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Una señora bodeguita

La Bodeguita del Bar Jamón (El Puerto) sigue siendo uno de los referentes para los que buscan sabor y calidad cuando salen a tapear en El Puerto

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El Puerto de Santa María, además de ciudad de agradables paseos y vistosa arquitectura, siempre ha sido un sitio donde se podía comer bien en todas las escalas de precios. No es casualidad que el más emblemático chef de la provincia haya recalado y echado los dientes (y qué dientes, señores) aquí. Tras un bajón que esperemos sea meramente temporal, parece que la gastronomía portuense empieza a recuperar otra vez el pulso y la savia nueva hace reverdecer aquellos laureles.

Uno de los que ha sabido resistir la crisis y no sólo mantenerse, sino mejorar en los tiempos difíciles, ha sido la Bodeguita del Bar Jamón. En la calle Misericordia, junto a la Ribera del Marisco, ha sido y sigue siendo referencia en el tapeo portuense.

Pocos no han probado alguna vez sus panes de la casa (ahora todo el mundo hace tostas, pero ellos tienen el mérito de haber sido los primeros en dignificarlas), en los que las nuevas variedades no han logrado superar el primero y original, con jamón de bellota, bocado exquisito en el que son claves la calidad del buen jamón ibérico y la acertada elección del pan, suave y esponjoso, con su punto justo de tueste. El resto de panes rayan también a gran altura, pero el de jamón está en la estratosfera y no puede uno hacer una visita a la casa sin llevarse puesto al menos uno de ellos (aviso a comensales: es de esas cosas que dura en el plato un santiamén. Prepárense a encargar otro – u otros– sobre la marcha).

El resto de la carta también es estimable. Se notan los esfuerzos hechos por la casa para ofrecer cosas nuevas dentro del campo de la tapa y el picoteo. Las hay imprescindibles, las bombitas de rabo de toro o el flamenquín relleno de trigueros, por ejemplo, y también menos logradas, la torta de aceite con chocos trata de maridar sabores imposibles, que se empeñan en ir cada uno por su lado.

No dejen de probar las tapas de cuchara, logrando con la berza o los garbanzos con langostinos retrotraernos a sabores de antaño, de los de antes de que todos nos fuéramos a comer a El Bulli y nos cambiara la vida. Pero en general, la imaginación y las ganas de variar son palpables, siendo lo normal encontrarte en cada visita con una nueva sugerencia en la carta. No estaría mal que otros locales de nombre y fuste tomaran nota de este deseo de innovar y sorprender a la clientela, pues muchos corren el riesgo de que su siesta los lleve a ser arrastrados por la corriente como al pobre camarón del refranero. Señores de la hostelería gaditana: el bipartidismo se ha acabado y el votante puede huir a otras siglas que presenten propuestas nuevas. No lo olviden.

Una carta de vinos completísima, aunque en su extensión, que no en su calidad, sí ha hecho mella la crisis. Servicio amable y atento, empezando por los propietarios, que se fajan como uno más y atienden mesas y clientes con arte y profesionalidad. En definitiva, un sitio agradable para culminar un paseo por El Puerto y muy aconsejable para picotear en grupo, sobre todo si se quiere quedar bien con algún visitante: seguro que no les defraudará.

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