El almirante no estaba muerto

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Los residentes en la ciudad de Cádiz, de cualquier edad, apenas recuerdan otro caso de recuperación integral de un barrio del casco antiguo. Hay otros casos pero son extramuros y siempre ligados a grandes obras (segundo puente, soterramiento de la vía férrea, recuperación de suelo industrial…). En la parte antigua, tan pequeña por otra parte, no hay otro caso. Sólo se conoce El Pópulo que durante la última década del siglo XX –a través de los fondos europeos de aquel Plan Urban que se hizo célebre– recobró una vitalidad insospechada. La recuperación de sus pequeñas calles medievales, sus arcos y fincas provocó el cambio. De ser lugares por los que «no había que pasar» según las abuelas, pasaron a ser rincones a los que sus nietos tenían que ir, en los que apetecía estar.

Al gran cambio urbanístico debía seguirle el comercial y turístico. La iniciativa privada estaba llamada a poner vida a esa reforma con bares, restaurantes, hoteles y tiendas. Al calor de esa resurrección, impulsada por la moda en muchos casos, aparecieron lugares ahora esenciales y ejemplares como el café teatro Pay Pay (otro histórico reinventado) o El Teniente Seblón, además de dar nuevas fuerzas a otros que siempre se mantuvieron abiertos, como El Malagueño. De los demás, abrieron y cerraron, cambiaron e intentaron, llegaron y se fueron pero casi ninguno resistió la crisis  de paro y miedo a gastar de hace poco, ni el cambio de hábitos de la clientela, esa misteriosa desaparición del ocio nocturno en el agujero negro de las pantallas de móviles, tabletas y televisiones. Atasco, decadencia y…

En estos 20 años que han pasado de la resurrección, siempre se pensó que la recuperación de la Casa del Almirante, como hotel de lujo en la plaza central del diminuto barrio medieval sería la confirmación del cambio. El proyecto nació en 2005, con la compra de la casa-palacio del siglo XVII, y se habló de culminarlo, con las puertas abiertas, en 2008.

Era un proyecto de cinco estrellas que incluía 25 habitaciones –algunas de ellas con jacuzzi y solarium–, además de vestíbulo, cafetería, terrazas y otras zonas comunes. Mármoles rojos y blancos de la estructura original, además de escudos familiares o arcos, escaleras y cúpulas serían recuperados como la fachada, todo protegido por la Junta como Bien de Interés Cultural.

Sin embargo, tras una larga serie de parones y trabas de todo tipo, el promotor Honorio Aguilar tuvo que rendirse a media rehabilitación. De forma paralela a este eterno frenazo, el barrio dejaba de estar de moda. Su recuperado esplendor como zona de ocio languidecía.

El edificio de 1690 que se quedó sin reabrir acabaría en manos del grupo bancario BBVA que, finalmente, ha conseguido que otro inversor, tras siete años de parálisis y silencio, retome las obras. Por primera vez en esta década, hay obreros y actividad en la histórica casa señorial que iba a ser el centro de El Pópulo.

Ahora, cuando ya ni se esperaba, hay otro plan. Quizás más modesto pero ilusionante. De nuevo cabe esperar que la Casa del Almirante sera una realidad, un atractivo. A este cambio se suma la apertura, en la misma plaza, enfrente de la Casa del Almirante, a tres metros de Garage Bistro. Se trata de un nuevo y atractivo local impulsado por Jesús Santos tras su buena experiencia con la cafetería La Fábrica en la céntrica calle Ancha de Cádiz.

Con una cocina muy cuidada a cargo de Carlos Virués, también apuesta por la excelencia en los vinos. Puede ser, quizás, la inauguración más notable en años en El Pópulo. Y la más simbólica por producirse en esa plazuela de San Martín que debía ser el centro de la segunda juventud de El Pópulo.

Ojalá lo sea de la tercera, adaptada a las nuevas demandas de gaditanos y visitantes. Total, con 2.700 años de vida documentada, la resurrección es una labor rutinaria, obligatoria, para el barrio más antiguo de la ciudad más vieja en kilómetros a la redonda.

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