Mercedes Junco Calderón (1921-2019)

Adiós, doña Mercedes

Palentina de raza, castellana eterna, toda su vida, toda su larga vida como periodista, que lo era y no solo de carné, la dedicó a cuidar, a querer, a multiplicar España desde lo mejor, con todos sus sentidos puestos en darle sitio esplendor y brillo a España

Tico Medina

No solo a los que la conocimos, los que con ella trabajamos durante tantos años, se nos ha ido esta mujer admirable, esta dama ejemplar que fue doña Mercedes Junco, fundadora y presidenta de «¡Hola!». No a nosotros solo, sino a toda España. Por una razón inmensa y verdadera. Doña Mercedes, palentina de raza, castellana eterna, toda su vida, toda su larga vida como periodista, que lo era y no solo de carné, la dedicó a cuidar, a querer, a multiplicar España desde lo mejor, con todos sus sentidos puestos en darle sitio esplendor y brillo a España.

Se nos ha ido a todos los que a lo largo de los setenta y cinco años de vida de «¡Hola!» y todo lo que significa «¡Hola!» en silencio, como siempre le gustó estar, elegante, sencilla, eficaz, con el valor reconocido de su obra y de su vida. Pronto cumpliría cien años, fiel a una tradición familiar de las damas palentinas, que están contadas en su propia historia como valientes, hacedoras, capaces de ser heroicas, madres, hijas, encinas en un paisaje de leyenda y de verdad al mismo tiempo. En su juventud se encontró con aquel andaluz de Ronda que había ido como director de periódico al periódico de su mapa. Se llamaba Antonio Sánchez Gómez, siempre Don Antonio, con la categoría que le da el sitio donde vino al mundo, andaluz total, periodista de los que ya no quedan, inventor junto a su joven esposa en una mesa camilla de Barcelona de aquella revista excepcional, aún su propia verdad de nacimiento: «Recoger y contar la espuma de la vida». Entre los dos, mano a mano, dos periodistas de carne y hueso, ejemplares, levantaron con amor y pasión ese imperio único en el mundo, tan deseado, tan inimitable como imitado, en el que se cuenta la vida, se retrata lo mejor, dejando a un lado lo que es más duro, más feo, más doloroso, mas inhumano. Se unieron en esa pareja excepcional dos sangres fascinantes. El zumo del olivo del sur y la fuerte energía y belleza de la encina castellana. De ese rigor y de ese amor nació «¡Hola!», que fue un saludo, el más usado del mundo, el mejor, el único, el que une y no separa, con el que el planeta se da la mano en el más antiguo idioma que hoy hablan más de quinientos millones de seres humanos y que se multiplica en cien ediciones distintas a lo largo de su historia.

Mercedes Junco Calderón nació el 10 de junio de 1921 en Palencia y ha fallecido el 4 de marzo de 2019 en Madrid. En 1944 lanzó, junto a su marido, Antonio Sánchez Gómez, periodista, y director en ese momento del periódico «La Prensa» de Barcelona, el primer número del semanario gráfico de información «¡Hola!»

Queríamos mucho a doña Mercedes, menuda, observadora. Tenía los ojos verdes. La vi llorar mucho cuando de su lado se fue su hijo Eduardo, mi director durante veinticinco años en los que fui redactor jefe de «¡Hola!». Ahora la veo apretando la mirada en su pañuelo, siempre en pie, derecha, elegante, capaz de compaginar el día a día de «¡Hola!» con su figurín de moda. Arriba, en su despacho, rodeada de sus maquetas en blanco, en la artesanía y el arte, a la vez que ella sabía contar mirando con ojo seguro cada cintura y cada estilo. Doña Mercedes, te echamos tanto de menos… Sé que te van a llevar a descansar para siempre al lado de tu esposo, don Antonio, y de vuestro hijo, Eduardo, a esa mitad de Castilla La Vieja donde se levanta aquella ermita románica. Donde a veces aúlla el lobo todavía. Hace unos días tan solo, la foto de la Reina Letizia, abrazando a Doña Mercedes en la gran fiesta de la moda, dio la vuelta al mundo. Observadora, artista de los pies a la cabeza, luchadora en silencio, enamorada de su obra, hacedora de un imperio de la comunicación que es modelo en el mundo, generosa, casi al filo del siglo de vida… ¡qué sabe nadie, doña Mercedes! Cuánto te vamos a echar de menos, ya tres generaciones de periodistas, de contadores de historias. De fotógrafos, de corresponsales, de todo el mundo, admirable mujer, siempre sonriente, atenta, que a veces levantaba la cortina de su casa levemente para que nadie se diera cuenta de que dentro, al otro lado del visillo, estaba una emperatriz de los medios, una humilde reina de este oficio, discutido, delgada como el junco de su apellido, admirada y admirable, que fue capaz de demostrar que, a pesar de todo, a pesar de tanto, existe una manera desde la verdad, siempre impecable e implacable. Un mundo, más que para sobrevivir, para convivir en todas las maneras.

Adiós, doña Mercedes, siempre tan bien peinada, retrato de una vocación inmensa, capaz de haber aguantado tanto, tanto, como si nada… Hoy, como otras veces, en un cumpleaños, en una celebración, te enviaba este viejo reportero, que tanto aprendió a tu lado, quizás un ramo de margaritas, o de las rosas que tanto te gustaban. Hoy, en nombre de todos los que en este mundo te conocieron, te quisieron y te admiraron, te envío este puñado de palabras, amapolas de papel, de este camino de sangre y de palabras en el que seguimos estando. ¡Te debemos tanto, tanto! En su sonrisa, en tu palabra, a veces en tu silencio incluso, fuiste capaz de levantar un imperio de millones de esperanzas. Siempre junto a don Antonio, cerca de tu hijo, creando, además, no solo una marca, sino mucho más que eso: el sello inalterable de una manera, de una forma de darle vida a la vida.

Y lo que es mejor, doña Mercedes, sin tú darle ninguna importancia.

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