La Reina Isabel II junto a su prima Margaret Rhodes
La Reina Isabel II junto a su prima Margaret Rhodes - Chris Radburn

Isabel II pierde a su gran amiga y confidente Margaret Rhodes

Prima hermana de la Reina, estuvo a su lado desde los juegos de infancia hasta sus últimos días

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Un problema de llegar a los 90 años como Isabel II es que tus amistades de siempre se van quedando por el camino. La Reina ha tenido la fortuna de que su mejor amiga, prima hermana y gran confidente, Margaret Rhodes, fue también longeva. Pero hace ocho días se apagó. Tenía 91 años y falleció tras una corta enfermedad. Isabel II la visitó en sus últimos días y sus allegados aseguran que se encuentra «muy apenada», aunque los Windsord más veteranos son gente recia, de pocas efusiones sentimentales. La prensa británica la recuerda como «una mujer de naturaleza animada y burbujeante». Fueron íntimas desde niñas, cuando jugaban a simular que eran ponis.

Rodhes, de soltera Margaret Elphinstone, era hija de aristócratas, con sangre de reyes escoceses.

Su padre fue el décimo sexto Lord Elphinstone y su madre, Mary Bowes-Lyon, hermana de Elizabeth, la futura Reina Madre. Su intimidad con la Familia Real fue siempre absoluta. En 1936, cuando vivía en Edimburgo, se encontraba tomando clases de baile cuando llegó la noticia de que Eduardo VIII había abdicado. Muy contenta, exclamó a voces: «¡Mi tío Bertie va a ser rey!». Ya mayor recordaba la anécdota con un divertido azoramiento. Tras la coronación, Bertie pasó a ser para ella «Sir».

Su vida, un éxito en ventas

En 2011, en el crepúsculo de sus días, Rhodes se lanzó a escribir sus memorias con la ayuda de un periodista. El éxito del libro, titulado «La última reverencia», cogió por sorpresa a sus editores y acabó siendo número uno en las listas de ventas. Allí contaba el que tal vez es el gran paréntesis de libertad en la dilatada vida de Isabel II: la noche del 8 de mayo de 1945. Londres celebraba con alborozo la victoria sobre los nazis y Jorge VI dio permiso a sus hijas Elizabeth y Margaret para que saliesen a The Mall, la carretera que lleva a Buckingham, a celebrarlo mezcladas con la multitud. Aquellas horas de insólita espontaneidad han dado hasta para una película, «A royal night out», estrenada el año pasado. Rodhes contó que de vuelta en palacio Isabel bailó la conga y cantó hasta las dos de la mañana.

La gran amiga de la Reina tenía fama de franca y directa. A veces demasiado. Estuvo estupenda cuando los periodistas recabaron su opinión en medio de la historia mediática que desató el nacimiento del príncipe Jorge, el hijo de Guillermo y Catalina. «¿Está muy emocionada con la noticia?», le preguntaron. «Realmente no. Todo el mundo tiene bebés».

Durante la II Guerra Mundial, Margaret estudió secretariado y trabajó como tal en el MI6, el servicio de espionaje. En aquellos días vivió en Buckingham y Windsor con sus primas Isabel y Margaret. En 1947 fue una de las ocho damas de Isabel II en su boda con Felipe Mountbatten. En sus memorias contó que Isabel se enamoró muy joven y muy a fondo del rubio príncipe. «¡Estoy tan emocionada! Mami dice que Philip puede venir y quedarse», contó que le dijo un día durante su noviazgo la hoy soberana.

La casa del jardín

Margaret se casó con el novelista Denys Gravenor Rhodes. Vivieron en Devon y criaron allí a sus cuatro hijos. A finales de los setenta, su marido enfermó de cáncer de pulmón. Para que estuviese más cerca de las atenciones oncológicas de Londres, su amiga Isabel II le ofreció mudarse provisionalmente a la Garden House del gran parque de Windsor. En 1981 murió Denys Rhodes, pero su viuda se quedó en la propiedad de por vida. Cuando la Reina pasaba días en el castillo de Windsor, su residencia favorita y a donde acude con frecuencia, iban juntas a misa y luego tomaban el té hablando de viejas y nuevas historias familiares.

La amiga de la Reina era una mujer de ojos claros y cara ancha, con facciones en cierto modo de saludable campesina norteña. No le gustaba el vestuario muy compuesto y prefería la ropa práctica de la vida al aire libre. Su buen ánimo la distinguió siempre. Muy unida a su tía la Reina Madre, fue de las pocas personas que la acompañaron en su lecho de muerte.

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