John F. Kennedy y Jackie Kennedy
John F. Kennedy y Jackie Kennedy - ZUMA

Un «playboy» en la Casa Blanca

Las paredes del 1600 de la avenida Pensilvania han sido testigo mudo de romances, infidelidades y escándalos sexuales. Trump llega con un rico historial

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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Donald Trump, que presume de ser irresistible para las mujeres, llega en mal momento a la Casa Blanca. Hubo un tiempo en el que compaginar la labor de gobierno con flirteos, conquistas y cuernos a la primera dama era el pan de cada día. El entorno lo toleraba, la prensa lo silenciaba y algunas afectadas lo sufrían en silencio. El desahogo sexual fuera del matrimonio era una prebenda del presidente, una vía de escape a las exigencias de ser el estandarte del mundo libre.

Theodore White, el cronista presidencial más célebre de la segunda mitad del siglo XX, dejó escrito en sus memorias, publicadas en 1978, que casi todos los presidentes -y los candidatos a presidente a los que había seguido en campaña- habían sido infieles a sus mujeres. Las únicas excepciones que él conoció fueron las de Harry Truman, George Romney y Jimmy Carter.

Abuso de autoridad

Todo cambió con Bill Clinton. El demócrata que controló la Casa Blanca buena parte de la década de 1990 era un encantador de votos y de corazones. Llegó a la presidencia con varios escándalos sexuales en la mochila, pero nada como el que protagonizó con la becaria Monica Lewinsky. En aquella época, la sociedad no admitía como antes esas infidelidades, y menos en un caso sospechoso de abuso de posición de autoridad. El escándalo coincidió con la época dorada de los tabloides sensacionalistas y con la madurez de los canales de noticias de 24 horas. Y hubo material para todos: desde detalles escabrosos -como el uso de un cigarro habano en juegos sexuales o la mancha de semen presidencial en el célebre vestido azul de Lewinsky- hasta el impeachment -o procesamiento judicial- de Clinton por perjurio y obstrucción de la justicia.

Durante el escándalo de Lewinsky, John Fitzgerald Kennedy debía de estar desternillándose de risa desde su tumba. Él, que convirtió la Casa Blanca en su particular casa de citas y que se llevó a la cama desde a Marilyn Monroe a sus secretarias. Mimi Alford tenía 19 años cuando apenas llevaba unos días como becaria en la Casa Blanca. El día que conoció a JFK, el presidente se daba un baño en la piscina y salió del agua a saludarla. Esa mismo tarde, JFK le dio un tour privado por la residencia, que acabó en la cama del presidente. En sus memorias, Alford cuenta que el presidente lo tomó como algo normal. Y así era: entre otras, JFK tuvo romances con la asistente de prensa de su mujer, Jackie Kennedy, y con sus dos secretarias favoritas, Priscilla Wear y Jill Cowen, que tenían el apodo de «Fiddle y Faddle». Al parecer no tenían mucha carga de trabajo y los baños desnudas con el presidente eran parte de su rutina.

La amante de un mafioso

JFK también fue infiel con actrices -desde Monroe a Marlene Dietrich-, strippers, prostitutas, representantes de la alta sociedad y hasta la amante de un mafioso.

Su sucesor, Lyndon B. Johnson, no trajo paz a la Casa Blanca. «He estado con más mujeres por accidente de las que él ha estado por voluntad», dijo sobre JFK en una ocasión.

Trump comparte esa fanfarronería machista, al menos en privado. En un vídeo divulgado antes de las elecciones con el propósito claro de tumbar sus opciones a la Casa Blanca, alardeaba de que todas las mujeres dejaban que las besara por ser una «estrella» e incluso ir mucho más allá: «Puedes hacer de todo, agarrarlas por el coño...», aseguraba, sin saber que el sonido estaba siendo grabado.

Durante la campaña, decenas de mujeres salieron a la luz pública a denunciar abusos sexuales por parte de Trump, a quien su primera mujer, Ivana, también acusó, en una declaración jurada, de haberla violado en una ocasión durante su matrimonio. Trump no ha sido condenado por ninguna de estas acusaciones.

Un selfie y muchas risas

Trump llega a la Casa Blanca en su tercer matrimonio, todo un récord para un presidente de EE.UU. Hasta ahora, solo había habido un divorciado en la Casa Blanca, y también fue republicano: Ronald Reagan. Con ese historial, Trump marcará un contraste fuerte con Barack Obama, al que no se le han conocido líos de faldas. Él y Michelle Obama -que supera en popularidad al presidente saliente y al entrante- han inundado los medios de besos acaramelados, bailes cómplices y confidencias al oído durante ocho años. Lo único a lo que se pudo agarrar la prensa del corazón fue a un leve flirteo de Obama con la primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt, con quien se marcó un selfie y muchas risas, que a Michelle no le sentaron bien.

Ahora Trump tiene la oportunidad de mostrarse como un padre de familia ejemplar o como un playboy empedernido. De momento, su mujer, Melania, y su hijo menor, Barron, se quedarán en Nueva York hasta que este acabe su curso escolar. El presidente tendrá la Casa Blanca como pisito de soltero por unos meses.

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