El matrimonio Trump
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Melania Trump: la diplomacia de la moda

La mujer del presidente de EE.UU. marca estilo de exmodelo en sus primeros seis meses como Primera DamaSu desembarco en la Casa Blanca y los viajes presidenciales refuerzan su imagen y disparan su popularidad

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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Su estreno como Primera Dama no pudo ser más sombrío. Después de una puntual presencia en Washington durante la toma de posesión de su marido como presidente, el 20 de enero, la imagen de Melania Trump pareció quedar sepultada en su apartamento neoyorquino. Un destierro provisional hasta que Barron, el menor de los hijos de Trump, en este caso fruto de su tercer matrimonio, completara el curso académico. Aunque salpicados con los primeros viajes oficiales, a Europa, y actos domésticos menores, sus primeros cinco meses no serán apenas recordados. Fue su desembarco en la Casa Blanca, el 12 de junio, el que dio el pistoletazo al corto pero intenso periodo de desplazamientos presidenciales en los que la Primera Dama ha empezado a mostrar las características de lo que puede ser su labor: la combinación de un elegante estilo de exmodelo, con vestidos de diseño y una percha difícilmente superable, y una personalidad aún incierta de una joven procedente del Este europeo que apenas empieza a sacudirse su timidez.

Melania Trump está sentando cátedra con su vestimenta, con la que ha hecho gala de una diplomática forma de proclamar los últimos gritos de la moda. Su exhibición en Sicilia de una floreada chaqueta diseñada por la italiana Dolce & Gabbana, con un precio en el mercado que supera los 50.000 dólares, fue su primera declaración de intenciones. Aquellos días de mayo, la Primera Dama estadounidense confirmaba su intención de mostrar un estilo moderno de rompe y rasga, pero también la de agradar con moda ideada por los talentos del país anfitrión. Recientemente, durante su visita a Francia, agasajada la pareja presidencial por el matrimonio Macron para celebrar la fiesta nacional, la Primera Dama eligió lucir una combinación tricolor, blanca, roja y azul, con la blusa, el fajín y la falda, con la que homenajeaba al país, precisamente durante su presencia en la torre Eiffel. El francés Hervé Pierre fue el diseñador para la ocasión. Resulta paradójico bajo el mandato del presidente más nacionalista en décadas, que promueve «comprar sólo productos americanos y contratar sólo a americanos», pero no parece que Melania tenga intención de apostar por los diseñadores estadounidenses. Una iniciativa que recorrió en su día Jacqueline Kennedy, cuyos modelos dieron la vuelta al mundo.

Melania define la moda y la moda define a Melania, pero quien piense que la esposa del presidente será una mera figurativa, plegada estrictamente a su marido, puede equivocarse. Su gesto espontáneo de negar la mano a Donald Trump junto a las escalerillas del Air Force One, en el aeropuerto Ben Gurion de Tel-Aviv, llevó a algunos comentaristas a insinuar que detrás de la mujer aparentemente callada y timorata, puede aparecer en cualquier momento una personalidad capaz de proyectarse por sí misma y de conquistar al ciudadano de a pie.

Su predecesora, Michelle Obama, que abandonó la Casa Blanca con un nivel de popularidad superior al de su marido, por encima del 60%, ha dejado el listón alto. Pero el último sondeo muestran que la misma Melania que inició su labor con más rechazo que aprobación, r ecibe seis meses después un 51% de apoyo, frente al 28%, según FoxNews.

El semestre ha dejado dos imágenes de Melania que no difieren de las que mostró Michelle en su día: compareció con la cabeza sin cubrir en su visita a Arabia Saudí, mientras que vistió con velo negro y mangas largas ante el Papa.

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