Sucesos

El taxista al que rebanaron el cuello: «Iban a asesinarme, no a robarme»

«Pensé en mis hijos y en que no podía morir de ese modo. Solté el volante, aceleré y nos estrellamos», explica la víctima

Vídeo: Los taxistas denuncian su situación de desprotección tras el ataque a un compañero en Móstoles ABC
M. J. Álvarez

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Tiene miedo . Mucho. No en vano tuvo suerte y no le mataron de milagro, gracias a su forma de actuar y a que, seguramente, no había llegado su hora. Ni siquiera quiere que se sepa su nombre ni se difunda su rostro. Se trata del taxista de 37 años al que dos desalmados le rebanaron el cuello sin mediar palabra la madrugada del domingo en Móstoles. Después, cuando se estampó contra otro coche y un contenedor con el fin de zafarse de sus agresores, estos le vaciaron los bolsillos y le quitaron el móvil y el GPS. Huyeron a la carrera y le dejaron desangrándose.

A este hombre que luchó como pudo por sobrevivir, «pensando en sus dos hijos y en que no podía morir de ese modo», y al que la vida le ha dado una segunda oportunidad, le llamaremos Manuel. Es peruano, está casado y tiene, además de a su familia, colegas que le están arropando y cuidando en su recuperación.

Es asalariado del taxi desde hace seis meses cuando se sacó la cartilla. Está en el turno de noche y vive en Villa de Vallecas , lugar en el que dos jóvenes de unos 20 y 25 años solicitaron sus servicios a las 2.25 de la madrugada del domingo. «Estaban en Sierra de Guadalupe. Me dijeron que habían perdido la conexión de Cercanías y que les llevara a Móstoles Central», explicó Manuel a Ángel Julio Mejía, vicepresidente de la Asociación Gremial del Taxi, a la que pertenece, y a su gestor, Félix Moreno, de Finantaxi.

«Es perro viejo; ya trabajó en su país natal en lo mismo y en este oficio hay que tener un sexto sentido porque nunca sabes a quien llevas detrás», aseguran sus dos compañeros. Sin embargo, Manuel no sospechó en ningún momento. Cuando llegaron a su destino, a las 3 horas, este les preguntó: «¿Dónde les dejo?». «Ahí, en la esquina, cien metros más adelante», respondió uno de los dos clientes con marcado acento español.

Entonces, empezó el salvaje ataque sin mediar una sola palabra. «Noté que me agarraban por detrás y que me cortaban el cuello por la parte derecha. Traté de sujetar el brazo que me pinchaba. Pensé deprisa en mis hijos; en que iban a asesinarme y no me daban opción. Era absurdo... Vi que la única posibilidad que tenía de escapar era chocar contra un contenedor y un coche aparcado y solté el volante». Así relató esos segundos de pesadilla Manuel.

«Salí a trompicones y me siguieron pinchando»

«Nos estrellamos; iba despacio ya que reduje la marcha para aparcar, y aceleré de golpe. Salí del coche a trompicones y siguieron rebanándome el cuello, ya por el lado izquierdo (fue el corte más profundo); también me dieron en el cogote. Me caí al suelo y comencé a gritar. Entonces. uno de ellos le dijo al otro:"Coge el GPS y el móvil que yo le voy a quitar el dinero que lleva encima"», agregó. Unos cien euros. Manuel se quedó solo gritando ¡socorro! cada vez más fuerte hasta que le gente acudió a ayudarle. «Le taponaron la herida del cuello y le cubrieron con una manta hasta que llegó el Samur y la Policía», agregó Moreno. Le trasladaron hasta el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles , en donde estuvo ingresado hasta ayer.

Como muestra de solidaridad, la Gremial empezó a recaudar fondos para ayudar a su familia en su baja

El vicepresidente de la Gremial, junto a un compañero en la sede JAIME GONZÁLEZ

«La herida fue limpia y no le afectó ni la yugular ni las cuerdas vocales», indicó Mejía, vicepresidente de la Gremial. Lo que nadie se explica es cómo fueron a asesinarle sin pedirle la recaudación y sin que él opusiera resistencia. «Es brutal. Terrible y muy grave. Hay que tener mucho cuidado. Todos estamos expuestos a que nos ocurran estas cosas en el desempeño de nuestra profesión», explica Mejía, el vicepresidente de la Gremial.

Como prueba de solidaridad, ayer en la asociación comenzaron a recoger donativos para ayudar a la familia de Manuel mientras esté de baja. «Cualquiera de nosotros podíamos haber sido él», dice Mejía. El taxi de Manuel, con restos de sangre, cuando fue a recogerlo Moreno, tenía aún el tique con el importe de la carrera:35 euros.

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