Puerta de entrada a la sociedad del conocimiento

«La tecnología podría crear una gigantesca comunidad de docentes con contenidos abiertos y liberar las competencias creativas y la iniciativa de muchísimos individuos»

Andreas Schleicher

En un futuro marcado por la digitalización , nuestra capacidad de innovar, nuestra consciencia y nuestro sentido de la responsabilidad serán lo que nos permita aprovechar el potencial de la inteligencia artificial para dar forma a un mundo mejor. En este sentido, desempeñarán un papel clave las universidades, cuyas cualificaciones probablemente seguirán siendo, durante un tiempo, la puerta de entrada al mundo moderno. Nunca una cualificación avanzada había brindado las oportunidades vitales que brinda hoy en día; ni nunca antes, aquellos que se esfuerzan para obtener una buena educación habían pagado por ella el precio de hoy. Al parecer de algunos, la proporción de jóvenes que estudian en la universidad está aumentando demasiado. Sin embargo, suelen hablar de los hijos de otros. Es más, en el siglo pasado probablemente habrían afirmado que había demasiados niños que llegaban a educación secundaria.

La educación superior es una puerta de entrada a la sociedad del conocimiento, pero una puerta costosa. De ahí la gran importancia de hacer bien las cosas, tanto ayudando a las personas a elegir el itinerario de estudios más apropiado y relevante como proporcionando la educación del modo más eficaz. Todos sabemos que, por sí mismo, un mayor nivel educativo no se traduce automáticamente en empleos y vidas mejores. Se da la perniciosa paradoja de que, mientras hay graduados desempleados en nuestras calles, los empleadores manifiestan que no pueden encontrar personas con las competencias que requieren.

La calidad de las experiencias de aprendizaje puede ser un factor diferenciador clave en las universidades del futuro, puesto que la digitalización impulsa la desagregación tanto del contenido como de la prestación y la acreditación de la educación superior. En la era digital, todo aquello que hoy consideramos conocimiento y contenido de propiedad exclusiva se convertirá en disponible para todos. ¿Qué impacto tendrán las credenciales que el sector empresarial otorgue al cursar pequeñas unidades de aprendizaje? Cabe tener en cuenta también la creciente capacidad de los empleadores para ver más allá de los diplomas y discernir con qué conocimientos y competencias cuentan realmente los candidatos. Incluso, hoy en día, los datos de la OCDE revelan que las competencias de las personas y sus títulos guardan una correlación bastante baja.

La calidad de la enseñanza se posiciona, quizá, como el activo más valioso de las universidades modernas. Además, a medida que la evaluación de la enseñanza superior fije su atención más allá de la reputación y la calidad de la investigación, a las universidades les costará más utilizar una gran labor de investigación para ocultar una docencia inadecuada. En sanidad, primero analizamos los resultados; medimos la presión sanguínea, tomamos la temperatura del paciente y, a continuación, decidimos qué medicamento es el más adecuado. En las universidades actuales, tendemos a administrar el mismo medicamento a todo el mundo, a instruir a todos los estudiantes del mismo modo, y cuando, al cabo de muchos años, descubrimos que los resultados no son satisfactorios, culpamos de ello a la falta de motivación o de capacidad del paciente. Sin embargo, podemos hacerlo mejor. La tecnología digital nos permite encontrar respuestas totalmente nuevas ante la cuestión de qué aprenden las personas, dónde aprenden y cuándo aprenden; y nos capacita, además, para enriquecer y ampliar el alcance de una enseñanza de excelencia.

La característica más diferenciadora de la tecnología es que no solo beneficia a estudiantes y educadores, sino que puede construir un ecosistema alrededor de un aprendizaje de colaboración. La tecnología podría crear una gigantesca comunidad de docentes con contenidos abiertos y liberar las competencias creativas y la iniciativa de muchísimos individuos. Para ello, bastaría canalizar el deseo de las personas de contribuir, colaborar y obtener el reconocimiento correspondiente. Asimismo, podemos emplear su potencial para desligar el aprendizaje de convenciones caducas y conectar a los estudiantes con nuevas fuentes de conocimiento y aplicaciones innovadoras, pero también a los unos con los otros. Este es el futuro que puede permitirnos abordar los d esafíos sociales, económicos y medioambientales de nuestro tiempo, así como permitir que todos puedan prosperar en un mundo interconectado.

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