El último guardián del latón de Madrid

Cuatro generaciones siguen con el negocio creado en 1862. Pasó de chatarrería a ferretería para ser almacén de metales no férricos

La báscula donde se sigue pesando el latón y el resto de productos BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

Ángel del Olmo recibió una noche la llamada de un amigo de su padre. Era el año 1984 , vivía en Guadalajara y trabajaba en el campo, como agricultor. Su conocido le pedía que se presentase al día siguiente, a las 8, en Madrid, para trabajar en la Ferretería Subero, ubicada en la calle Fuencarral número 25. Había fallado una de las últimas incorporaciones y necesitaban urgentemente sustituirle. Así fue como Ángel comenzó con este oficio, en el que sigue, y ha sido gracias a él que se mantiene un negocio familiar que pasó por cuatro generaciones y que ahora lleva su nombre. En 2013 la familia Subero, dueña del edificio en el que estaba la tienda, decidió cerrarla. Los precios de la zona se dispararon y era más rentable alquilar el espacio. Por entonces eran tres socios y prevalecieron otros intereses. Ahora en lugar de la ferretería está una tienda de Women Secret.

«Tuve un mes para encontrar un nuevo local y traerme todo hasta aquí. En la tienda se acumularon cosas durante 150 años», explica Ángel del Olmo a ABC. Él aceptó quedarse con el negocio fundado por Salvador Subero en 1862 como cacharrería, que había pasado de padres a hijos y sobrinos, llegando a la cuarta generación. Se transformó de cacharrería a ferretería en general, hasta llegar a convertirse en el almacén de metales no férricos, su actividad principal. Ahora se llama Ferretería del Olmo , antigua ferretería Subero.

Fue en 2013 cuando el negocio se trasladó a Ronda de Segovia número 4. Hasta este nuevo local llegaron gran parte de los muebles de la tienda original, como el mostrador y los armarios. Por el peso y el tamaño, la mudanza no fue fácil. «El mostrador es de madera de nogal, muchos carpinteros me lo han querido ya comprar», cuenta Ángel. «Y los muebles los adaptamos, la parte exterior sigue siendo la misma y ajustamos el interior al espacio que teníamos», añade. También la báscula donde se pesa la mercancía que se vende sigue siendo la misma.

Ángel del Olmo (izquierda) y su hijo, Ignacio, han continuado con el negocio creado en 1852 por la familia Subero BELÉN RODRIGO

Cambio de chatarra por latón

En los tiempos de la postguerra la familia Subero recibía mucha chatarra que se cambiaba por latón. «Había colas todos los días, las personas llevaban la chatarra que tenían y luego se fundía. A cambio recibían lo correspondiente en latón». Después se fueron especializando y desde hace años trabajan piezas de cobre, latón, aluminio, bronce, estaño, zinc u hojalata . Realizan todo tipo de barras, chapas, tubos, hilos, pletinas, ángulos, letras, placas grabadas, etc. «Lo del nombre de ferretería no se corresponde con la realidad, aunque nos han llamado siempre así. Tenemos algunas cosas pero lo que más trabajamos es el latón», aclara el dueño. El latón se vende a 20 euros el kilo (y a 12 euros si es en barra). Ángel recuerda que en el 2007, «en cosa de dos meses se duplicó el precio y no ha vuelto a bajar». El aluminio es más barato y pesa menos pero entre las ventajas del latón está en que cuando se limpia, «parece que está nuevo». Además de placas se venden muchas letras y rótulos. Los llamadores de las puertas son artículos que llaman la atención de extranjeros. Entre los objetos más singulares encontramos tornillos de latón «que me los han tenido que hacer en la India porque en España ya no se fabrican». Son ligeramente más caros pero tienen la ventaja de no oxidarse. Desde hace unos meses está funcionando la venta online.

El latón se vende de muy diversas formas BELÉN RODRIGO

«En este comercio se han grabado anuncios y se han rodado escenas de la serie Cuéntame»

Sus clientes principales son los p rofesionales de la construcción y de la decoración. También están las escuelas de joyería y entidades como Patrimonio, el Palacio Real o la Fábrica de Vidrio de La Granja. En esta casa se ha realizado, por ejemplo, el pasamanos del Congreso de los Diputados, y se ha vendido material para montar Diverxo , el restaurante de David Muñoz. Los mostradores de la cadena de 100 Montaditos también se han fabricado en Subero. Ya han grabado en este espacio anuncios y se ha rodado unas escenas de la serie Cuéntame.

Ángel cuenta ahora con la ayuda de uno de sus hijos, Ignacio , ingeniero. «Hacemos trabajos juntos, le gusta y probando cosas diferentes», explica su padre. Ha intentado contratar varias veces un ayudante sin éxito, «dicen que no hay trabajo pero luego no quieren trabajar», se lamenta. Cuando él comenzó eran ocho dependientes y no daban abasto, «nos pasábamos el día corriendo, casi no teníamos tiempo para comer el bocadillo», recuerda Ángel. Por entonces realizaban unas 300 operaciones cada día y ahora rondas las 30. El 95% de los clientes van a propósito a la tienda, muchos siguen siendo los de toda la vida. «Cuando nos fuimos de Fuencarral yo vi gente llorando del disgusto. De vez en cuando aparecen clientes que no sabían que estábamos aquí y se llevan una alegría enorme», subraya Ángel. Y es que muchas de las cosas que venden no son nada fáciles de encontrar.

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