Los anderos de La Soledad, en la salida de la Virgen de la Iglesia de la Concecpción Real de Calatrava
Los anderos de La Soledad, en la salida de la Virgen de la Iglesia de la Concecpción Real de Calatrava - MAYA BALANYA

«La Soledad» pone el broche a la Semana Santa

La bella imagen de Mena cierra la última estación de Penitencia en el centro de Madrid

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Puntual en su cita con los fieles madrileños, la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo se echó ayer a las calles que forman el corazón de la Villa para poner el broche final a esta Semana Santa. A las 16.45 horas del Sábado de Gloria, con el sol rayando el cielo azul, se abrió el portón de la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava, en el número 25 de la calle de Alcalá, y los cofrades, en andas, presentaron a la Virgen. Iba al encuentro con su Hijo, en las horas previas a la Resurrección de Cristo.

El momento de mayor emoción fue, en efecto, el de la inclinación que la Madre hizo ante el Santísimo Cristo Yaciente, frente a la Real Iglesia de San Ginés.

Pero ya en el arranque se vivieron pasajes de fervor religioso, en escrupuloso silencio solo roto por el redoble de tambores. Los aplausos acompañaron al Himno Nacional. «¡Viva la Guardia Civil!», clamó un señor del público cuando sus miembros tomaron la posición para escoltar la procesión, la última estación de la Semana Santa.

El capataz marcó el paso. «¡Señores, menos prisa. Vamos a disfrutar de nuestra Madre», les pidió a los anderos, de túnica y alpargatas negras y cíngulo o cinturón blanco. Hombres y mujeres, veteranos y jóvenes portaron en suave cimbreo la imagen dieciochesca, muy bella, de Juan Pascual de Mena. Una saeta honró a la Madre. «Virgen de la Soledad, cuánto te toca sufrir...» Los espectadores celebraron sobre todo la exhibición de fuerza y coordinación de los anderos. «¡Mira qué guapa la Virgen, cómo la bailan!», le susurró una madre a sus críos. «En Andalucía se grita más», comparó otra mujer, que se arrancó en aplausos con el balanceo largo de la Virgen. «Es el paso de Triana», comentó en la misma esquina de la Puerta del Sol donde estuvo el Café de la Montaña, lugar de tertulias de Valle Inclán.

De riguroso luto

El negro de luto dominó la escena penitente. Muchas señoras acudieron con mantilla en rigurosa monocromía. El fervor religioso de los madrileños se mezcló con la curiosidad de los turistas. De todos los países, de todos los acentos. Dos jóvenes asiáticos se encaramaron a las farolas para tomar fotografías, todo el mundo con el móvil en la mano. La procesión continuó solemne, pese al bullicio, por la calle Arenal. El punto álgido se vivió frente a la Real Parroquia de San Ginés, donde se escenificó el encuentro de la Virgen con la imagen del Santísimo Cristo Yacente, portado, también en andas, por los miembros de esta congregación madrileña, de capas y capiores rojos. La inclinación de la Madre ante el Hijo sobrecogió a los más devotos, algunos sollozantes. Tras la saeta al Cristo, un atronador aplauso. Tres niños cofrades aprovecharon para repartir la estampa de la Virgen.

En el breve receso, dos porteadores con seis y ocho años de experiencia conversaban entre gestos de dolor. Anticipaban la cuesta de la calle Bordadores, «la más dura de todo el recorrido». Así se retomó el camino, con el paso del Cristo Yacente guiando a la Madre hasta la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava. El itinerario de vuelta transcurrió por la calle Mayor, la Carrera de San Jerónimo, la calle Cedaceros y otra vez la de Alcalá, hasta la entrada del templo.

En la Cruz de Guía estuvo el acompañamiento musical de la Ilustre Cofradía zaragozana de Jesús Atado a la Columna, de Villamayor de Gállego; en el Cristo, la banda Unión Musical «El Maestro», de Nuestra Señora de la Soledad de Madrid, y en el paso de la Virgen la banda burgalesa San Fernando Rey. La portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre, nombrada en 2012 Camarera de Honor de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo, procesionó hasta San Ginés junto al Hermano Mayor de la Congregación y acaparó muchas miradas del público.

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