Nora de Liechtenstein, durante un paseo por la finca cacereña
Nora de Liechtenstein, durante un paseo por la finca cacereña - BELÉN DÍAZ

Nora de Liechtenstein: «Trabajo para crear un ecosistema puro... y no es un capricho»

Por sus venas corre sangre azul, aunque tiene espíritu de campesina. La viuda de Vicente Sartorius abre a ABC las puertas de su paraíso extremeño, desde donde ha puesto en marcha lo que ella considera «un proyecto de vida»

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Poco se prodiga en los medios Nora de Liechtenstein (66 años), quien recibe el tratamiento de Su Alteza Serenísima, aunque ella parece sentirse de otra manera: «Me veo más agricultora que princesa». Norberta -ese es su nombre completo- es la cuarta de los cinco hijos del Príncipe Francisco José II de Liechtenstein y de la condesa Georgina de Wilczek, y la única niña. «Aunque nada mimada», asegura al iniciar esta entrevista, de las poquísimas que ha concedido a lo largo de su vida. «No me gusta nada y lo paso fatal, pero comprendo que es necesario para dar a conocer este proyecto», reconoce en referencia al próximo lanzamiento de su propia línea de cosméticos, «Vivencia Dehesa».

Aunque proviene de una familia de sangre azul, el interés mediático en torno a Nora de Liechtenstein no se despertó hasta que contrajo matrimonio, en 1988, con Vicente Sartorius y Cabeza de Vaca, IV marqués de Mariño y padre de Isabel Sartorius

(52), quien fuera durante un tiempo novia del entonces Príncipe Felipe. «En aquel tiempo no tuve más remedio que estar bajo los focos, pero después la atención desapareció. Tan solo he hablado con la prensa para ayudar en asuntos relacionados con Special Olympics Liechtenstein, entidad de la que soy presidenta desde 2002, además de miembro del Comité Olímpico Español».

Paraíso extremeño

La viuda del marqués de Mariño es una mujer discreta, guapa, elegante, tímida, con una educación impecable, familiar, culta, gran conversadora y filántropa nata (también es presidenta de la Fundación Educación Activa y de la Fundación Solidaridad Humana). Nos recibe en su casa de Valdepajares de Tajo, en Peraleda de la Mata (Cáceres), con la voz tomada por el resfriado, aunque los ojos se le iluminan en cuanto nos habla de «Vivencia Dehesa», nombre de su finca y, también, de los cosméticos que ha elaborado. «Se trata de unos productos que nacen a raíz de un proyecto de regeneración de esta finca, que compramos Vicente y yo en 1988 justo antes de casarnos», explica. Se trata de 250 hectáreas, con una gran biodiversidad: un auténtico paraíso para las aves y otra fauna autóctona. «Aunque no siempre fue así -puntualiza-. Cuando la adquirimos, era un erial. Intentamos sacarle rendimiento con olivos, vacas… pero sin éxito». Tras la muerte de Sartorius, en julio de 2002, Nora conoció al austriaco Seepp Holzer, un experto de prestigio mundial en permacultura, quien le ayudó a impulsar la regeneración de la dehesa creando reservas de agua (charcas, lagos…), que ayudaron a regenerar el suelo y el arbolado. «Holtzer diseñó el 'Jardín de los Sueños' en torno a una majestuosa encina muerta. Y empezamos a cultivar de forma ecológica romero, salvia, hierbabuena, caléndula, santolina, tomillo, cantueso, jara y encina. Al estar rodeada de tanta vida, la vieja encina rebrotó y comprendimos que había que dar un uso a esas plantas aromáticas y medicinales», explica.

Con un mercado lleno de cosmética «bio», ¿por qué aventurarse con otra nueva? «Quería apostar por esta tierra y recuperar algunas plantas que están casi en desuso, como el cantueso o el hipérico. Tienen mucho potencial terapéutico, quizá más que otras que nos vienen de otros continentes, y yo las tenía a mano», dice. «Algunos dermatólogos están testando nuestros cosméticos en hospitales con buenísimos resultados en pieles alteradas por la quimioterapia o la diabetes», añade la aristócrata. A la pregunta de por qué no ha optado por bautizar sus productos con su propio nombre, con el que probablemente vendería más, lo tiene claro: «¿Se imagina a alguien pidiendo un suero Liechtenstein en una farmacia de Extremadura? Si ya es difícil pronunciarlo en alemán, imagine en español. Además, no estoy sola en esto (cuenta con dos socias más)». No teme que la encasillen como otra famosa que prueba suerte con una línea de belleza. «Es un riesgo -reconoce-, pero apuesto por dar salida a las plantas de nuestra dehesa, y del país en general, y crear un ecosistema puro, libre de tóxicos. No es un capricho, es un proyecto de vida».

Confiesa Nora de Liechtenstein que cuando más disfruta es en el campo en compañía de sus «hijos»: además de Teresa (21), fruto de su enlace con Sartorius, quiere como propios a Isabel, Cecilia y Luis, hijos del anterior matrimonio del IV marqués de Mariño con Isabel Zorraquín. «Isabel viene mucho, y también Luis y su mujer, Bárbara (Pérez Manzarbeitia), con sus niños, que me llaman Kete. Ejerzo mucho de abuela», comenta.

En la distancia

Echa de menos a su hija Teresa, quien se instaló en Nueva York para trabajar junto a Aerin Lauder -«sigue muy divertida mi proyecto, porque ella está en el mismo mundo»-, y a Mencía Fitz- James Stuart (19), hija de Isabel Sartorius, quien ahora estudia en la Universidad de Georgetown (EE.UU.). «Pero paso mucho tiempo con Isabel, que está triunfando con su coaching, y con Luis, aunque ahora está desbordado con la apertura de su segundo local de Sushita Café, donde se come bien y sano».

A Nora le gusta cuidarse con la alimentación, hacer ejercicio dos días por semana y caminar por el campo, aunque, explica, también «me apasionan el arte, la música y viajar». Se considera, además, una mujer de fe: «Vine a España para ayudar en organizaciones educativas de la Iglesia católica. Pensaba estar dos o tres meses, pero conocí a Vicente, me enamoré y aquí me quedé».

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