Los trabajadores del centro de menores no acompañados: «Hay miedo a trabajar por la noche»

Desde enero, han llegado 700 menores no acompañados, sin apoyo económico del Gobierno central

Menores inmigrantes en el centro de acogida de Hortaleza Guillermo Navarro / Vídeo: Hacinamiento en los centros de menores de España
Aitor Santos Moya

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Por lejano que parezca, hubo un tiempo en que la vida en el Centro de Primera Acogida de Hortaleza era algo más que simple supervivencia. Los internos, chicos de entre 14 y 18 años, cumplían con la agenda marcada por los educadores: los lunes, asambleas; martes, baloncesto; miércoles, pases de películas... Y todo ello, acompañado de las pertinentes clases, impartidas por profesores enviados por el Ministerio de Educación. Ahora, la agenda no ha cambiado. Pero cuesta mucho más cumplirla. La llegada masiva de menores extranjeros no acompañados (menas) en los últimos tres años –incrementada por la política migratoria del Gobierno de Sánchez– ha provocado la saturación del espacio. Pese a los esfuerzos de la Comunidad de Madrid por aumentar el número de plazas, la situación, cuentan los trabajadores, es preocupante: «En el movimiento poblacional tenemos 114 personas, que son las que están dadas de alta aquí».

De ellos, 38 pernoctan en la residencia anexa de Isabel Clara Eugenia, mientras que los demás hacen lo propio en la de Hortaleza, con capacidad actual para 52. Aunque no todos hacen ahora mismo uso de las instalaciones, lo cierto es que su condición de inscritos les permite poder entrar en cualquier momento. «Hay un grupo de 10 o 12 que son los verdaderamente problemáticos», explica Ana Herrero, una educadora con 15 años de experiencia en el centro. Su principal temor es el «efecto llamada» que unos pocos pueden provocar en el resto: «Los chicos están molestos por sus condiciones, y eso genera más tensión». Un peligroso caldo de cultivo que el pasado domingo, alrededor de las 23.30 horas, desembocó en una brutal paliza contra dos de los tres vigilantes de seguridad que cubrían la noche. «Es un turno muy duro. De forma inconsciente, hay miedo a trabajar en esa franja», prosigue Herrero.

Esa noche, además de los agredidos, estaban también tres educadores. Tras la baja de una de ellas, la directora del centro ha pedido al Gobierno regional reforzar esas horas con un empleado más, además de solicitar a la plantilla un voluntario para cubrir el hueco dejado por su compañera. Fuentes de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales señalan que, tras tener conocimiento del suceso, la Comunidad ha mostrado su apoyo a la dirección, accediendo a la única petición requerida: un cuarto educador en horario nocturno. Reiteran, además, que en las próximas semanas se va a ampliar el número de plazas de la Red de Protección de menores tutelados para dar salida a un «número importante de jóvenes, establecidos en estos dos centros», amén de recordar la pobre ayuda otorgada por el Ejecutivo Central , de apenas 1,3 euros por cada mena que llega a Madrid. En este primer trimestre han llegado nada menos que 700.

A la espera de soluciones, lo cierto es que el día a día en Hortaleza continúa pese al duro clima generado. Los internos se levantan entre las 8.30 y las 8.45 horas, bajan a desayunar a las 9, y empiezan su jornada académica. «Hay dos aulas pensadas para 15 alumnos, además de un profesor de educación física que trabaja con los chicos en el patio», sostiene la educadora Herrero. Por la tarde, cada uno es libre de apuntarse a las actividades o salir a la calle. El almuerzo y la cena se sirven en tres turnos, para que el comedor no se sature en demasía. «Este proyecto funcionaba fenomenal, porque trabajábamos en ofrecer una evaluación, una valoración y una derivación. Sin embargo, con la sobrepoblación, no nos da tiempo a analizar nada y las derivaciones se realizan de manera urgente, sin ser lo más adecuada», añade.

Aunque el grado de violencia del pasado fin de semana no es habitual («Es la primera vez que agreden así a la autoridad, lo que nos deja en una posición total de indefensión»), los trabajadores de Hortaleza soportan a diario una gran carga emocional . Insultos, empujones o peleas entre los menores: «Sin ir más lejos, ayer, al mediar entre dos chicas, me llevé un golpe y ahora tengo un moratón». Los educadores más veteranos son conscientes del riesgo potencial y dejan un último aviso: «Los trabajadores que están entrando lo hacen con contratos de seis meses, y eso no ayuda. El proyecto se ha desvirtuado».

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