Peatones y ciclistas comparten espacio en el puente de Brooklyn
Peatones y ciclistas comparten espacio en el puente de Brooklyn - REUTERS

El puente de Brooklyn se queda pequeño

Turistas y ciclistas conviven con dificultades por las estrecheces de la pasarela más famosa de Nueva York. La ciudad se plantea ampliarlo

Nueva York Actualizado: Guardar
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«Sal del carril bici, imbécil», es un grito que perturba cada día la felicidad de los turistas en el puente de Brooklyn. Los visitantes, extasiados con los reflejos de los rascacielos de Wall Street, enamorados del color que toma la piedra de sus pilares con la luz de la tarde, se desparraman por la pasarela e invaden el carril dedicado a las bicicletas. La tensión ha llegado a un punto que la ciudad ha decidido actuar y se plantea una expansión que desahogue a caminantes y ciclistas.

El puente más fotografiado de Nueva York es una parada obligatoria para los turistas. Pero también, una vía de comunicación directa entre el Sur de Manhattan y y el centro de Brooklyn.

En el nivel inferior, los automovilistas digieren los atascos con vistas inmejorables a la ciudad. En el piso de arriba, peatones y ciclistas se pelean por un espacio reducido, un cuello de botella donde se atragantan los visitantes y los oficinistas que van y vuelven de la zona financiera de Manhattan. La vía compartida entre ciclistas y peatones tiene una anchura de tres metros en su punto más estrecho y de algo más de cinco metros en los tramos más amplios.

El puente se construyó en 1883 y la pasarela ya estaba en el diseño original con un suelo de listones de madera por los que traquetean las bicis desde su apertura. Antes la estructura soportaba más peso, porque por la vía inferior circulaban trenes y trolebuses cargados hasta arriba de pasajeros, además de coches de caballos. Hoy ese nivel está reservado a vehículos de pasajeros.

La masificación del nivel para peatones y bicis ha hecho que los encontronazos, los sustos y la tensión se hayan disparado. Los ciclistas gritan, insultan y pegan timbrazos para hacerse hueco entre «palo selfies» y fotos de grupo. Además, cada vez más turistas alquilan bicicletas para recorrer el puente.

Los números constatan que el puente de Brooklyn es una atracción cada vez más visitada. Según los datos de la ciudad, 511 peatones lo atravesaban cada hora en la franja horaria de máxima afluencia en 2008, los fines de semana. El año pasado, se había casi multiplicado por cuatro, hasta las 1,917 personas. Durante la semana, el tráfico creció de 880 peatones a 1.057 en ese mismo periodo. El crecimiento también fue espectacular en el número de ciclistas: se registraban 185 por hora en 2008, frente a las 358 bicicletas de 2015.

Los apretones todavía no se han convertido en un riesgo grave para la seguridad. Apenas se registran una docena de atropellos al año en el puente. Sin embargo, Nueva York ha encargado a una consultora, Aecom, que estudie las posibilidades de ampliarlo. Las mediciones de ingeniería evaluarán la capacidad de la estructura para soportar más peso y cómo sería la expansión. Los resultados del estudio se conocerán dentro de siete meses. Pero pasará mucho más tiempo hasta que peatones y ciclistas dejen de darse codazos en la pasarela más codiciada de Nueva York.

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