Gorka Angulo: «Los nacionalistas pretendían curar la hemofilia con sanguijuelas»

El escritor y periodista bilbaíno denuncia el «abandono» que padecieron los militantes vascos durante los años de plomo

Gorka Angulo B.Agudo

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Cientos de políticos vascos sacrificaron su vida para defender la democracia en tiempos de ETA. Los horrores a los que hicieron frente quedaron reflejados en «La persecución de ETA a la derecha vasca» (Ed. Almuzara), firmada por el periodista y escritor Gorka Angulo , que ya ultima la segunda parte de la obra.

¿Cuándo se convirtió la derecha en objetivo de ETA?

Tras la muerte de Franco, en el País Vasco la derecha no tenía siglas de referencia como el PSOE en el caso de la izquierda o el PNV en el del nacionalismo. Por eso, hasta el año 77 lo que hizo la banda fue matar a gente que supuestamente había sido franquista. Es algo muy curioso, porque había gente dentro del régimen que luego se identificó con el nacionalismo. Luego señalarían al segmento social del que se alimentarían los votos de UCD y Alianza Popular, fundamentalmente monárquico, católico y conservador.

Explica en su libro que el terrorismo etarra también provocó que muchas personas se afiliaran al PP.

Los militantes de UCD y Alianza Popular se sentían abandonados a su suerte por Madrid. Muchos comenzaron a marcharse del País Vasco o a votar al nacionalismo para que no se pensara mal de ellos. Cuando en 1995 asesinaron a Gregorio Ordóñez, se comenzó a mostrar una sensibilidad total con los militantes vascos. Cabe destacar la labor de José María Aznar y de Jaime Mayor Oreja, que hicieron un papel encomiable en la protección de su propia gente. Todo ello creó un efecto de afiliación al partido, al que se incorporó una nueva generación de políticos como Nerea Llanos, Antonio Basagoiti y Borja Sémper. Hay que destacar la gran valentía y el gran compromiso que ha demostrado en el País Vasco la gente del PSE y del PP.

¿Qué consecuencias tenía ser militante de la derecha no nacionalista?

La gente lo que tenía fundamentalmente era miedo, porque era un objetivo permanente. Se sabía dónde estaban las sedes de Alianza Popular porque siempre había dos policías nacionales en la puerta. No había rótulos, no había carteles, eran sedes en pisos. Vivían en un régimen de clandestinidad absoluto, por lo que para conseguir votos algunos candidatos tenían que ir como los testigos de Jehová a los pueblos. Te bajaban las persianas, te invitaban a un café y te daban un montón de papeletas. La correspondencia se enviaba siempre sin remite, las cotizaciones de los afiliados había que cobrarlas a través de una empresa pantalla porque no se podía domiciliar el pago. Fue una vida muy complicada, una vida imposible.

La primera víctima a la que hace referencia en su libro es Víctor Legorburu, quien fuera alcalde de Galdácano. Un hombre, relata, «olvidado hasta en el cementerio».

De hecho, en muchas tumbas no se recogen ni las causas del fallecimiento. El asesinato de Legorburu tiene en mi opinión dos consecuencias. Primero, supuso el inicio de una campaña antialcaldes que conllevó una cadena de dimisiones en ayuntamientos, dejando un vacío de poder especialmente en Guipúzcoa. Por otro lado, impidió que UCD o Alianza Popular pudieran tener candidatos experimentados para unas elecciones locales.

¿Qué papel jugó el PNV en esta etapa?

El PNV se quejaba de la ausencia de Batasuna en las urnas, pero nunca de la falta de listas de PP y PSE cuando estaban amenazados por ETA. En el País Vasco nunca se asesinó a nadie por ser del PNV, pero sí por ser socialista o popular. Yo no pongo en duda que el PNV ha estado contra ETA, pero también ha cuestionado todas las políticas antiterroristas. Al Pacto de Ajuria Enea fue el PSOE el que le tuvo que llevar a rastras. ¿Qué han hecho los nacionalistas para acabar con los terroristas? Negociar con ellos. Pretendían curar la hemofilia con sanguijuelas.

¿Cómo es posible que en anteriores bastiones del nacionalismo español gobiernen hoy fuerzas soberanistas?

Hay que recordar que el levantamiento de julio del año 36 tuvo el mayor apoyo de masas en País Vasco y Navarra. Las comarcas de Tolosa y Goyerri, hoy gran referente de la izquierda abertzale, fueron las que más voluntarios dieron en Guipúzoca al Requeté. En 1936 las fuerzas más votadas eran monárquicas y católicas, pero sobre todo carlistas. Los hijos y los nietos de aquellas personas son los que ahora votan mayoritariamente a EH Bildu. Quizá habría que preguntarse por qué. Yo lo que creo que es pasaron del nacionalismo español al vasco sin dejar de ser fascistas.

Tras tantos años de terror, ¿qué presente y qué futuro puede tener el centro derecha en el País Vasco?

A pesar de los tiempos complicados, la derecha no nacionalista siempre ha tenido presencia en el País Vasco, y con las siglas del PP ha obtenido los mejores resultados de su historia. Es verdad que no está en su mejor momento, pero a los que dicen que el PP es irrelevante en el País Vasco les recordaría que entre 2001 y 2005 Eukal Herritarrok, brazo político de ETA en el Parlamento, tenía menos escaños que los que el PP tiene ahora y en ningún momento se les consideró irrelevantes. Menos para EiTB, que con siete parlamentarios le daba casi carácter de segunda fuerza cuando los populares tenían casi 20. No creo que el PP vaya a desaparecer del País Vasco, donde tiene una base arraigada y un sector de la población sobre todo urbana que se identifica con estas ideas.

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