta amabilidad ofrecen sus propietarias.

En dos visitas cualquier cliente se convierte en uno más de la tertulia. Higaditos de pollo encebollados, salchichas al vino, boquerones en vinagre, pollo en salsa, zanahorias aliñadas… ¿Quién da más?

2. Las Palomas (calle Buenos Aires, 2)

Su archifamosa ensaladilla de un amarillo extraterrestre ha trascendido al tiempo. Casi 70 años de esta receta emblemática, sin atún ni gambas (roza el veganismo) que resume la cocina casera de Las Palomas. Junto a serranito con patatas fritas dentro y a todos los platos de su larga carta plastificada son el alivio de los hambrientos que no tienen tiempo de pararse a reflexionar sobre el futuro de la cocina molecular. En el techo, decenas de bufandas de equipos de fútbol y cientos de fotos en las paredes. Todo como en casa, o como en la casa de alguien.

3. La taberna El Ocho (calle Hércules, 8)

Pequeña taberna de barrio, muy gaditana y de ambiente familiar, dividida en una tienda de desavíos y el bar, este último con lo básico: barra y taburetes. Un mural de una puesta de sol en la playa de la Caleta preside el local: las modas aquí no existen. Para acompañar una copa con alguna conserva, aceitunas o patatas fritas. Los días afortunados hay guisos caseros, de madre: menudo, carne en tomate y las famosas cabrillas en tomate.

4. Bodeguita El Adobo (calle Rosario, 4)

Pescado frito, papas aliñás, ensalada de tomate… Todo en raciones y medias raciones, sin adornos innecesarios. La ventresca de pescadilla, la raya frita o la morena y otros pescados en adobo son sus señas de identidad. Algunas especialidades son realmente infrecuentes en Cádiz. Muchos ni siquiera conocen cómo es el local por dentro de lo pequeño que es, siempre se han quedado en la terraza. Pero aseguramos que el alicatado que adorna la barra y parte de las paredes, sigue ahí. La pericia al freír pescado, también.

5. El Serrallo (Plaza del Mentidero, 1)

Si la esquina de la plaza del Mentidero con Veedor hablase, tendría mucho que contar. La barra de El Serrallo ha sido lugar de reunión de muchos desde hace más de cien años. Es otro clásico. No esperes manteles con diseños modernos, ni sillas DSW, porque poco ha cambiado en los últimos tiempos. Tomar algo en la terraza nunca es mal plan, especialmente si se pide un plato de parpujas con una cerveza acompañado de buen tiempo.

6. Bar Nono (calle Doctor Marañón, 8)

Celebrado y concurrido. Decoración tradicional, sobria y una limpieza tal que parece que cada día fuera el de la inauguración, el primero que abre. Comida en condiciones, casera como el tomate frito de sus albóndigas. Ensaladilla, croquetas (tan celebradas como de las mejores de España que hasta El Comidista vino a probarlas), huevos rellenos, guisos, pescado frito y más, preparado con cariño, como si tu madre estuviera en la cocina. Es una cocina premiada y respetada por crítica y público pero vestida de modesto bar de barrio.

7. Bar Nebraska (calle Brasil, 1)

Más de 30 años siendo uno de los locales de referencia para los aficionados a los caracoles y las cabrillas con tomate. Es complicado saber de qué color son sus paredes porque suele estar lleno de clientes. Merece la pena estar en esta lista por sus tapas legendarias como la tortilla de patatas y la carne mechada. La película homónima que le dedico Alexander Payne en 2013 es una preciosidad conmovedora pero igual no tiene mucho que ver con el bar ni con lo que estamos hablando. Los camareros no habrán salido de ninguna escuela de hostelería pero son muy diligentes y amables. Por muchos años más.

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