Mohamed y Elisa en su casa de la localidad madrileña de Getafe
Mohamed y Elisa en su casa de la localidad madrileña de Getafe - jaime garcía

«Cuando los chicos se van, se acaba la acogida pero no la relación»

Una jubilada madrileña ha acogido a dos hermanos saharauis en los últimos veranos. «La experiencia es my recomendable. Los niños son los mejores embajadores del pueblo saharaui»

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Elisa, jubilada a los 61 años, es una entusiasta del pueblo saharaui desde su juventud. Su cultura e historia le apasionan. Y además, disfruta del privilegio de haber establecido un preciado vínculo: tiene otra familia en la ciudad de El Aaiún (la capital del Sáhara Occidental), la de los dos niños saharauis que ha acogido en los últimos veranos. Primero fue Fatimetu, una joven que hoy ya ha cumplido sus 18 años. «Era una niña especial. Enseguida aprendió español, a leer y también a usar el móvil», se ríe Elisa.

Desde hace tres años, su hermano Mohamed huye de los 50 grados de los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) para establecerse durante dos divertidos meses junto a Elisa, en su casa de Getafe, una de las localidades madrileñas más activas del programa «Vacaciones en Paz», que lleva la Asociación Dah Sid Ahmed Amigos del Pueblo Saharaui.

Uno más de la familia

A sus once años, a Mohamed cuesta arrancarle una sonrisa, pero «cuando lo hace tiene una sonrisa divina. Me lo comería», asegura su madre de acogida. Es un niño tímido que vive el verano en Madrid como otros muchos: baños en piscinas y viajes a la playa, diversión en el Parque Warner, rutas de senderismo y en bicicleta, visitas a su segunda familia en Extremadura... «Tanto Fatimetu como Mohamed están integrados en mi familia como uno más. Mi madre les consideran sus nietos», cuenta Elisa.

Lo primero que hacen los niños saharauis es someterse a una revisión médica

Es un verano intenso. «En dos meses concentramos muchas actividades, viajes y visitas que otros niños harían a lo largo del año». Lo primero que hacen los niños saharauis nada más llegar a España es someterse a una revisión médica. Mohamed lo ha hecho en el Hospital Universitario de Getafe. Y se encuentra en perfecto estado de salud. «En general, los niños están muy sanos teniendo en cuenta las condiciones en las que viven, sobre todo respecto a su alimentación basada en legumbres y pasta y con falta de vitaminas y proteína. Allí no tienen ni agua».

Elisa dice que es la única madre de acogida que no llora en el aeropuerto cuando los niños regresan a su tierra a finales de verano. «Y eso no quiere decir que quiera más o menos a los niños. Me preparé psicológicamente antes de acogerles. No podría prendarme de una niña y quedarme echa polvo cuando se fuera. Así que cuando llego al aeropuerto me quedo encantada de ver a mi niña o a mi niño contentos porque quieren regresar con su familia. Los niños se sienten queridos allí y aquí. Se acaba la acogida, no la relación con la familia».

Elisa ha viajado en varias ocasiones a los campamentos de refugiados de Tinduf. Conoce a los padres, abuelos, tíos y primos de Mohamed. «Allí todo el barrio son familia y también son mi familia»,añade. La relación es estrecha entre ellos. Como gran conocedora de este pueblo, ella recomienda el programa a las familias. «Es una experiencia muy positiva y recomendable –dice–. Los niños son los mejores embajadores del pueblo saharaui».

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