Paola Zóbel y Santiago Laborde
Paola Zóbel y Santiago Laborde - J. J. MADUEÑO

Sotogrande casó a su heredera con un polista argentino

La urbanización VIP fue ayer testigo del «sí, quiero» de Paola Zóbel y Santiago Laborde

SOTOGRANDE Actualizado: Guardar
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Desafiando al refranero español. En un martes de finales de agosto donde el sol azotaba como si el verano no estuviera echando la persiana Paola Zóbel y Santiago Laborde se dieron el «sí, quiero» en la Iglesia de la Merced de Sotogrande. Un lugar tranquilo y alejado de las miradas, donde un «drone» trataba de pillar algún atisbo del lustre nominal que se había promulgado. Nada que rascar en ese aspecto. Los invitados agitaban los «pai-pai» de colores para combatir las elevadas temperaturas, mientras esperaban en los jardines parroquiales. La alfombra verde y los ornamentos florales estaban preparados para la ocasión. Engalanando un lugar donde la discreción no se negocia. Todo lucía para la ocasión junto a la placa que recuerda a los tíos de la novia: Joseph McMacking y Mercedes Zóbel de McMacking, fundadores de Sotogrande.

El novio llegó pronto, como marca la tradición. Entró por un lateral de la parroquia y esperó más de media hora a que la desposada hiciera su entrada triunfal. Antes llegaron los invitados, donde destacó una nutrida representación de compañeros de cancha de polo de Santiago Laborde –jugador profesional–. También la familia y amigos de la pareja. No faltó nadie. Estuvieron los hermanos de Paola: Bianca, Jacobo, Natalia y Rocío­. Junto a los orgullosos padres, Ignacio Zóbel y Maricris Cárdenas, que tienen un fortuna estimada en más 800 millones dólares y que se mostraron muy atentos con los más pequeños del enlace.

La madre de Paola Zóbel con los pequeños pajes
La madre de Paola Zóbel con los pequeños pajes - J. J MADUEÑO

Paola Zóbel entró de impoluto blanco del brazo de su padre. Ignacio Zóbel y su hija pasaron por delante de la oración de San Francisco de Asís, que corona la fuente del patio de la iglesia y se adentraron para cumplir con el sagrado sacramento rodeados de seres queridos. Esperaban casi dos centenares de invitados, entre los que destacaba una buena representación de la alta sociedad filipina. Lugar donde los Zóbel asientan su fortuna. Las «borang tagarog» –parecidas a la guayaberas– eran una de las prendas más vestidas en la tarde de ayer en Sotogrande por los varones.

Las señoras, sin embargo, salvo excepción, optaron por el vestido largo para la celebración nocturna, que tras el enlace se dispuso en una carpa sobre la cancha II del Ayala Cuadras, restaurante de la propia heredera Zóbel. La ovación se desató cuando el beso cerró el enlace y el órgano dio paso a la salida de los novios como marido y mujer. La boda fue oficiada por Don Agustín José Borrel, párroco de Sotogrande, y fue uno de los días grandes dentro de la familia que alumbró el lujoso enclave gaditano. El tío «Joe» McMacking creó la urbanización de lujo que hoy se conoce en los 60 y el abuelo de la contrayente, Enrique Zóbel, propulsó el polo en la zona y lo haría destino de referencia entre la «highclass» internacional desde mediados de la misma década.

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