Los verdaderos amores de Christina Onassis

Marina Dodero, su amiga más fiel, aclara los mitos sobre la vida y muerte de la heredera

Onassis y su amiga Dodero ALBUM DE MARINA DODERO

CARMEN DE CARLOS

Marina Dodero recibe a ABC con Javier Musetti, diseñador de alta costura, su maquilladora; Andrea Jalif y su perrito Mandy, un pug que es su debilidad. Lo hace en su casa del elegante barrio de Recoleta. Amiga íntima de Christina Onassis (1950-1988), la multimillonaria griega murió en su casa de Tortugas, un country (urbanización cerrada) de la periferia de Buenos Aires. Ella la descubrió muerta «sentada en la bañera», ella conocía sus amores verdaderos y platónicos, como «los de Julio Iglesias y el Marqués de Griñón »; y ella, finalmente, fue la que ordenó que se realizara la autopsia, donde «no había rastro de una sola pastilla. Murió de un edema pulmonar», insiste para defender que no fue un suicidio. También ella tuvo que soportar que en el entierro en Grecia, entre la multitud, la gritaran «¡asesina!». «Era su reina y se murió en un bañito de Argentina. Los griegos no lo podían aceptar», observa. Aquel episodio forma parte de una historia muy triste de su vida. «Fue la única noche que durmió sola», repite como si el tiempo no hubiera pasado.

«Dormíamos juntas en la misma cama pero esa noche quería estar con mi hermano Jorge. Yo no tenía ni idea, pero tenían previsto casarse». De esa boda, de la que nunca se realizó, se enteró después de su muerte. «Me lo contó el obispo de la Iglesia Ortodoxa Griega. Habían ido a verle para organizarla», explica. De haberse concretado, habría sido la quinta de Christina Onassis tras el fracaso de su matrimonio con Thierry Roussel, de cuyo enlace fue testigo.

«Unos días antes de casarse con él, me dijo que lo harían sin régimen de separación de bienes. Era una exigencia de Thierry. Le pedí que celebrara la fiesta previa que tenían organizada en Maxim’s y se viniera conmigo a Buenos Aires para evitar ese matrimonio. Me dijo que ya no podía dar marcha atrás». Con Roussel, «que llegó casi tres días después de la muerte de Christina» no ha vuelto a cruzar palabra. «Con Athina -bajo el influjo de su padre- tampoco y mira que su madre me decía: ‘‘Marina, cuida de Atina ’’», cuenta.

Dodero en su casa de Buenos Aires ABC

La foto de ellas dos juntas está en la chimenea sobre la que descansa un jarrón chino del siglo XVII. La tiene siempre presente. «Era una mujer difícil pero tenía un corazón enorme. Hablábamos en ingles y nos peleábamos en griego», pero «al final, yo siempre la perdonaba», reconoce. «La última noche que la vi con vida -añade- estaba agotada y me metí desnuda en la cama. No tenía fuerzas ni para ponerme el camisón. Entró, como siempre hacía y me quitó las sábanas. Al verme, se rió y me gritó: ‘‘Putana’’. Al llegar a la puerta, me lanzó un beso volado y me dio las buenas noches ».

Marina Dodero descubrió el cuerpo de su amiga «a las 10 de la mañana del 19 de noviembre de 1988. Pensé que estaba viva porque tomaba pastillas para dormir y a veces caía, como en coma, en la bañera». La hija de Aristóteles Onassis , «tacaño para las pequeñas cosas, aunque -matiza- no para las grandes, como comprar yates», tomaba también «muchas pastillas, para adelgazar, su obsesión» pero sucumbía a «los huevos fritos con patatas, su comida favorita».

Al hacer memoria, comenta: «Muchas veces dije, en sentido figurado, que la mató la Coca-Cola, porque tomaba 24 por día». Se llevó «en cajas», su refresco favorito hasta Rusia. «Fue en busca de Sergei Kauzov (su tercer marido) y hasta vivió con él en un apartamento diminuto donde solo una cortina separaba su dormitorio del de su suegra», recuerda con ironía.

«Sí, tuvo mucho éxito con los hombres. Era insistente. Al que elegía era capaz de perseguirle por medio mundo». Ese fue el caso, según cuenta, del Marqués de Griñón, «el único que no le dio ni cinco de pelota» (no le hizo ni caso). «Christina no hablaba una palabra de español, así que nos fuimos juntas a Madrid donde me hizo llamarle, insistentemente, dos días seguidos. La respuesta siempre fue la misma: ‘‘El señor marqués no está’’» . Otro español con el que tuvo más éxito, según Dodero, fue Julio Iglesias. «Estuvieron juntos una temporada. Adoraba su música y en especial, la canción ‘‘Me olvidé de vivir’’. La ponía a todas horas hasta en la playa. Murió Christina y nunca más volví a ponerla».

Christina Onassis era « generosa con los afectos y el dinero, pero necesitaba mostrar que ella era la primera, la que tenía el poder». Marina lo ilustra con un ejemplo: «Fue la madrina de mi hija, que se llama Cristina por ella (en Argentina estaba prohibido inscribir el nombre con H). Le regaló para el bautismo un vestido de Baby Dior del que sólo se hicieron dos, el nuestro y el de Stéfano Casiraghi. Compró dos abrigos de marta cibelina, uno para mí y otro para ella, pero no se le olvidó decirme que el suyo, claro, era más caro». Lo curioso de la anécdota es que «lo que yo quería -cuenta riendo- era uno de silver fox (zorro plateado) que era muchísimo más barato». Cuando Christina se enteró, «me lo regaló también».

Las circunstancias de la muerte de la heredera más rica del planeta y la investigación judicial fueron un duro golpe para Marina. «Me prohibieron salir del país durante cinco días», recuerda antes de describir una escena terrible. «El cuerpo de Christina comenzaba a desprender olor por la descomposición, porque tuvo que esperar a que le hicieran la autopsia antes a dos ‘‘linyeras’’ (mendigos)». Otro momento conmovedor fue «verla dentro del cajón (féretro) sin nada valioso, ella que tuvo todo... Me quité mi collar de perlas y lo metí dentro. También la maquillé para que tuviera mejor color». Marina Dodero cuenta la historia y niega que Thierry Russell le reclamase joyas de su amiga. «Eso, como lo del suicidio es falso, una leyenda», dice y añade que «Christina tenía un seguro de vida de 300 millones de dólares. La compañía se aferró a esa falsedad para no pagarlo nunca».

Han pasado 29 años de ese momento. Christina Onassis es «un recuerdo siempre presente», pero la vida siguió para Marina Dodero . Personaje célebre en las revistas del papel cuché, suele pasear por el barrio de Recoleta con «Mandy». El pug, de 15 años, ya no puede andar, así que le acompaña en su cochecito en su camino a la peluquería. Le mira y cuida con devoción pero su entrega, con sensibilidad social, la despliega como madrina del Hospital de Niños Pedro Elizalde (ex Casa Cuna), donde ayuda, con gran éxito, a recaudar fondos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación