Isabel II junto a sus perros
Isabel II junto a sus perros - AFP

Isabel II entierra en Balmoral a su penúltimo corgi

La Reina ordenó sacrificarlo por las enfermedades de su avanzada edad y ha decidido no criar más perros de la raza

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pocas veces un perro ocupa titulares. Pero el ilustre Holly, el penúltimo corgi de Isabel II, ha merecido hasta un obituario en «Tatler», la revista que es guía de la etiqueta británica. Holly tenía 13 años, 81 en equivalencia humana (nueve menos que su dueña). La Reina, muy apenada por su pérdida según palacio, ordenó sacrificarlo para evitarle los dolores que le ocasionaban los achaques de la edad. Ahora solo le queda un corgi, Willow, y dos dorgis -cruce de corgi y dachsmund-, Candy y Vulcan. Isabel II nunca llama a sus mascotas caninas con nombres de más de dos sílabas.

La Reina ha decido no criar más corgis. La baja del fiel Holly no se repondrá.

La decisión atiende en parte a que son unos perros muy activos, lo que resulta complicado para una dueña de 90 años. Pero sobre todo se debe a que la monarca ha dado a entender que no quiere dejar perros jóvenes que la sobrevivan.

Los corgis han sido los perros predilectos de la Reina desde su infancia. El primero llegó a su familia en 1933. Se llamaba Dokie y lo trajo el futuro Jorge VI, entonces Duque de York, cuando Isabel tenía 7 años. Cuando la Reina cumplió 18, le regalaron a Susan, perra ya legendaria, pues es el origen del frondoso árbol genealógico de corgis de Isabel II, que ha criado a 14 generaciones de descendientes suyos, en total 30 canes.

Animal muy bitánico

Como no podía ser de otra manera tratándose de quien se trata, sus corgis galeses de Pembroke son una de las razas más antiguas de Gran Bretaña, un animal muy británico. Algunos estudiosos aseguran que son de origen visigodo. Los expertos más fantasiosos se remontan a los enigmáticos y siempre resultones celtas. Su misión tradicional ha sido el pastoreo. Son perros vivos y paticortos, cariñosos e inteligentes, muy movidos. Pesan entre 11 y 14 kilos y su longitud oscila entre los 30 y 40 centímetros. Su esperanza de vida es de 13 años, aunque la Reina tuvo un matusalén que llegó a 17. Envejecen seis veces más rápido que los humanos, de ahí la larga relación que ha tenido con ellos la Reina, que incluso llevó a la matriarca Susan a su luna de miel en 1947.

Los graves achaques de Holly lo pillaron descansando con su dueña en sus posesiones escocesas de Balmoral. Allí fue sacrificado y enterrado, en un prado que puede verse desde la sala de dibujo del palacio. Es una excepción, porque normalmente las mascotas reales reposan en el latifundio de Sandringham, tradición que instauró la Reina Victoria con su collie Noble.

Como pachás

Los corgis de la Reina viven como pachás. Les da de comer un mayordomo, por orden de edad, con preferencia para los decanos, y alguna vez hasta la propia Isabel II. Se les sirve en cuencos de plata y porcelana, con menús específicos para cada uno. También se les dan remedios homeopáticos y herbales. Holly era muy obediente y de buen saque. Le gustaba el pollo con arroz, los filetes y los bollos desmenuzados. Aunque chupó mucha cámara, tuvo dos cameos mediáticos especialmente recordados: su desfile por la alfombra roja de Buckingham con la Reina y James Bond en la broma de los Juegos de 2012 y un retrato que este mismo año efectuó la gran fotógrafa norteamericana Annie Leibovitz a la soberana.

Los corgis reales son revoltosos. Es sonado que han mordido a un relojero de palacio, a un chófer, a varios policías y a su propia dueña. Con estupenda ironía inglesa, «Tatler» explica en su obituario que «no está probado que el propio Holly se viese envuelto en esos incidentes, así que no empecemos a señalar».

Rígido adiestramiento

Cuentan que la Reina los ha adiestrado «con un control autoritario y a la vez amistoso» (lo cual parece casi un resumen de su exitoso reinado). No soporta que los maltraten. Le sentó muy mal que el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson, en una visita al Reino Unido, alzó a uno de ellos cogiéndolo por las orejas.

El primer perro de la Reina no fue sin embargo un corgi, sino un terrier que le regaló su tío Eduardo. Los dorgis son un cruce creado por la propia Isabel y su hermana Margarita.

A la Reina le encantan los animales, en especial los caballos -tiene una cuadra de campeones y lee cada día la prensa hípica-, los perros y las palomas de competición, para las que levantó años atrás un palomar de diseño. Sus allegados explican que la relajan enormemente, porque ellos no son conscientes de su cargo ni de las diferencias sociales.

Ver los comentarios