Últimas cañas entre lágrimas en el Palentino: «Se va a hacer muy duro verlo cerrado»

Cientos de personas acudieron este jueves al cierre definitivo del popular bar de Malasaña

El Palentino, el día del cierre, completamente lleno Foto: ISABEL PERMUY | Vídeo: DAVID DEL RÍO
Ignacio S. Calleja

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Hasta anoche fue las branquias por las que respiraba el ambiente de la calle del Pez. Desde hoy no es más que otro recuerdo romántico de la Malasaña de un tiempo casi olvidado. El Palentino, último exponente de los bares de toda la vida en el barrio, echó el cierre definitivo esta madrugada después de décadas de servicio, entre la nostalgia y el agradecimiento de quienes le fueron fiel pese al tsunami «hipster» en la zona.

Las últimas cañas y copas en el Palentino fueron las de la morriña y las lágrimas. Los ojos vidriosos de Loli, la actual propietaria, fueron la síntesis de un punto y final que nadie quiso perderse. « Va a ser muy duro verlo cerrado después de tanto tiempo», explicaba a ABC, al tiempo que todo el que pasaba se despedía con afecto: «Mucha suerte, Loli, gracias por todo».

Entrar en el bar se convirtió en una misión imposible desde primera hora de la tarde, con los vasos de tubo y los botellines acumulándose en las mesas, con la multitud envuelta en la habitual nieblina de la plancha, con el olor a años de pepitos de ternera . «No podíamos dejar de despedirnos, aquí hemos vivido muchas cosas», narraba una pareja a las puertas del local, donde los selfies se contaron por cientos.

Loli, la propietaria del Palentino, en la barra del bar ISABEL PERMUY

Futuro incierto

No había nada preparado, pero la dueña no estaba segura de que a última hora, cuando quedase la parroquia habitual, no hubiese un homenaje espontáneo: «De la juventud me espero cualquier cosa, es increíble el cariño y cómo se han movido desde que murió Casto».

El adiós del Palentino se precipitó tras la muerte de Casto Herrezuelo , su otro propietario, el pasado 22 de febrero. Las últimas semanas han servido a Loli, su cuñada, para reflexionar sobre el futuro. Sus 67 años y la negativa de los hijos de su socio a heredar el negocio fueron definitivos. « La idea es vender , pero no sabemos qué pasará», señaló. Su sueño es que alguien se haga cargo del local y lo mantenga «más o menos» como hasta ahora: «Con una manita de pintura y algún cambio, pero sin volverse locos».

Andrés Calamaro escribió este miércoles en ABC que ni Madrid ni Malasaña volverán a ser lo mismo. No es una opinión exclusiva de los músicos, cineastas y políticos –entre otros– que frecuentaron el Palentino, también de personajes anónimos que lo convirtieron en la piedra angular de cada noche o reunión a la salida del trabajo: «Es lo mejor desde que vine a Madrid». Su secreto, coinciden todos, es que siempre fue como una «gran familia» .

«La clave ha sido la confianza, jamás hemos dicho a nada que no, todo el mundo ha sido bien recibido », dice la propietaria, tratando de explicar cómo un bar tan modesto ha llegado a Nueva York convertido en camiseta o al cine como inspiración de Álex de la Iglesia . Es cierto, tanto como que sus precios eran ajenos a la vida actual, anclados en la época de las pesetas. «Donde en otro sitio solo hay dinero para una, aquí lo hay para tres», asegura un joven en alusión, por ejemplo, a los tres euros que costaba un cubata o un gintonic. Larga vida al Palentino.

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