La amarga desparición de La Gloria

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Estas Navidades han sido distintas en muchas mesas gaditanas con el cierre del Horno La Gloria, obrador emblemático de la ciudad. Fundado en 1923, era una de esas marcas que formaban parte de la cultura local y de la vida cotidiana, de las que siempre existieron y que parecen capaces de sobrevivir al paso del tiempo y los avatares económicos. Siempre es triste ver una fábrica vacía, una baraja de un comercio echada o un cartel de ‘se alquila’ en el escaparate, pero en el caso de La Gloria lo es más si cabe por poner fin a una historia, saber hacer y anecdotario que se remonta tres generaciones atrás.

Manuel Ruiz García fundó la empresa hace 93 años arrendando un horno ya existente en el barrio de Santa María.

Una reforma modernizó las instalaciones que podrían datar del siglo XVIII según algunos indicios, aunque conservó elementos que perpetuaron su utilidad. Tras el fallecimiento de su fundador fueron su viuda e hijos los que quedaron al frente del negocio e introdujeron la producción y venta de bollería y pastelería. Hasta su jubilación, José Ruiz fue la cabeza visible de la empresa, más conocido como Pepe ‘el de la Gloria’, para pasar de nuevo a la siguiente generación, representada por Carmen Rodríguez y Manuel Ruiz. Ellos han visto cómo se hacía realidad un temor que acechaba desde hacía años. La Gloria abrió cafeterías y puntos de venta en Cádiz que se convirtieron en franquicia cuando se convirtieron en una parte del negocio insostenible. Los últimos meses han sido los más duros para la treintena de trabajadores de la empresa, muchos de ellos vinculados a ella desde varias décadas. En octubre de 2016, La Gloria presentó el concurso de acreedores y su plantilla protagonizó paros en diciembre con los que hacían patente su «precaria situación». El 21 de diciembre se conocía su cierre definitivo. Hoy, las tiendas anteriormente vinculadas a La Gloria continúan en funcionamiento, aunque ofreciendo productos de otros obradores.

La Gloria representaba lo que otras empresas de la época, con productos de elaboración esmerada que enmarcaban momentos especiales con sus empanadas, bandejas de pasteles salados, canapés o tartas. No faltaban en desayunos o meriendas sus ensaimadas o palmeras de chocolate a las que daban un toque especial de trufa entre la cobertura y el hojaldre. El pan de muchos bocadillos llevaba su sello, y era habitual ver a los escolares frente a sus expositores a la salida de las clases. También llenaban el horno cuando se celebraban las famosas visitas a su obrador, actividad realizada por primera vez en 1984. No había estudiante que no hubiera amasado el pan o terminado una pequeña tarta con ayuda del personal, ataviado con el gorro y delantal. Pocos olvidan la lección magistral de cómo se fabrica el pan que contaba con la ayuda de un cómic protagonizado por Panete, personaje que forma parte de la cultura popular. Ojalá el nombre de Horno La Gloria no quede en el olvido, ojalá sea posible rescatar casi un siglo de historia de Cádiz y de tradición panadera.

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