Obesidad infantil

«Hasta la consulta llegan niños con barriguita que no les corresponde por edad»

Entrevista con Laura I. Arranz, nutricionista y autora de «Come bien, juega mejor»

Carlota Fominaya

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El informe de la Fundación Gasol publicado este mes de septiembre, que afirma que un tercio de los niños españoles padece obesidad o sobrepeso, es «muy potente», ratifica la nutricionista, Laura I. Arranz, quien confirma que hasta su consulta llegan a diario «niños con barriguita o acumulaciones de grasa que no les corresponden por edad, y que si no se cuidan, van a tener un problema de mayores». La cuestión está en que «el niño no tiene la culpa de padecer obesidad infantil, es una consecuencia de su entorno», explica la autora de «Come bien, juega mejor» (Amat editorial), quien ofrece en su obra numerosos consejos y explica la forma correcta de planificar en casa los menús diarios para que los menores que hacen deporte se desarrollen y disfruten de un buen estado de salud ahora y de adultos.

Usted cuando trata estos casos trabaja en el contexto familiar, tanto con los padres como con los niños. ¿De qué pecan las familias españolas al alimentar a sus hijos?

Es muy habitual que ofrezcan menús con mucha proteína y que no lleguen con los hidratos de carbono y la fibra. En conclusión, no estamos alcanzando los mínimos nutricionales requeridos, en cuanto a vitaminas, minerales, antioxidantes... Recordemos aquí que, como norma general, la energía diaria tiene que provenir de las proteínas (carne magra, aves de corral, pescado, huevos, productos lácteos...); grasas (aceite de oliva virgen, frutos secos...), e hidratos de carbono (arroz, pasta integral...).

La proporción ideal sería esta:

-hidratos de carbono: 50-55 %

-proteínas: 15%

-grasas: 30-35%

¿Dónde está la barrera, en el desconocimiento, en la desidia...?

Muchas veces la barrera está en la falta de hábito de los propios padres, que piensan «esto no le va a gustar», y no dan a sus hijos ni la oportunidad de probar nuevos alimentos. Veo un problema el hecho de que esas ideas van arraigando en el seno de una familia, pero es nuestra obligación como padres enseñar a comer a los niños . Es como aprender a leer. Por mucho que le cueste a un niño, hay que insistir. No nacemos con afinidad por todos los alimentos.

¿Cómo crear ese gusto por ejemplo, por la temida verdura?

Creo que lo que tenemos que hacer cuando enseñamos a comer a los niños es que conseguir generarle emoción. Quizás su primer plato no tiene por qué ser solo de verdura, pero sí tiene que estar en el menú, combinada con hidratos de carbono (como el arroz y la pasta integral), y la proteína. Si les damos la oportunidad, les acaba gustando. Si la verdura se va planteando de diferentes formas, tampoco tiene por qué ser un problema.

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En general, seguir unos hábitos alimenticios en familia, con comidas caseras, unos hábitos de salud como el descanso y la actividad física, abundancia de alimentos vegetales, frutas y cereales integrales, presencia frecuente a lo largo de la semana de semillas, frutos secos, legumbres y otros granos, predominio durante la semana del pescado, los huevos y la carne blanca frente a la carne roja...

Y por otro lado, la organización familiar, tanto de los menús y las recetas como de la lista de la compra semanal o mensual, es fundamental. La planificación facilita las cosas, y permite comer mejor evitando picar entre horas o tomar cualquier cosa a falta de ideas apropiadas para las comidas. También la implicación de los niños en la preparación de recetas y la elección de algunos ingredientes pueden ayudar a crear esas afinidades de las que hablábamos más fácilmente.

Se cuida mucho la alimentación cuando son pequeños, pero llega un momento en el que las familias se relajan. ¿Usted lo ve así?

Por ahí va la cosa. Hasta los dos años las familias están muy pendiente de la alimentación de sus hijos, ponen verdura, hidratos y proteína en los purés de sus bebés... Todo correcto hasta que llegamos a los cuatro años, que coincide con un momento en el que los niños de una manera natural, empiezan a expresarse, a compartir experiencias de comidas con otros niños de su edad... Se complica el escenario, pero hay que seguir educando.

Si bajamos la atención aquí, la evolución natural del niño no va a ser aprender a comer saludable. Por él solo, es difícil que esto pase. Además, emocional y biológicamente, tendemos hacia los alimentos calóricos. Siempre nos van a atraer mucho más, porque el cuerpo no sabe si estamos en un contexto social de guerra. Históricamente hemos pasado más tiempo en situación de carencia de alimentos, que en abundancia. Esto, unido al sedentarismo, es una bomba de relojería.

El problema, asegura usted, aumenta en la adolescencia, que no debemos descuidar la adolescencia.

En esta etapa todo se "desmadra", y se puede llegar a consolidar un problema para toda la vida. Pero hemos de saber que en la adolescencia es el momento vital en el que se necesita más energía y hay más demanda tanto de macronutrientes como de micronutrientes. En esta etapa se sigue creciendo a toda marcha, es el momento donde se consolida el sistema óseo y la altura que alcanzarán de adultos (aproximadamente hasta los 17 las niñas y los 19 los niños). Aunque sus hábitos de alimentación vendrán muy marcados por la educación recibida de niño, no podemos descuidarnos. En esta etapa tienen más autonomía para decidir y aparecen también ciertos trastornos de conducta alimentaria...

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