La buena fama de los internados en la cultura anglosajona

Este sistema educativo goza de gran prestigio y es una oportunidad para acceder a una educación de mayor calidad

El juego de Eton Wall en Eton College REUTERS
Carlota Fominaya

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El origen de los internados o actuales colegios con residencia es diverso, incluso dentro de un mismo país. Así, en determinados países de cultura anglosajona surgen en ocasiones como alternativa educativa para familias que trabajan fuera de sus fronteras y que, aspirando a una formación de calidad, no pueden atender con regularidad al seguimiento de sus hijos. La oferta educativa de calidad de algunos de estos centros sigue vigente hoy, relata Jaime Torralba, director del Colegio San José-Villafranca (Fundación Loyola), «favoreciendo que muchas familias sigan contemplando esta modalidad que, de alguna manera, anticipa la preparación para estudios superiores, etapa formativa en la que la mayoría de los jóvenes salen del hogar familiar».

En efecto, corrobora la subdirectora del Colexio Peleteiro, Carmen Fuentes, «en la cultura anglosajona los estudios en un internado gozan de gran prestigio y es una oportunidad para acceder a una educación de mayor calidad . Entienden que el colegio puede educar mejor que la propia familia, con criterios más exigentes y estrictos. Incluso en España, las familias más pudientes siguen considerando este aspecto y mandan a sus hijos a colegios residenciales en el extranjero por el perfil del alumnado que se encuentra en esos centros».

Los orígenes en España

En nuestro país, prosigue Torralba, «se fundan centros con internado para, entre otras razones, atender a la demanda de formación de familias de entornos rurales, en los que no existe más que la educación básica. De esta forma, en las capitales de provincia proliferan estos centros con el discurrir del siglo XX. A medida que crece el desarrollo del país y aumenta la atención del estado a las necesidades educativas de la población, muchos de estos centros van perdiendo su razón de ser».

Poco a poco está cambiando la diferencia en cómo se percibe un internado en la sociedad aunque, tal y como reconoce el director del centro San José de Villafranca , « todavía continúa existiendo una percepción peyorativa de esta modalidad educativa , empañada por aspectos no directamente vinculados a su razón de ser, por las características de algunos de estos centros o por las peculiaridades de determinados chicos y chicas que asistían a los mismos».

Por fortuna, concluye Torralba, «la sociedad evoluciona y un número importante de familias se plantean opciones educativas distintas a las habituales, más amplias y ambiciosas, más integrales, para las que no encuentran respuesta en la oferta tradicional. Así lo venimos detectando en quienes nos solicitan plaza en nuestro centro».

Quizás, reflexiona este directivo, «la cultura anglosajona está más liberada de prejuicios y esto le permite contemplar estas modalidades educativas frente a las familias españolas». Así lo corrobora Carmen Fuentes, para quien la relación afectiva entre padres e hijos es bastante diferente entre las dos culturas. « Las familias españolas suelen ser más protectoras y permisivas con sus hijos. No se potencia tanto la autonomía de los niños, y enseguida sienten la necesidad de resolver los problemas y dificultades de sus hijos, a veces de forma bastante invasiva». Pero es verdad que también eso está cambiando -insiste Torralba-, quien asegura que «cada vez hay más progenitores que buscan opciones formativas como estas «que garanticen el entrenamiento y el desarrollo de la autonomía personal, la planificación y la organización del trabajo que no consiguen favorecer en el ambiente familiar».

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