El disputado legado de Aline Griffith

La muerte de la condesa viuda de Romanones abre la incógnita sobre el destino de su patrimonio, en especial sus propiedades y documentos. Sus mejores joyas ya se vendieron tiempo atrás

Aline Griffith ABC
Beatriz Cortázar

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La tarde del pasado miércoles, su familia y amigos más cercanos enterraban a la condesa viuda de Romanones en el panteón familiar de Guadalajara. Aline Griffith había fallecido el lunes en la clínica de San Francisco de Asís, en Madrid. La espía norteamericana que tanto amó a España tenía 94 años. Deja tres hijos -Álvaro, Luis y Miguel de Figueroa y Griffith- y trece nietos.

La muerte de la condesa viuda de Romanones ha sido ampliamente recogida en medios impresos y digitales. Su historia personal, su carisma, su elegancia y su locuacidad hicieron de ella todo un personaje. Y precisamente esa condición de estrella contrasta con el carácter soterrado del resto de los Romanones. En especial de su primogénito, Álvaro (65), quien ostenta la titularidad del condado desde 1988, un año después de la muerte de su padre, Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán. La más sonada aparición pública del conde se remonta a 1974, cuando contrajo matrimonio con Lucila Domecq Williams (63), madre de Cristina, Carla, Álvaro, Lulu -la más mediática de esta nueva generación- y Alonso Figueroa Domecq. Desde su boda, pocas veces se había visto al conde de Romanones fuera de su esfera privada y una de ellas fue la del pasado miércoles en el camposanto castellano. A despedir a su madre acudió en silla de ruedas y arropado por sus fieles.

En octubre de 2015, Álvaro de Figueroa sufrió un ictus que le dejó paralizado el lado izquierdo del cuerpo. Tras permanecer ingresado en Marbella -ciudad donde le sobrevino el accidente cerebro-vascular-, regreso a la casa materna en la madrileña colonia de El Viso, donde se había instalado tras su divorcio de Lucila Domecq. Allí, en una vivienda anexa, podía compartir las ayudas domésticas de las que disponía Aline Griffith.

Divorcio por sorpresa

Si de Aline conocemos su biografía casi al dedillo, sobre su primogénito pocos se pronuncian, pues siempre ha sido un hombre sumamente discreto e introvertido. «A su casa, y antes de la ruptura matrimonial, era Lucila quien llevaba la alegría. Como buena jerezana, le encantaba tener a sus hijos y a los novios y amigos de sus hijos en torno a su cocina. Álvaro disfrutaba en el campo, en la finca familiar de ‘‘Pascualete’’ (Cáceres). Jamás imaginó que su mujer iba a pedirle el divorcio. Creía que estarían juntos de por vida. Fue una sorpresa y no lo encajó nada bien, pero ese matrimonio no tenía razón de ser», explica un amigo del conde. Lucila Domecq se casó de nuevo, el pasado marzo, con el empresario Leopoldo «Polo» Pérez de Villaamil (72 años), su pareja desde hace más de siete años. Al enlace en las bodegas González Byass, en Jerez de la Frontera, acudieron 300 invitados.

Aunque años atrás el conde de Romanones tenía negocios de agricultura y petróleo en Guinea Ecuatorial, finalmente accedió a que la gestión de la finca extremeña quedara al cargo de su hermano Luis, el conde de Quintanilla. «En el pasado, ese título lo llevaba el primogénito del conde de Romanones, pero en un reparto familiar decidieron que fuera Luis quien se lo quedara», aclara la misma fuente.

Sin duda uno de los capítulos mas singulares de la vida de Álvaro de Figueroa fue la adquisición de un terreno en Lourdes (Francia), donde se instaló en una caravana. «Tras su divorcio decidió pasar largas temporadas en ese centro de peregrinación , porque le entró una vena mística muy fuerte. Fue un cambio muy llamativo, pero toda la familia respetó su decisión. Pasado el tiempo y ya sin ese fervor, decidió regresar a España, a la casa de su madre, donde se había instalado tras su divorcio con Lucila», explica su amigo. La fatalidad quiso que a su regreso sufriera el ictus del que no ha podido recuperarse completamente.

Los últimos meses de la vida de la condesa viuda de Romanones los pasó en compañía de su primogénito y marcados por el disgusto de ver a su nieta Carla, una de las hijas de Álvaro, en la portada de «Interviú». Y no solo eso. En la entrevista que acompañaba su desnudo, Carla de Figueroa -exnovia de Willy Bárcenas- aventuró la guerra entre los Romanones por el patrimonio de una familia que se remonta a 1282.

La fundación

Tal y como publicó ABC en agosto de 2014, Griffith había creado la Fundación Aline Condesa Viuda de Romanones, con una dotación de 37.500 euros, para la conservación, difusión y protección de su « legado cultural »: documentos que la condesa había acumulado durante sus años como agente secreto, entre 1943 y 1987, además de la correspondencia que durante décadas intercambió con grandes personajes del siglo XX. En la presidencia de la institución figuraban la propia Aline y su nieto mayor, Luis Figueroa Sayn-Wittgenstein-Sayn. Y Carla lo vio como una traición: «Montaron una fundación en nombre de mi abuela sin avisar al resto de la familia», dijo a «Interviú». También se lamentó de que las mejores joyas de su abuela hubieran sido subastadas en 2011 en Ginebra; en especial las esmeraldas que su madre llevó al altar y que fueron adquiridas por Corinna Zu Sayn-Wittgenstein por más de 250.000 euros. «Ese collar era parte de mi herencia», dijo.

Qué ocurrirá a partir de ahora, solo el tiempo lo dirá. Lo más probable es que se ponga a la venta la casa de El Viso, situada en una cotizada zona de Madrid y que en su día la condesa viuda de Romanones convirtió en uno de los salones más concurridos de la alta sociedad.

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