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UNA IMAGEN...

La retaguardia de Estefanía

Esta foto de la hija pequeña de Rainiero y Gracia de Mónaco con uno de sus escoltas, tomada hace 24 años, sacó a la luz un romance que acabó en boda

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El del 91 fue el último verano de Estefanía «la princesa rebelde». Esta imagen tomada en un hotel de Estoril (Portugal) el 14 de septiembre de aquel año, junto a otras que publicó en exclusiva la revista «Blanco y Negro», ya aventuraba que la juerga en que la más pequeña de los hijos de Gracia y Rainiero parecía permanentemente instalada llegaba a su fin.

El día anterior, Estefanía de Mónaco aterrizaba en el aeropuerto de Lisboa arropada por un séquito de 14 personas compuesto por músicos, bailarines, representantes, técnicos y dos guardaespaldas. Oficiaba por aquel entonces como rockera de postín y había sido contratada por el Casino de Estoril para presentar en directo su segundo trabajo discográfico, «Stephanie». Para la Princesa, que se inscribió en el hotel con el nombre de Estefanía Mackenzie, estaba reservada una suite en la undécima planta con tres habitaciones, cocina y salón.

En esa misma suite se instalaron con ella sus dos escoltas: Alain Lanois (a la izquierda de la imagen, sirviéndose un refresco) y Daniel Ducruet (a la derecha, besándola), quien en el libro de registros figuraba como Daniel Robert Duarnet.

Se decía entonces que el robusto Lanois era el «hombre en la sombra», el amante secreto de la Princesa tras un rosario de novios con apellidos bastante más ilustres (Belmondo, Delon, le Fur, Lambert, Olivier...). Pero ese gigante de acerados músculos y extrovertido carácter no pasaba de confidente y buen amigo. Francés asentado en Estados Unidos, había sido recomendado a Rainiero por el mismísimo Sylvester Stallone. No, Lanois no era el hombre en quien había que fijarse. Aquel fin de semana, mientras que el supuesto «novio» salía a bailar por las discotecas de Cascais, era Ducruet, el tapado, el escolta con persistente cara de malas pulgas, quien guardaba algo más que las espaldas a Estefanía de Mónaco.

En la piscina del hotel, horas antes del concierto en el Casino, la troupe de la Princesa sesteaba entre chapuzón y chapuzón. Nada llamaba la atención hasta que Estefanía y Ducruet comenzaron con los cuchicheos, pasaron a las manitas y, después, a los besuqueos. El resto de clientes trataba de disimular, pero ni uno solo les quitó ojo mientras duraron sus juegos acuáticos. Una cámara tras una gran maceta captó el momento... Y el resto ya es historia. En 1996, tras el nacimiento de Louis y Pauline, los dos hijos mayores de Estefanía, Ducruet entró a formar parte de la Familia Real de Mónaco hasta que un «desliz» le sacó de ella. Pero esa ya es otra historia.

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