Johansson y Romain Dauriac en la gala de los Oscar de 2015
Johansson y Romain Dauriac en la gala de los Oscar de 2015 - AFP

Scarlett Johansson se libera de la monogamia

Su segundo divorcio reafirma a la actriz en su opinión de que ella no está hecha para el matrimonio

Los Ángeles Actualizado: Guardar
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Desde que Sofia Coppola (45 años) hiciera de ella una estrella con trazas de sex-symbol en «Lost in translation», por más que en el filme apareciera como una esposa solitaria y melancólica, Scarlett Johansson (32) no ha dejado de batir marcas y romper moldes: lleva años siendo la mujer más deseada del planeta, según los cánones de las revistas «People», «Esquire» y «Playboy»; en 2016 fue la actriz más taquillera y rentable, gracias a «Capitán América»; funciona igual de bien en las súper producciones palomiteras que en los títulos modestos; y sus opiniones políticas, siempre en la órbita del partido demócrata, son aplaudidas por contar con una buena argumentación y prescindir de toda visceralidad.

La divina Scarlett, sin embargo, también tiene una cara B: un rosario de fracasos sentimentales con los que ha sufrido.

Apenas pasada la treintena, cuenta con algunos idilios de relumbrón que la dejaron tocada (Sean Penn, Benicio del Toro y Jared Leto) y dos divorcios (Ryan Reynolds y Romain Dauriac). No es extraño, pues, que la mujer más sensual de Hollywood, buena conocedora de lo que significa ser un animal erótico, haya confesado públicamente no creer en la monogamia ni en el matrimonio.

«Estoy segura que me van a convertir en un pincho moruno cuando te diga mi opinión sobre la monogamia», advertía recientemente Scarlett Johansson a una periodista de «Playboy» durante una entrevista. «No creo que ser monógamo sea una condición natural. Exige mucho trabajo y la realidad demuestra que no funciona para mucha gente». Y como Scarlett se temía, su opinión ha provocado múltiples reacciones.

Contra el instinto

«La idea del matrimonio es muy romántica, muy idealista; sin embargo, sobre el papel no resulta igual. Yo siento mucho respeto por la institución y por quienes la practican, pero creo que va contra el instinto del ser humano», añadía en «Playboy» en el que ha sido uno de sus primeros encuentros con la prensa tras la ruptura con el publicista francés Romain Dauriac, padre de su hija Rose (2 años).

Johansson dice defender «la libertad frente a la exclusividad del matrimonio, la unión libre frente al sometimiento a un contrato establecido por el código de Hammurabi, aquel que incluía penas durísimas contra las mujeres». Y añade: «El matrimonio involucra a mucha gente que nada tiene que ver con la relación. Es un contrato de unión que tiene demasiado peso. Estar casado es muy distinto a no estarlo y si alguien dice lo contrario, miente. Ese contrato lo cambia todo. Tengo amigos que se casaron tras diez años de convivencia y aseguran que, desde el día de su boda, todo fue distinto. Es una bella responsabilidad, pero una responsabilidad al fin y al cabo». Para Scarlett, exigir la exclusividad sexual de alguien es un intento de apropiarse ilícitamente de esa persona, algo que no tiene nada que ver con el amor.

Todo cambia

La propia actriz confesó en su día que su primer divorcio, el de Ryan Reynolds (fueron marido y mujer entre 2008–2011), resultó una auténtica pesadilla. En 2014, contrajo matrimonio con Dauriac semanas después de dar a luz a su hija. «Mi relación fue diferente desde el momento en que me casé. No puedo explicarlo bien, pero todo cambió». La actriz, que el próximo mes estrena la película «Ghost in the shell», admite que para ella es complicado compaginar su vida familiar con la intensidad de su trabajo. «Voy arreglándome sobre la marcha, aprendiendo a ser madre», explica.

Para esta segunda disolución matrimonial, Johansson ha contratado los servicios de la abogada Laura Wasser, quien representó a su ex Ryan Reynolds.

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