Puntaparrilla

Pecado sin enmienda

Particular por la sobria eficacia de su oferta, por su especial ubicación y su ambiente familiar, es uno de esos lugares de siempre que nunca falla

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sabrán, a estas alturas, que la carne roja es malísima. Como la Ángela Channing de la pirámide alimenticia. Es una arpía de cuidado que te asesina cuando menos te lo esperas. El último hallazgo de la Organización Mundial de la Salud ha sido comprobar el carácter maligno de los trozos de animales muertos, ya sean asados o elaborados. En realidad, querían decir que su exceso es pernicioso pero se excedieron en el anuncio. Llegados a ese punto, cabe decir que tampoco conviene abusar de los lácteos, los hidratos de carbono, el café, el vino, los licores, los huevos, las grasas vegetales e incluso el agua. Pruebe a beber seis litros al día y ya verá cuando pase un mes. En exceso, todo daña porque la única diferencia entre medicina, droga y veneno está en la dosis, en la frecuencia del consumo, en la cantidad.

Pero mejor renuciar al sentido común. Es más divertido aferrarse al carácter pecaminoso y prohibido de la carne roja. Lo clandestino siempre supo mejor en cuestiones de la carne. En las de la mesa, también.

Así que por molestar, por ser rebeldes y malotes, por hacernos los traviesos, recomendamos esta semana un asador donde hay más litros de sangre bovina y porcina (coagulada y mezclada con las hebras de carne, no teman) que cerveza en los barriles. Es un lugar consagrado a la carne roja, un clásico que merece ese apelativo, de los que inventa poco y falla menos, de los familiares, cuya clientela repite semana tras semana, mes tras mes, hace años. Está ubicado, además, donde Cádiz pierde su buen nombre, al filo de la ciudad, casi más cerca de San Fernando y Puerto Real que del casco antiguo. En ninguna parte y cerca de todas, a un suspiro de Cortadura. Apartado, tranquilo, aromático y reconfortante como una ermita consagrada a las proteínas más deliciosas.

El Asador Puntaparrilla (ahora Fogón de Mariana) es –sin interrupción, desde 1991– una escala obligatoria para comer un buen trozo de carne en la capital gaditana, condenada por historia y geografía a especializarse en pescado y marisco. Es mucho decir.  Pamplinas, ninguna. Creatividad, la suficiente para mantenerse vigente. Tradición, toda. Gula, por arrobas. Sabor y olor. Raciones generosas, carta amplísima, higiene, atención profesional clásica y un producto sobrio, eficaz. El que quiera inventos tendrá que buscar en otro despacho porque aquí se trata de lo de siempre como gusta de toda la vida. Chuletones con fritadas de patatas, cualquier otro corte asado con ciencia, solomillo con foie, chacinas y casquería de primer nivel, tapas eternas perfectamente resueltas, parrilladas de distintos tamaños que recibirían el placet de Pedro Picapidra y Urtain.

La cocina se limita a tratar como se merece, con experiencia, la gran variedad de que dispone (carnes de distintas procedencias con honores al retinto) y las muchas formas de preparar a gusto del cliente. Sin meter la gamba ni la pata, con una materia prima estupenda, procedente de la distribuidora del propio grupo de restaurantes.

Si se compara la calidad con el precio, la correlación resulta excelente. No es sitio de lujo ni de vanguardia. Ni falta que hace. Es un asador con todas las letras: cinco. Lleno de carne roja, pecado y perdición. Un sabroso infierno que nos recuerda que vamos a morir. Mientras no llega la hora, que sea de gusto.

Puntaparrilla-El Fogón de Mariana

Paseo Marítimo esquina

con Glorieta Cortadura. Cádiz

Ver los comentarios